Dos presidentes, un gran negociado

Negociaciones realizadas por los gobiernos de los expresidentes Nicanor Duarte Frutos y Fernando Lugo con el Gobierno de Venezuela, de cuya inconveniencia fue advertida reiteradamente por nuestro diario e inclusive por el Banco Mundial, derivan hoy en una deuda de nuestro país cercana a los 300 millones de dólares, y a cuyo pago emplazó el gobierno de Nicolás Maduro por el término de 10 días. Se trata de una deuda con PDVSA que antes del negociado de Nicanor y Lugo no le debíamos a nadie. Este es el resultado de un timo que anunciamos ya al momento de darse los primeros pasos de la maniobra. Esta es otra historia que nos alerta acerca de cómo es posible traicionar miserablemente al propio país guiado por la ambición de dinero, por tontas simpatías ideológicas y por ser irresponsable en el manejo de los intereses superiores de la colectividad nacional. Ahora estamos frente a las consecuencias de lo anunciado desde el inicio de las operaciones. Los responsables de tamaño negociado deben rendir cuentas al pueblo por sus actos.

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En el mes de abril del año 2007, en ocasión de celebrarse la primera Cumbre Energética Sudamericana, en Venezuela, participando el entonces presidente Nicanor Duarte Frutos, suscribió con el mandamás venezolano Hugo Chávez un convenio por el cual se instalaría una refinería de petróleo en Villa Elisa, en el predio de Petropar SA. Se iba a tratar de un ente binacional que demandaría unos 600 millones de dólares, lo que entonces representaba una tercera parte de las reservas internacionales de nuestro país, tal como en ese momento denunció nuestro diario. Lo más grave era que los términos del convenio se mantuvieron en secreto.

Preguntábamos en aquel momento –¡hace ya nueve años!– “si no es factible exportar los combustibles refinados, ¿qué sentido tendría invertir 600 millones de dólares en una gigantesca refinería en Paraguay solamente para suministrar al minúsculo mercado interno? Para esto, obviamente, lo más rentable es importar directamente las naftas y el gasoil de los distintos mercados internacionales, con la participación de empresas privadas. Los costos financieros de la inversión prevista estarán en el orden de 50 millones de dólares anuales, que una vez más la población paraguaya deberá solventar inútilmente. A estas desventajas debemos agregarles la peligrosa e inaceptable dependencia del Paraguay del Gobierno venezolano que ello traerá aparejada”. Parecerían palabras proféticas si no fuesen porque emanaban directamente del sentido común.

Un año y poco después apareció subrepticiamente por aquí –su presencia no fue anunciada pero fue descubierta por la prensa– el presidente de PDVSA, Asdrúval Chávez, acompañado del entonces canciller Nicolás Maduro, para una reunión tan misteriosa como las que se hacían entonces, a la que Fernando Lugo describió posteriormente como “una visita para fortalecer esos lazos de relaciones con Paraguay” y, sobre todo, “el tema del suministro de petróleo que era un tema que veníamos conversando de hace tiempo”.

Lo cierto era que Paraguay no necesitaba que nadie en particular, como PDVSA o ninguna otra empresa de ese tipo, le suministrara petróleo ni nos financiara su adquisición. Nuestro país importaba libremente y vendía el combustible al contado a los consumidores internos y, por consiguiente, tenía dinero efectivo, contante y sonante, para ir a comprar derivados del petróleo donde le fuese más conveniente. Pero Duarte Frutos primero, y Lugo después, nos ataron a Venezuela, a PDVSA, a Chávez y a su sucesor en el mando, Nicolás Maduro, y, ahora, al desastre que este está provocando en su país y a su alrededor.

En el año 2009, expertos del Banco Mundial consultados sobre el “gran negocio” PDVSA-Petropar”, manifestaron que “el financiamiento ofrecido (por Chávez) resultaría en una acumulación adicional de deuda externa en función de las fluctuaciones del mercado mundial de petróleo en vez de en función de un plan de financiación preestablecido por el Gobierno en consistencia con las necesidades financieras del Paraguay”. Esta opinión vino a reforzar la que se originaba en el sentido común: ¿para qué volverse tributario de una entidad extranjera si se podía continuar comprando al contado sin quedar debiendo a nadie?

