Una de las figuras jóvenes que surgieron como una esperanza de redención del Partido Colorado en los últimos tiempos es la del abogado Enrique Riera. En medio del “parque jurásico” que constituye nuestra política, el mismo despertó simpatías por sus manifestaciones en favor de la decencia, de la lucha contra la corrupción, del camino correcto que prometió seguir cuando asumió como ministro de Educación y Ciencias. Pero está visto que la política y la ambición de continuar en el poder pudren todo lo que encuentran a su paso.
La ciudadanía recogió con justificada indignación los despropósitos que profirió el ministro Riera en un exaltado discurso dirigido a los docentes colorados del Guairá. Tras informar al auditorio que “pidió” a sus dieciocho coordinadores y coordinadoras, “que por extraña coincidencia son colorados” (risas y aplausos), que lleguen a todos los supervisores y docentes del país, instó a “esa maestra que todas las mañanas va en una moto por el tape po’i, con frío, con lluvia en la cara, a atender a esos chicos para hacerles construir su futuro, que se ponga la camiseta del Partido Colorado y que se ponga la camiseta de la Lista 2, para darle una victoria contundente, porque de la docencia colorada depende ganar o perder”.
La cínica alusión a la “extraña coincidencia” de ser colorados revela el desparpajo con que en el MEC se practica el sectarismo, en violación de la ley y en perjuicio directo de la educación pública. Por la forma burlesca en que aludió a la cuestión, es evidente que para ser coordinador o coordinadora es preciso ser colorado. Más aún, sería condición indispensable para fungir de supervisor o de docente, pues todos ellos deben ponerse las dos camisetas –la del partido y la del movimiento oficialista– para votar en unas elecciones internas.
La partidización y la movilización política del magisterio son propias de un régimen totalitario y hablan muy poco de la vocación democrática de un ministro joven, que parecería no tener compromisos con ese pasado ominoso en el que los presidentes de las seccionales coloradas designaban de hecho a los directores y docentes de las escuelas y colegios del Estado. Degradó el cargo que debe estar al servicio de todos los paraguayos, porque habló en su condición de titular de una cartera y se reunió solo con los docentes colorados. No tuvo ningún reparo en anunciar que había dado instrucciones a sus supervisores para que cumplan una tarea política del todo ajena a sus obligaciones.
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Sin duda alguna, el ministro Riera considera normal que quienes reciben su salario de contribuyentes de diversa filiación partidaria intervengan en los comicios de uno de ellos para apoyar a los candidatos de su jefe y a él mismo. En efecto, dijo a los docentes que “tienen que votar” por Enrique Riera, como precandidato a senador suplente número uno del “cartismo”.
En verdad, asusta que la educación de nuestros niños esté en manos de personas con semejante pensamiento. Y lo está, porque a quienes mandan desde hace décadas les conviene que este pueblo siga vegetando en la ignorancia para no rebelarse ante sus iniquidades. El ministro Riera exalta a “esa maestra que todas las mañanas va en una moto por el tape po’i, con frío y con lluvia en la cara”, cuando que debería dolerle profundamente que, tras 70 años de Gobiernos de su partido, estos pobres docentes deban continuar recorriendo todavía caminos intransitables bajo el frío y la lluvia para cumplir con su labor. Es que mantener sumida en la pobreza a la población rural es la mejor arma que han tenido –y tienen hasta ahora– los políticos para chantajear a la gente, en este caso a los maestros y maestras, y obligarles a votar por un partido y por una lista.
La degradación de la educación y el ultraje a los docentes de parte de los políticos son el mayor infortunio del Paraguay, ya que así se condena al país a seguir encadenado en el atraso y la pobreza. Es notable cómo los dirigentes del coloradismo continúan ensalzando a los pobres que concurren a sus concentraciones políticas en la persona del “colorado pynandi”, con lo que resulta evidente que no los quieren ver con calzados porque eso significaría que han subido un peldaño, lo que de ninguna manera conviene a sus intereses.
El Paraguay seguirá siendo pobre y atrasado mientras la educación no sea valorada, lo que implica depurarla de la contaminación político-partidaria. Mucho más allá del presupuesto, es imprescindible jerarquizarla, designando a docentes idóneos y laboriosos, que se resistan a convertirse en vulgares juntavotos. Quienes asistieron a un mitin aberrante donde fueron humillados escuchando una arenga vergonzosa tienen a su cargo a niños provenientes de hogares de bajos ingresos, que deben recibir una enseñanza que les permita competir con quienes estudiaron en otros centros educativos del país, lo cual no será posible si los maestros y maestras son tratados como borregos por el propio ministro de Educación y Ciencias.
Este habló de “atender a esos chicos para hacerles construir su futuro”, como si ello fuera posible con docentes políticamente domesticados, a quienes se les inculca que su propio futuro y el de sus alumnos dependen justamente del triunfo del candidato del partido que los mantiene en el pasado.
Con frecuencia recordamos que el ilustre obispo desaparecido monseñor Ismael Rolón abogaba porque los “hombres escombro” sean apartados de la política paraguaya. Por lo que se vio y escuchó en la reunión que comentamos, también es necesario prescindir de las figuras jóvenes con mentalidad de “escombros”.