El idiota útil del Mercosur

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La última Cumbre del Mercosur que tuviera lugar en nuestra Capital, más que para cualquier otra cosa, ha servido para confirmar que los gobiernos de los países que lo conforman son conscientes de las profundas fisuras que tiene el bloque en sus cimientos multilaterales, no restándole en consecuencia otra opción que la retórica inconducente. Como en otras ocasiones, no se han tomado las decisiones que reclama su revitalización proactiva. Solo la manida reiteración de buenas intenciones, nunca concretadas. En casi un cuarto de siglo de existencia, el Paraguay ha sido el único país que ha cumplido a cabalidad los compromisos asumidos en los tratados de Asunción y de Ouro Preto, seguido de Uruguay. En contraste, Brasil y Argentina en ningún momento hasta ahora han cumplido con el compromiso de permitir la libre circulación de bienes a través de sus fronteras. Mientras continúe el proteccionismo comercial y prevalezca lo político sobre lo jurídico, nuestro país debe acercarse con mayor fuerza a la Alianza del Pacífico. No tiene por qué seguir siendo el único idiota útil que cumple lo pactado dentro del Mercosur.

La última Cumbre del Mercosur que tuvo lugar en nuestra Capital, más que para cualquier otra cosa, ha servido para confirmar que los gobiernos de los países que lo conforman son conscientes de las profundas fisuras que tiene el bloque en sus cimientos multilaterales, no restándole en consecuencia otra opción que la retórica inconducente. Como en otras ocasiones, no se han tomado las decisiones que reclama su revitalización proactiva. Solo la manida reiteración de buenas intenciones, nunca concretadas, como el interés en un etéreo “acercamiento” con el bloque regional de la Alianza del Pacífico y el largamente dilatado acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.

De hecho, en esta oportunidad, como hace seis meses en ocasión de la Cumbre de Brasilia, el 17 de julio pasado, la actual declaración de los presidentes otra vez no ha pasado de la mera repetición de lo dicho en aquella ocasión. La de ahora dice: “Coincidieron en el interés de convocar en el breve plazo una reunión de alto nivel entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico a fin de abordar temas de interés común”, reza la declaración de marras en su punto 9.

Por su parte, la Declaración de Brasilia en el punto 24 expresaba: “Al reafirmar el compromiso común con la integración regional, realzaron el interés en que se refuerce el diálogo del Mercosur con otros esquemas de integración que permitan fortalecer la complementación regional y que manifiesten disposición para dialogar con el Mercosur”. En el punto 25 de la misma Declaración, los mandatarios del Mercosur “subrayaron, en este sentido, el interés en que se realice una nueva reunión entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico, así como la importancia de la presentación del Plan de Acción remitido por el Mercosur a la Alianza del Pacífico”.

Para los críticos del Mercosur, hay sobradas razones para dudar de que los gobiernos del bloque económico regional logren consenso en el corto plazo para negociar una asociación de libre comercio con la Alianza del Pacífico; menos aún con la Unión Europea. En casi un cuarto de siglo de existencia del mercado común, el Paraguay ha sido el único país que ha cumplido a cabalidad los compromisos asumidos en los tratados de Asunción y de Ouro Preto, seguido de Uruguay.

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Por tanto, con sobrada razón el presidente Horacio Cartes ha reclamado el rebalanceo del Mercosur con los objetivos de su creación. No es admisible que casi a un cuarto de siglo desde su creación la organización se mantenga inservible, como basura política. Si el Mercosur tiene que sobrevivir a las expectativas de sus creadores, los Estados miembros deben venir con soluciones a los problemas reclamados insistentemente por el Paraguay y Uruguay, los países miembros más pequeños y de menor músculo económico. En tal sentido, se requieren políticas innovadoras de largo plazo para que el Mercosur funcione, y eso depende enteramente de los socios de economía más desarrollada; vale decir, de Brasil y Argentina.

En contraste con la postura de Paraguay, Brasil y Argentina en ningún momento hasta ahora han cumplido con el compromiso de permitir la libre circulación de bienes a través de sus fronteras. Con el pretexto de proteger su economía, han implementado cíclicamente trabas de diversa naturaleza para impedir el libre comercio, que es el objetivo central de la asociación económica regional.

Esa política proteccionista ha repercutido sobre la economía del Paraguay –y también del Uruguay– por partida doble: por un lado, impidiendo la comercialización de los bienes producidos en nuestro país y, por el otro, negándonos el derecho de negociar opciones de entendimiento comercial con otros países de la región o de extra zona. Brasil y Argentina no se resignan a aceptar la realidad inherente a las asociaciones comerciales de libre mercado.

Por otra parte, las ganancias que cada Estado miembro obtenga nunca alcanzarán a todos por igual. Siempre habrá sectores económicos más favorecidos que otros. Realidad económica que los Estados miembros deben administrar para que en el final todos salgan ganando.

Mientras Brasil, Argentina –y en el futuro Venezuela y Bolivia– no se avengan a cumplir estrictamente los compromisos asumidos dentro de la asociación comercial regional, esta no va a funcionar y la retórica vacía seguirá siendo la constante de las Cumbres presidenciales.

En cuanto a la Alianza del Pacífico, si los gobiernos de los países que la integran cumplen con los compromisos de libre comercio convenidos, será plenamente exitosa. Su franco resultado auspicioso en poco tiempo avala que las cosas en ese bloque se están enfrentando con toda seriedad, sin los prejuicios ideológicos que predominan en el nuestro.

Mientras en el Mercosur siga vigente el proteccionismo comercial de Brasil y Argentina, y prevaleciendo lo político sobre lo jurídico, el Paraguay debe acercarse con mayor fuerza a la Alianza del Pacífico. No tiene por qué seguir siendo el único idiota útil que cumple lo pactado dentro del Mercosur.