Pero el negociado ya se puso en marcha y se concretó, al menos en lo que al suministro de petróleo “al fiado” se refería, porque lo de la refinería no pasó de los discursos y papeles. El primer resultado del negociado de Duarte Frutos y Lugo con los chavistas venezolanos fue que el Paraguay pasó, poco tiempo después, a adeudar a PDVSA unos 300 millones de dólares. Nos convertimos en deudores de la noche a la mañana, sin ninguna ventaja a la vista, siquiera para intentar convencer a algunos incautos. Mientras tanto, el dinero pagado al contado por los automovilistas en las estaciones de servicio, y con seguridad pagado por los estacioneros a Petropar, se esfumó. ¿Quién se aprovechó de tan cuantiosa suma?

Cuando Fernando Lugo subió al poder, ya en su día inaugural y dando un toque de atención acerca de cuál sería su orientación en materia de política exterior regional, se sentó a firmar con el régimen venezolano un “Tratado de seguridad energética”, en el que aparece el nombre de una entidad a ser creada: PETROSURAMÉRICA. Por algún motivo, este proyecto nunca fue remitido a nuestro Congreso. Pero era obvia ya la intención de los bolivarianos, crear un bloque de raíz económica e ideológica simultáneamente, como dos caras de la misma moneda. Ese mismo día, el súbitamente ágil Fernando Lugo suscribe, con los mismos venezolanos, un “protocolo de enmienda al acuerdo de cooperación energética”, que es el mismo documento que Duarte Frutos negoció, pero esta vez con algunos ajustes, por ejemplo, incrementando la cantidad de petróleo que PDVSA nos suministraría, elevando de 90.000 a 120.000 metros cúbicos mensuales, cifra que era del 50% al 100% superior al consumo paraguayo de la época, que orillaba 61.000 metros cúbicos.

Nuestro diario denunció también, en aquella ocasión, que el convenio que Lugo suscribió con Chávez ponía a Petropar en manos de PDVSA, al convertir a esta en su proveedora exclusiva. Además, esta empresa le imponía a Petropar un precio más alto que el que en ese momento ofrecían las competidoras, bajo el argumento de que el volumen del combustible ya fue comprometido anteriormente (o sea, con Duarte Frutos).

Hoy sabemos, por información liberada por los actuales directivos de Petropar, que en aquel momento Fernando Lugo hizo que adquiriéramos petróleo venezolano a 1.100 dólares el metro cúbico, estando el precio de mercado en 400 dólares. A ese paso y con el tiempo, la deuda de Petropar trepó a 1.800 millones de dólares, que fue decreciendo hasta la cifra actual, que según esta empresa es de 273 millones de dólares y según PDVSA, que nos emplazó por diez días para pagarla, es de 287 millones.

Cuánta comisión habrían ganado Duarte Frutos y Lugo en esas operaciones concertadas y proseguidas desde el gobierno del primero al segundo, y cuán ricos salieron ambos y sus claques, es algo que, por supuesto, será muy difícil averiguar. Lo cierto, real, concreto y palpable es que hoy, en un momento en que la veleta ideológica está cambiando rápidamente en América del Sur, que el régimen de Maduro se está descalabrando por efecto de su propia ineptitud, prepotencia y corrupción; ahora que finalmente el Gobierno paraguayo parece asumir una actitud crítica más viril que la que venía exhibiendo respecto a la dictadura chavista fallida, Nicolás Maduro –el mismo que vino a negociar personalmente con Nicanor el negociado descripto– se enoja con Paraguay, se “picha”, e intenta una represalia, con una reacción típicamente infantil, aunque no por eso menos agraviante.

Lo cierto en este momento es que le debemos dinero de PDVSA por combustible, que antes del negociado de Nicanor y Lugo no le debíamos a nadie. Ahora tendremos que pedir dinero prestado a alguien para frenar al tilingo de Maduro, y evitar que sus manotazos desesperados nos metan en el “informconf” mundial y quedemos como país moroso, poco serio con sus compromisos internacionales.

Este es el resultado de un timo que anunciamos ya al momento de darse los primeros pasos del negociado. Esta es otra historia que nos alerta acerca de cómo es posible traicionar miserablemente al propio país guiado por la ambición de dinero, por tontas simpatías ideológicas y por ser irresponsable en el manejo de los intereses superiores de la colectividad nacional. Ahora estamos frente a las consecuencias de lo anunciado desde el inicio de las operaciones.

Los responsables de tamaño negociado deben rendir cuentas al pueblo por sus actos.

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