Emplear redes sociales y escraches públicos contra los corruptos

Nadie ignora que la Dirección Nacional de Aduanas (DNA) es un antro de corrupción desenfrenada, en el que los funcionarios roban para sí mismos y para sus padrinos políticos. Entre los principales responsables de que esa vieja práctica delictiva persista figura actualmente la ministra de Hacienda, Lea Giménez, como figuró hasta hace poco Santiago Peña, el precandidato presidencial impulsado por el presidente Horacio Cartes. Es lo que puede afirmarse tras leer el art. 384, inc. 1, del Código Aduanero, según el cual “la DNA es un órgano del Estado de carácter autónomo, dependiente de la máxima autoridad del Ministerio de Hacienda, encargado de aplicar las disposiciones correspondientes”. El titular de la institución aduanera, Nelson Valiente, sostiene que el organismo que preside depende del Presidente de la República, mientras que los titulares de sindicatos de la institución se vinculan directamente con el jefe de Gabinete Civil de la Presidencia, Juan Carlos López Moreira. En la DNA continuarán surgiendo como hongos riquezas mal habidas en tanto el poder político ampare a descarados delincuentes de guante blanco.

Cargando...

Nadie ignora que la Dirección Nacional de Aduanas (DNA) es un antro de corrupción desenfrenada, en el que los funcionarios roban para sí mismos y para sus padrinos políticos. Entre los principales responsables de que esa vieja práctica delictiva persista figura actualmente la ministra de Hacienda, Lea Giménez, como figuró hasta hace poco Santiago Peña, el precandidato presidencial impulsado por el presidente Horacio Cartes. Es lo que puede afirmarse tras leer el art. 384, inc. 1, del Código Aduanero, según el cual “la DNA es un órgano del Estado de carácter autónomo, dependiente de la máxima autoridad del Ministerio de Hacienda, encargado de aplicar las disposiciones correspondientes” (las negritas son nuestras).

Haciéndose los ñembotavy por razones políticas ante las fechorías sistemáticas de sus correligionarios, ambos incurrieron o incurren en la “culpa in vigilando”, es decir, en una negligencia culposa que les resta autoridad moral para prometer sanear mañana la administración pública o perseguir hoy la evasión impositiva.

Es cierto que el director Nelson Valiente fue nombrado en tal carácter por el Poder Ejecutivo, de acuerdo al inc. 3 de la norma citada, pero está directamente subordinado a quien dirige la cartera de Hacienda. Si este impresentable hace la vista gorda –y habría que investigar si no es cómplice– a los latrocinios sistemáticos de sus funcionarios, por decir lo menos, Santiago Peña hizo lo propio con respecto a sus acciones u omisiones; Lea Giménez está haciendo lo mismo, permitiendo que continúe el enriquecimiento ilícito a costa del erario. Ni el uno ni la otra han tenido el coraje de solicitar al Presidente de la República –como correspondía y corresponde– la remoción del director por inepto o cómplice de los ladrones. Ambos se limitaron a lloriquear alguna vez por la baja recaudación aduanera, sin tomar ninguna medida para poner coto al pillaje de todos los días.

El exministro informó en marzo de este año que, como las iniciativas de la DNA para aumentar sus ingresos eran “claramente insuficientes”, el Equipo Económico le había pedido varias veces reforzar los controles. En esos mismos días, su sucesora, en aquel entonces viceministra de Economía, señaló que entre enero y julio de 2016, la DNA recaudó 314.000 millones de guaraníes menos que en el mismo lapso del año anterior, añadiendo que “hay un espacio para mejorar la recaudación por el lado de los controles”. Por supuesto, Nelson Valiente ignoró lo que fue una simple expresión de deseo y no una orden tajante como correspondía: los controles siguen fallando y los bandidos del órgano dependiente del Ministerio de Hacienda continúan llenando sus bolsillos y los de sus jefes políticos protectores.

