En el mármol de la historia

La muerte de Patricio Aylwin causó hondo pesar en el ambiente académico y político del mundo occidental por haberse ganado en vida el respeto de la clase política internacional, como conductor victorioso de la transición de la dictadura a la democracia en Chile, país hermano duramente castigado, igual que el nuestro y otros del continente, por la dictadura militar durante la guerra fría. Como líder político, encaró siempre una lucha frontal contra el autoritarismo, sea de derecha o de izquierda. Estadistas de la talla de Aylwin dejan vacíos siempre difíciles de cubrir cuando desaparecen.

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La muerte de Patricio Aylwin Azocar causó hondo pesar en el ambiente académico y político del mundo occidental por haberse ganado en vida el respeto de la clase política internacional, como conductor victorioso de la transición de la dictadura a la democracia en Chile, país hermano duramente castigado, igual que el nuestro y otros del continente, por la dictadura militar durante la guerra fría.

Aylwin fue uno de los fundadores y presidente del Partido Demócrata Cristiano de su país, y como líder político encaró siempre una lucha frontal contra el autoritarismo, sea de derecha o de izquierda, postura que favoreció su elección como líder de una complicada concertación democrática formada para iniciar el proceso de retirada de los militares de las instituciones civiles y de retorno de Chile a la vida constitucional.

Finalmente, luego de idas y venidas y del casi agónico triunfo en el referéndum que decretó la no continuidad de la dictadura militar conducida por el general Augusto Pinochet, Patricio Aylwin fue elegido el primer presidente constitucional de Chile posdictadura, al frente de la aludida concertación de partidos que, si bien exigieron sus cuotas de participación, todos ellos acataron las reglas democráticas con disciplina a pesar de la diversidad.

Aylwin tuvo momentos de zozobra antes y durante la transición de la dictadura a la democracia, ya que desde 1987, en plena dictadura y enfrentando todo tipo de aluviones de críticas, participó en las negociaciones con Pinochet para reformar la Constitución de 1980, la que se aprobó en el plebiscito de 1989 abriendo de esa forma el camino hacia la transición pacífica a la democracia.

Fue participante activo de la campaña del No que triunfó en el referéndum en 1988 donde se decidió si Pinochet continuaba o no en el poder hasta marzo de 1997. El triunfo de la oposición significó la convocatoria en 1989 a elecciones de Presidente y parlamentarios. Aylwin fue elegido presidente, no obstante, Pinochet continuó como comandante de las Fuerzas Armadas, lo que contribuyó a tensionar más aún la transición.

“Pinochet no intentó cogobernar desde que asumí la Presidencia. Me dijo: ‘Yo como militar sé mandar y obedecer. Ahora usted es el Presidente y yo le obedezco a usted’”, recordó más tarde. Agregó que tuvieron desacuerdos con Pinochet, pero que, en definitiva, este nunca pretendió intervenir en la orientación de su gobierno y que nunca le desobedeció, recordando así la difícil convivencia cívico-militar que el pueblo chileno acató admirablemente con la esperanza de ver días mejores, y que hoy es compensada con la estabilidad, el progreso y la madurez política de su elite gobernante.

Luego de concluir su mandato presidencial en 1994, el exmandatario siguió teniendo una intensa actividad política interna y externa, además de ser consultado para todas las crisis políticas que Chile soportó en ese tiempo.

Su figura es tal vez solo comparable con la de Adolfo Suárez, el estadista español que logró entrar en la Historia por haber dirigido también con éxito el camino desde un Estado dictatorial a una democracia constitucional en dos años y medio, a pesar de los esfuerzos en contra de la extrema derecha y del terrorismo.

Estadistas de la talla de Aylwin dejan vacíos siempre difíciles de cubrir cuando desaparecen, para pasar a grabar su nombre en el mármol de la historia en la lista de líderes que ayudaron a nuestros pueblos a recuperar las libertades públicas y con ellas la dignidad de vivir en democracia.

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