Lamentablemente, la mayoría de los dieciséis centros de experimentación y capacitación agropecuaria construidos por misiones técnicas extranjeras y transferidos luego al Estado se hallan hoy desiertos y en ruinas. Funcionaron mientras fueron gestionados por los generosos donantes, pero se echaron a perder en cuanto el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) se hizo cargo de ellos, de acuerdo a los convenios suscritos.
El hecho debe llenarnos de vergüenza ante los Gobiernos de países que, como los de Alemania y la República de China, quisieron alentar el desarrollo rural; y de indignación ante los Gobiernos nacionales que lo impidieron por “falta de presupuesto” para mantener los proyectos, es decir, por falta de interés en el bienestar de los campesinos. ¿Nos damos cuenta de la maldad que significa haber desperdiciado el dinero y el tiempo empleados por las misiones técnicas extranjeras, para levantar unas instalaciones destinadas a la tan necesaria capacitación de los campesinos y en los métodos modernos de producción? Despreciamos su ayuda y la arrojamos al basurero. Apena ver las fotografías de las instalaciones abandonadas, y asusta imaginarse cómo reaccionarían los contribuyentes alemanes o chinos si presenciaran tamaño desperdicio.
Al Estado paraguayo no le repugna recibir donativos, aunque sean pequeños, sobre todo si consisten en dinero contante y sonante, cuya administración esté en las exclusivas manos de sus funcionarios. El problema surge cuando debe dar continuidad a los proyectos iniciados con financiamiento internacional, haciendo uso de los recursos humanos y materiales incluidos en su presupuesto. Ocurre que hay otras prioridades, como la de contratar o nombrar al personal administrativo superfluo, la de dotar de buenos sueldos y viáticos a los jerarcas, así como a sus allegados y allegadas, y la de solventar suculentos servicios gastronómicos. Hay corrupción y derroche, así como desidia e ineficiencia. Se recordará que el embajador japonés se vio obligado a urgir al gobierno de Federico Franco a que concluyeran de una vez por todas las obras del nuevo Hospital de Clínicas, construidas con dinero aportado por su país. Si aquella vez no importaban mucho la salud pública ni la formación de los médicos, ahora se advierte que para el Gobierno tampoco es relevante el aumento de la capacidad productiva de los labriegos. Da la impresión de que, por así decirlo, hay Gobiernos de otras latitudes que se preocupan más por la suerte de los agricultores paraguayos que sus propios compatriotas instalados en el MAG o en el Congreso.
Cuando el Ministerio de Hacienda privó de fondos a 19 escuelas agrícolas, criticamos a los legisladores de sus respectivas zonas de influencia por no haber protestado contra tamaño despropósito. Ahora cabe preguntarse por qué los congresistas oriundos de los departamentos de Paraguarí, Cordillera, Guairá, Caazapá, San Pedro, Misiones, Itapúa y Alto Paraná, donde se hallan los centros abandonados, nunca se interesaron por ellos en la última década. Parece que, más bien, tienen otras preocupaciones, entre las que figuran la práctica adecuada del tráfico de influencias y la rápida satisfacción de los apetitos de la clientela política.
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El Presidente de la República sabrá qué explicación dar a los embajadores de Alemania y de la República de China, en nombre propio y en el de sus últimos antecesores, si es que lo cree conveniente.