Si Santiago Peña no tuvo otrora la dignidad de renunciar al cargo de ministro de Hacienda porque un subalterno hizo oídos sordos al Equipo Económico, sin que el presidente Cartes lo destituyera, tras emprender su campaña electoral se exhibió muy ufano con notorios “magos de las finanzas” de la DNA, demostrando que la corrupción allí imperante no le importó ni le importa un bledo. Esos repugnantes partidarios suyos nada tendrían que temer si él llegara al Palacio de López.

La indefensa ministra de Hacienda, por su parte, hace la vista gorda, consciente de que su subalterno, el jerarca aduanero, es políticamente mucho más poderoso que ella, tanto que hasta sus funcionarios la ningunean vinculándose directamente con Juan Carlos López Moreira, jefe de Gabinete Civil de la Presidencia de la República, en vez de acudir a ella. En efecto, los secretarios generales de cuatro sindicatos, tres de los cuales –Gustavo Kirmser, Nitder Samudio y Osvaldo Molinas– aumentaron escandalosamente su patrimonio en los últimos años, presentaron a López Moreira todo un plan para mejorar las recaudaciones “conforme a los lineamientos estratégicos trazados por el Ejecutivo”. O sea que, en la práctica –pese a la ley–, la DNA no depende de la máxima autoridad del Ministerio de Hacienda, sino del mencionado jefe de Gabinete, quien seguramente también ejecutará el “plan”, aunque el órgano encargado de aplicar las disposiciones legales pertinentes sea el encabezado por Lea Giménez, según el Código Aduanero.

Ya en noviembre de 2015, con todo descaro, Nelson Valiente sostuvo que “la DNA es una institución dependiente directamente de la Presidencia de la República”, de modo que es comprensible que incluso sus subordinados ignoren olímpicamente a la pobre ministra de Hacienda, que hasta se afilió a la ANR para darle el gusto a Horacio Cartes. Así, el caos institucional es mayúsculo, más aún considerando que los sindicalistas dejaron de lado a su propia jefa para formular sus propuestas muy cerca de la “Corona”.

Es presumible que los autores del “plan” de recaudación no habrán propuesto nada que se oponga a sus muy particulares intereses y que, por lo tanto, el mismo no haya previsto el compromiso formal de que los funcionarios dejen de robar y de transportar maletines. Si la DNA recauda poco, es porque su personal roba mucho, como han de saberlo el propio López Moreira y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ingenuamente sigue enviando misiones técnicas para tratar un problema que no podrá ser solucionado mientras no se aplique el Código Penal.

En la DNA continuarán surgiendo como hongos riquezas mal habidas en tanto el poder político ampare a descarados delincuentes de guante blanco, que ni siquiera estiman prudente ocultar su cuantioso patrimonio. Se sienten protegidos porque “trabajan” para quienes mandan, como no deben ignorarlo ni Santiago Peña ni Lea Giménez. Si no tuvieron ni tienen el coraje de sanear un órgano dependiente de la cartera a su cargo, es porque temieron y temen la represalia de los políticos poderosos beneficiarios de la corrupción. Optaron por agachar la cabeza indignamente y tolerar una situación de ilicitud permanente, que tanto daño causa no solo al erario, sino también a los productores y contribuyentes honestos.

Si las cosas están así, solo puede esperarse que los “magos de las finanzas” realicen actos cada vez más grandes de prestidigitación para que las recaudaciones que deberían engrosar las arcas del Tesoro vayan a parar a sus propias faltriqueras y a las de sus padrinos, mediante un tráfico de “maletines” cada vez más activo.

Entonces, en vista de que a las autoridades responsables de corregir tanta inmundicia no les interesa, solo las denuncias a través de las redes sociales y los escraches públicos de los ciudadanos y las ciudadanas hacia sus vecinos bandidos y autoridades corruptas pueden frenar esta escandalosa y descarada corrupción que afecta a las instituciones recaudadoras de nuestro país.

Enlance copiado
Content ...
Cargando ...