El combate al dengue debe comenzar por casa

Como todos los años, el Senepa ha advertido que en los próximos meses habrá en el país una epidemia de dengue si la población no se ocupa de eliminar los criaderos de mosquitos. Esa enfermedad contagiosa ya es conocida en el Paraguay desde la década de 1980, pero parece que mucha gente no se ha concienciado aún de la necesidad de que sus hogares o sus lotes estén limpios y no solo por razones estéticas. No termina de entender que se trata de una grave cuestión de salud pública, en la que la desidia –incluso la de unos pocos– puede tener consecuencias penosas o hasta fatales para decenas de miles de personas. Es evidente que estos insensatos aguardan que de la erradicación de los criaderos se ocupen solo las autoridades nacionales o municipales, como si los primeros interesados en la limpieza del entorno inmediato no debieran ser los propios vecinos. Está bien criticar a las autoridades venales o ineptas cuando no cumplen sus obligaciones, pero hay que reconocer que muchos de nuestros males derivan no solo del desconocimiento sino, también, de la indolencia de la gente.

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Como todos los años, el Servicio Nacional de Erradicación del Paludismo (Senepa) ha advertido que en los próximos meses habrá en el país una epidemia de dengue si la población no se ocupa de eliminar los criaderos de mosquitos. Esa enfermedad contagiosa ya es conocida en el Paraguay desde la década de 1980, pero parece que mucha gente no se ha concienciado aún de la necesidad de que sus hogares o sus lotes estén limpios y no solo por razones estéticas. No termina de entender que se trata de una grave cuestión de salud pública, en la que la desidia –incluso la de unos pocos– puede tener consecuencias penosas o hasta fatales para decenas de miles de personas. Es evidente que estos insensatos aguardan que de la erradicación de los criaderos se ocupen solo las autoridades nacionales o municipales, como si los primeros interesados en la limpieza del entorno inmediato no debieran ser los propios vecinos. 

Esa actitud de esperar que las soluciones siempre vengan “de arriba”, que se revela en los más variados ámbitos de la vida social, conspira contra el bien común, aunque más no sea porque la administración pública se distingue por su ineficacia. Pero aunque fuera capaz de cumplir bien con la tarea que le compete, no se puede pretender que los fumigadores del Senepa ingresen en cada una de las viviendas o de los terrenos baldíos para hacer lo que sus dueños u ocupantes deberían hacer por propia iniciativa, es decir, eliminar los criaderos que surgen, sobre todo, en neumáticos viejos, electrodomésticos en desuso o botellas vacías. 

A tanto llega la desaprensión, pese a las campañas ilustrativas, que hay quienes incluso impiden que un funcionario estatal o comunal ingrese en sus hogares para limpiarlos, para precautelar así su salud y la de sus convecinos. No se crea que solo los particulares permiten la proliferación de mosquitos con su reprochable negligencia: valgan como ejemplos que el predio del IPS en Villarrica fue allanado por la fiscalía en 2016 porque era un criadero de mosquitos de siete hectáreas, en tanto que la entonces Secretaría del Ambiente (Seam) multó a la Municipalidad de Asunción, en 2018, porque el Mercado de Abasto se había convertido de hecho en otro basurero comunal. 

Si la propia administración municipal es tan irresponsable, por decir lo menos, es entendible que en la capital del país sea letra muerta la Ordenanza N° 408/14, que ordena emplazar a los dueños de terrenos baldíos –en el marco de una campaña “contra toda posible epidemia”– a que retiren la basura dentro de 48 horas, so pena de que la Municipalidad la retire a costa de ellos y les aplique una multa. También hay que decir que el año pasado realizó “mingas ambientales”, en una de las cuales eliminó 394.700 nidos de mosquitos y 495.312 kilos de basura, lo que sin embargo suscita la pregunta de cómo pudieron haberse acumulado tantos desperdicios, habiendo un servicio de recolección pagado por los vecinos. También la Municipalidad de Mariano Roque Alonso, donde se habían registrado brotes de dengue, realizó en enero de 2018 una “gran minga ambiental”, en la que se retiraron abundantes desechos propicios para los criaderos. Y bien, ahora informa el director del Programa Nacional de Control Vectorial del Dengue, Édgar Sanabria, que esa ciudad, “que a esta altura del año en 2018 ya tenía un brote de dengue, está con 13,4% (de infestación de larvas) nuevamente”. Es decir, la iniciativa del año anterior no tuvo el efecto educativo que cabía esperar, pese a que la intendente Carolina Aranda había exhortado a los pobladores a “asumir sus obligaciones y mantener limpios sus hogares y alrededores”. 

Es evidente que aún resta mucho por hacer para que la gente se persuada de una vez por todas de que la falta de higiene conlleva un serio riesgo para la sanidad. Aparte de las Municipalidades y del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, también el de Educación y Ciencias debe impulsar al respecto campañas periódicas intensas: los alumnos pueden inculcar en sus padres lo aprendido en el aula, haciendo así de multiplicadores valiosos. Combatir el dengue supone atacar la ignorancia mediante la enseñanza y generar hábitos de aseo, también mediante la aplicación sistemática de las normativas vigentes e incluso el repudio social: no solo deben ser escrachados los políticos corruptos, sino también quienes ponen en riesgo la salud de los demás por no limpiar sus casas o sus terrenos. 

El director antes mencionado destacó que todo el país está infestado de larvas de mosquitos por la inconsciencia de la población, que no ayuda a eliminar los criaderos. La dolorosa constatación debe avergonzarnos a todos. Está muy bien criticar a las autoridades venales o ineptas, pero hay que reconocer que muchos de nuestros males derivan no solo del desconocimiento sino, también, de la indolencia de la gente. Los vecinos puercos merecen también un escrache.

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