Dos obras fundamentales para el Chaco

Más allá de los logros que se invocan, la gestión del titular del MOPC, Ramón Jiménez Gaona, ha tenido dos grandes fracasos de connotación estratégica para el interés nacional: el virtual abandono de la Ruta 9, Transchaco, y las reiteradas faltas de agua en una vasta región regada por el río Pilcomayo, por falta de mantenimiento y apertura oportuna del canal para el escurrimiento del agua a nuestro territorio. Frente al desalentador panorama vivido en relación con estos dos asuntos, la ciudadanía ha recibido con complacencia el anuncio hecho por el titular designado para la cartera mencionada, Arnoldo Wiens, en el sentido de que una de las máximas prioridades del gobierno de Mario Abdo Benítez será la total reconstrucción de la ruta Transchaco, desde Cerrito hasta Mariscal Estigarribia, mediante licitaciones por tramos y severos controles de calidad. En cuanto al Pilcomayo, nuestro diario ha venido sosteniendo que la responsabilidad institucional para la ejecución de los trabajos requeridos para asegurar el ingreso de las aguas debiera ser transferida por ley a la Gobernación del Departamento de Boquerón, tal como ocurre en el lado argentino con Formosa. Es necesario ofrecer a los habitantes las condiciones necesarias para desarrollar todo el potencial de esa rica región.

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Más allá de los logros que se invocan, la gestión del ministro de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), Ramón Jiménez Gaona, ha tenido dos grandes fracasos de connotación estratégica para el interés nacional: el virtual abandono de la ruta nacional N° 9, “Carlos Antonio López” –más conocida como Transchaco– y las reiteradas faltas de agua en una vasta región regada por el río Pilcomayo, por falta de mantenimiento y apertura oportuna del canal para el escurrimiento del agua en nuestro territorio.

Con relación a la primera falencia de gestión institucional, en vez de encarar el problema de mantenimiento como una tarea integral de efectiva rehabilitación de la vital vía de comunicación de la Región Occidental para asegurar condiciones mínimas de seguridad al intenso tráfico que la misma soporta, el ministro Jiménez Gaona optó por convertirla en un coto de caza de avivados contratistas viales que durante sus cinco años de gestión se pasaron haciendo “remiendos”, sin control de calidad ni de especificaciones técnicas requeridas en función del paquete estructural de cada tramo adjudicado para su presunta rehabilitación; por tanto, cada sección “rehabilitada” librada al tránsito volvía a inutilizarse en cuestión de semanas, y hasta de apenas días, en muchos casos.

En cuanto al virtual abandono de los trabajos estacionales de limpieza del canal del río limítrofe con Argentina, desde su embocadura a la altura de la Cañada La Madrid hasta los cauces de escurrimiento de las aguas hacia el interior de territorio paraguayo a la altura de la localidad de General Díaz, el perjuicio económico y ambiental resultante de esta injustificable desidia gubernamental puede equipararse con el causado por las pésimas condiciones de tránsito de la ruta Transchaco. Ante estas dos evidentes deficiencias institucionales, el titular del MOPC se pasó ensayando excusas traídas de los pelos, tales como la falta de recursos presupuestarios, la naturaleza, la incapacidad de los directores de la Comisión Nacional del Pilcomayo, y otras cantinelas por el estilo.

Frente al desalentador panorama vivido en relación a estos dos asuntos, la ciudadanía ha recibido con espontánea complacencia el anuncio hecho por el titular designado para ocupar la cartera de Obra Públicas y Comunicaciones, Arnoldo Wiens, en el sentido de que una de las máximas prioridades del gobierno de Mario Abdo Benítez será la total reconstrucción de la ruta Transchaco, desde Cerrito hasta Mariscal Estigarribia. Para ello, los trabajos de reconstrucción serían licitados por tramos, estando su extensión y costo al alcance de la capacidad operativa de las empresas viales paraguayas, en vez de optar por un consorcio internacional capaz de efectuar la tarea dentro de un paquete único, como lo tenía pensado la administración saliente. “Nuestra idea es trabajar entre cuatro y cinco tramos, ... a los efectos de que las empresas paraguayas puedan trabajar activamente en paralelo y que en un lapso de entre dos y tres años se pueda reconstruir totalmente la vía”, expresó Wiens. Agregó que se pretende implementar el mantenimiento de la ruta durante cinco años. “Acá la confianza es buena, pero el control es mejor”, agregó, prometiendo que las medidas de control iban a ser “severas”. Por supuesto, es de esperar que tan plausibles palabras no queden en meras promesas, en los conocidos “oparei”.

Así definida la solución que el Gobierno entrante dará a la descuidada ruta Transchaco, queda por verse cuál será la medida que tomará para rescatar del abandono gubernamental al río Pilcomayo, en su margen izquierda. En los últimos días, se los vio al ministro Jiménez Gaona y a otros funcionarios observando la apertura del canal paraguayo para la captación de las aguas del río, lo que no fue frecuente en estos cinco años de gestión.

Con relación al Pilcomayo, nuestro diario ha venido sosteniendo que la responsabilidad institucional para la ejecución de los trabajos requeridos para asegurar el ingreso regular de la mitad de su caudal al territorio nacional debiera ser transferida por ley a la Gobernación del Departamento de Boquerón, tal como ocurre con la provincia argentina de Formosa, en la margen derecha. Esto, sin perjuicio de las atribuciones diplomáticas de la Comisión Nacional del Pilcomayo, en su calidad de integrante de la Comisión Tripartita integrada por nuestro país, la Argentina y Bolivia para el aprovechamiento de las aguas. La Gobernación chaqueña debe contar con un presupuesto plurianual que posibilite que los trabajos de limpieza del canal y de su embocadura sean ejecutados sin interrupciones durante todo el año, y no solo ante la proximidad de las riadas estacionales, como se viene haciendo hasta ahora, con las deplorables secuelas de tal proceder.

El Chaco se está convirtiendo cada vez más en un emporio de riqueza, con el auge de la ganadería, la agricultura y la industria. Este dinamismo económico requiere, aparte de infraestructura vial y eléctrica, creciente disponibilidad de agua, tanto para consumo humano como animal, y para riego. Su subsuelo alberga acuíferos, pero mayormente de agua salobre, por lo que el río Pilcomayo se constituye en la única fuente masiva de agua dulce de la que depende la mitad de dicha región del país. En efecto, el acueducto actualmente en construcción proveerá solo agua potable para consumo de la población, a lo que se agrega que el régimen de lluvias es escaso.

Esta realidad ambiental hace que las aguas del Pilcomayo se constituyan en un insumo existencial para la vasta extensión del Chaco, a través de los ríos y cauces interiores, como el mítico río Verde del que bebieron nuestros soldados durante los primeros años de la guerra con Bolivia. Es por eso que el nuevo Gobierno debe asignar al Pilcomayo la misma importancia estratégica que a la Ruta Nº 9, colocándolo en el mismo contexto de prioritaria atención y asignándole los recursos requeridos para mantener expedito su curso, de modo que con cada riada estacional sus aguas desbordadas irriguen la mayor extensión posible de tierra chaqueña.

Es hora de pasar de los discursos que se prodigan abundantemente el 12 de Junio y en otras fechas gratas relacionadas con la Guerra del Chaco, a los hechos concretos, y ofrecer a sus habitantes las condiciones necesarias para desarrollar todo el potencial de esa rica región.

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