Enmienda manchada de sangre

El presidente Horacio Cartes y el senador Fernando Lugo, secundados por el servicial senador liberal Blas Llano, siguen empeñados en imponer a la República su perversa enmienda manchada de sangre. No se detienen ante nada, ni siquiera ante los heridos y un fallecido registrados durante la brutal represión policial contra manifestantes y el asalto al local del PLRA. Con su desmedida ambición de poder, generaron el clima de violencia del que habían advertido importantes sectores de la sociedad, incluyendo el eclesiástico, cuando pusieron en marcha el siniestro mecanismo para seguir en el Palacio de López o volver a él a como dé lugar. Lugo y Cartes no son compañeros de ideales sino de apetencias. No les asusta la sangre ya derramada y siguen empeñados en profanar la Ley Suprema. Están confabulados contra la Constitución que alguna vez juraron cumplir y hacer cumplir. Han firmado una suerte de pacto de sangre para consumar el atropello, sin importarles un bledo el repudio de sus conciudadanos, ni el profundo dolor causado a una familia paraguaya enlutada. Ellos dos y sus acólitos van a ser los responsables de las consecuencias de la enmienda manchada de sangre inocente que están llevando adelante.

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El presidente Horacio Cartes y el senador Fernando Lugo, secundados por el servicial senador liberal Blas Llano, siguen empeñados en imponer a la República su perversa enmienda manchada de sangre. No se detienen ante nada, ni siquiera ante las graves heridas sufridas a quemarropa por el diputado Édgar Acosta y decenas de personas más, ni ante el asesinato del joven Rodrigo Quintana, perpetrado durante el brutal y aparatoso asalto policial a la sede del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA). Con su desmedida ambición de poder, generaron el clima de violencia del que ya habían advertido importantes sectores de la sociedad civil, incluyendo el eclesiástico, cuando pusieron en marcha el siniestro mecanismo para seguir en el Palacio de López o volver a él a como dé lugar. Mintieron una y otra vez, dando muestras de una doblez singular.

Lugo y Cartes no son compañeros de ideales sino de apetencias. Que se sepa, tampoco son amigos. Parafraseando a un escritor argentino, no los une el amor sino el espanto que les causa que la Constitución prohíba que sean reelegidos. Y entonces la atropellan, con la complicidad de personajes venales, carentes de toda dignidad. No les asusta la sangre ya derramada y siguen empeñados en profanar la Ley Suprema, sin perjuicio de convocar a una “mesa de diálogo”, que no concluirá con la única decisión que la conciencia moral y jurídica de la ciudadanía puede aceptar, la de que el insensato proyecto de enmienda sea arrojado al basurero.

Cartes y Lugo están confabulados contra la Constitución que alguna vez juraron cumplir y hacer cumplir. Han firmado una suerte de pacto de sangre para consumar el atropello, sin importarles un bledo el repudio de sus conciudadanos, ni el profundo dolor causado a una familia paraguaya enlutada. Actúan concertados: primero, los senadores reeleccionistas celebraron dos sesiones irregulares en la sala puesta a su disposición por la bancada del Frente Guasu en la Cámara Alta; ahora, coordinaron la movilización de sus adherentes, pues este sábado los “luguistas” se congregarán en Coronel Oviedo, y el lunes los “cartistas” en las capitales departamentales. Solo falta que los dos protagonistas de esta macabra historia compartan un escenario, junto con el nunca bien ponderado senador Llano, financiado en alguna ocasión por el presidente Cartes, según reveló este mismo. ¿Acaso se creen salvadores de la patria, figuras del todo imprescindibles para el presente y el futuro del Paraguay? No cabe duda de que ambos son soberbios y ególatras, aunque uno de ellos –el exobispo– trate de disimularlo con sus modales untuosos.

El presidente Cartes no se conforma con la posibilidad de que en 2018 empiece a aportar sus luces como senador vitalicio, así como su estrecho aliado en esta escandalosa coyuntura no se da por satisfecho con ocupar una banca en la Cámara Alta. Lo que ellos quieren no es opinar en una sesión plenaria o legislar junto con otros senadores, sino mandar en solitario para satisfacer su vanidad. Si se abocaron a violentar la Constitución no es necesariamente porque deseen aumentar su patrimonio, pero es evidente que lo principal es que quieren asegurarse, al menos por un tiempo, su impunidad y la de sus paniaguados. Pretenden saciar su inmensa sed de poder, aunque ello implique pasar sobre el cadáver de compatriotas.

Estos desprestigiados personajes deben considerar, sin embargo, que el hecho de que estén dispuestos a correr ese tremendo riesgo no va a amilanar a quienes ya se están levantando en defensa de la Constitución y de la decencia en el manejo de la cosa pública. Los matones uniformados, teledirigidos desde las altas esferas en las que también sientan plaza algunos gerentes, descubrirán que este no es un pueblo de borregos y entonces tendrán que optar entre seguir hiriendo y matando para que dos inescrupulosos se salgan con la suya, o ajustarse a la ley, respetando el derecho ciudadano a manifestarse pacíficamente.

Lo que los involucrados en esta operación antirrepublicana están llevando adelante contra viento y marea puede confundir a la opinión pública internacional, dado que, en principio, pertenecen a campos ideológicos opuestos. De hecho, ya confundió a Evo Morales, quien desde su cuenta de Twitter escribió lo siguiente: “Congreso paraguayo convulsiona a su pueblo. Sr. Luis Almagro, secretario general de la #OEA, ahora, ¿habrá Carta Democrática para #Paraguay?”. El Presidente boliviano acertó al apuntar que el Congreso paraguayo convulsiona a su pueblo, ignorando que entre los autores de la conmoción figuran los senadores del izquierdista Frente Guasu, liderados por Fernando Lugo. A Morales se le cruzaron los papeles, por olvidar que las ganas de mandar pueden forjar aquí las más extrañas alianzas.

Le asombrará saber, por ejemplo, que el solícito senador Llano, con cuyo voto el bolivariano Lugo fue destituido en 2012 de la Presidencia de la República, quiere que este señor vuelva a gobernar en 2018, pese a lo que dispone la Constitución.

Los alzados contra nuestra Carta Magna son tan caraduras que hasta invocan al papa Francisco para disimular sus fechorías, como para tratar de lavar a su amparo la sangre vertida. Pero ya no engañan a nadie y mucho menos a la clerecía, uno de cuyos miembros, monseñor Joaquín Robledo, acaba de expresar su oposición a la aberrante enmienda constitucional.

Lo que está en juego es el Estado de derecho, es decir, aquel en el que las leyes rigen tanto para los gobernantes como para los gobernados. La Constitución también vale para Horacio Cartes y Fernando Lugo. De eso están convencidos los paraguayos decentes, a quienes van a encontrar en la calle defendiendo la legalidad. Ellos dos y sus acólitos van a ser los responsables de las consecuencias de la enmienda manchada de sangre inocente que están llevando adelante.

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