El Partido Colorado es responsable de la situación del país

De la campaña electoral que despliegan el senador Mario Abdo Benítez y el exministro Santiago Peña se desprende que todos los problemas del país serían solucionados si cualquiera de ellos llegara al Palacio de López. No es raro, desde luego, que un candidato se presente como un manosanta que traerá de inmediato la bonanza a sus queridos conciudadanos si estos tienen la sabiduría de elegirlos. Lo curioso de este caso es que los contendientes pertenecen al mismo partido que desgobierna desde 1947. El prolongado ejercicio del mando ha hecho que los colorados no distingan en absoluto entre el partido y el Estado, haciendo uso y abuso de los bienes que pertenecen al pueblo. El “ñamanda” les proporcionó y les sigue proporcionando un deleite singular. El poder por el poder mismo, o, en todo caso, para el rápido enriquecimiento ilícito, ha sido la habitual norma de conducta de los dirigentes colorados. No caben dudas de que, con sus 70 años en el Gobierno, esta nucleación política es la principal responsable de los dramas que afectan al país, y que los dos precandidatos presidenciales colorados prometen eliminar. Es una tomadura de pelo que uno se postule atacando a un Gobierno colorado, y que el otro se identifique de pronto con el “glorioso” pasado de la ANR.

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De la campaña electoral que despliegan el senador Mario Abdo Benítez y el exministro Santiago Peña se desprende que todos los problemas del país serían solucionados si cualquiera de ellos llegara al Palacio de López. No es raro, desde luego, que un candidato se presente como un manosanta que traerá de inmediato la bonanza a sus queridos conciudadanos, si estos tienen la sabiduría de elegirlos. Lo curioso de este caso es que los contendientes pertenecen al mismo partido que desgobierna desde 1947. Al escuchar los ataques del senador “anticartista”, se diría que el mismo no fue elegido en la lista sábana del actual partido oficialista, y que uno de sus seguidores, Juan Afara, no llegó a vicepresidente de la República integrando un binomio con el actual jefe de Estado. La Junta de Gobierno de la ANR apoya con firmeza al presidente Horacio Cartes, razón de más para afirmar que este es un Gobierno tan colorado como el de Alfredo Stroessner, a quien el “disidente” en cuestión dijo alguna vez admirar, por razones bastante comprensibles. A pesar de esto, cuestiona a Cartes, como si el Partido Colorado no tuviera nada que ver con él y, en consecuencia, ninguna responsabilidad política que asumir por los males que estaría causando al Paraguay.

Desde hace décadas, los dirigentes de la ANR tienen la habilidad de estar a la vez en el Gobierno y en la oposición, lo que induce a los incautos a creer que ese mismo partido ofrece la alternativa a la corrupción y a la ineptitud en las que están inmersos sus dirigentes. Dado que el senador Abdo Benítez pertenece al partido de Gobierno pero se las da de “opositor”, se presenta como una opción frente a su flamante correligionario Peña, un tecnócrata que decidió afiliarse a la ANR para aspirar a la Primera Magistratura de la mano del Presidente de la República.

Se ignora si este último ha hecho suya la historia de su nuevo partido, con sus luces y sus sombras, pero ya está incurriendo en la vieja práctica de apoyarse en deplorables funcionarios y políticos colorados, exhibiéndose orondamente con ellos, aunque sean unos facinerosos de pública notoriedad. Todo indica que se siente muy a gusto en compañía de los senadores Víctor Bogado y Óscar González Daher, así como de las diputadas Perla de Vázquez y Cristina Villalba y del esteño Javier Zacarías Irún, por citar solo a algunos aborrecibles exponentes contemporáneos del partido “agrarista”.

Está claro que, como el senador Abdo Benítez, el delfín del titular del Poder Ejecutivo combatirá la corrupción y la inseguridad reinantes y formará una “selección nacional”, como lo hizo su mentor, para convertir al Paraguay en un paraíso en el que haya trabajo, educación, salud y rutas para todos, es decir, todo aquello que la ANR no le pudo brindar al país durante sus 70 años en el Gobierno. Vale la pena recordar a los mandatarios colorados que se sucedieron desde entonces, que no pudieron o no quisieron arrancar al país de las garras de la corrupción, la ignorancia y la pobreza, sino más bien acentuándolas: a Higinio Morínigo, que instaló a los colorados en 1947; le siguieron Juan Manuel Frutos (1948), Natalicio González (1948-1949), Raimundo Rolón (1949), Felipe Molas López (1949), Federico Chaves (1949-1954), Tomás Romero Pereira (1954), Alfredo Stroessner (1954-1989), Andrés Rodríguez (1989-1993), Juan Carlos Wasmosy (1993-1998), Raúl Cubas Grau (1998-1999), Luis González Macchi (1999-2003), Nicanor Duarte Frutos (2003-2008) y Horacio Cartes (2013...).

El prolongado ejercicio del mando ha hecho que los colorados no distingan en absoluto entre el partido y el Estado, haciendo uso y abuso de los bienes que pertenecen al pueblo. El “ñamanda” les proporcionó y les sigue proporcionando un deleite singular. El poder por el poder mismo, o, en todo caso, para el rápido enriquecimiento ilícito, ha sido la habitual norma de conducta de los dirigentes colorados.

En el preámbulo del estatuto de la ANR se lee que el Estado es un “servidor del hombre libre”, expresión acuñada por el “tendota” Natalicio González, pero que, en la práctica, se constituye más bien en un servidor de quienes ocupan un cargo público, dotados del ineludible carnet partidario.

Y bien, no cabe dudas de que con sus 70 años en el Gobierno, esta nucleación política es la principal responsable de los dramas que afectan al país, y que los dos precandidatos presidenciales colorados prometen eliminar. Es una tomadura de pelo que uno se postule atacando a un Gobierno colorado y que el otro se identifique de pronto con el “glorioso” pasado de la ANR.

No les vendría nada mal a los colorados que vuelvan a la llanura para que, desde allí, sus candidatos y seguidores hagan un acto de contrición, asumiendo la culpa que les corresponde por haber causado tantas calamidades. En las actuales circunstancias, a quien triunfe en los comicios internos se le podrá echar en cara lo que el otro le reprochó en la campaña electoral, porque ambos tienen razón cuando se contradicen. Pero no tienen razón en lo único en que parecen coincidir, decir que el Partido Colorado es del todo ajeno a los desmanes que cometieron sus afiliados en la función pública desde 1947.

Si el candidato colorado que surja de los comicios internos no realiza una severa autocrítica, un sincero arrepentimiento, y reconoce que el causante de los males del Paraguay es su propio partido, al tiempo de prometer que se regenerará y no repetirá la sombría historia que están dejando al país, se impone que los ciudadanos y las ciudadanas le nieguen su voto en las próximas elecciones.

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