España se comporta como una malvada madrastra

La pretensión del Gobierno español de que el Paraguay no asista a la Cumbre Iberoamericana, que tendrá lugar en Cádiz en noviembre, para que su país pueda recomponer las maltrechas relaciones con la presidenta Cristina de Kirchner, constituye una repudiable agresión a la dignidad de los paraguayos que de ninguna manera debe ser consentida por las autoridades de la República. Es ciertamente lamentable que el Gobierno de un país al que todos creemos serio como España se preste a seguir la cínica estrategia de sistemática persecución a los paraguayos y sus legítimos representantes que la secta bolivariano-marxista ha emprendido desde el pasado mes de junio. No esperábamos de quien durante siglos se ufanó de ser nuestra Madre Patria. Se está comportando como una malvada madrastra.

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La pretensión del Gobierno español de que el Paraguay no asista a la Cumbre Iberoamericana, que tendrá lugar en Cádiz los próximos 16 y 17 de noviembre, para que su país pueda recomponer las maltrechas relaciones con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, constituye una repudiable agresión a la dignidad de los paraguayos que de ninguna manera debe ser consentida por las autoridades de la República. El presidente Federico Franco debe asistir a la cita regional como el legítimo representante de una nación libre y soberana que se vincula con sus hermanas en pie de igualdad, tan “hija” de España como cualquier otra.

Casi dos meses atrás, la postura del gobierno de Mariano Rajoy fue explicitada por el canciller José Manuel García-Margallo, cuando se permitió “sugerir” al Paraguay que no participe del encuentro. En efecto, el ministro, asombrosamente, sostuvo el pasado mes de julio que era “mejor para España, como país organizador, y mejor para el conjunto de países” que nuestro país no fuera a la cumbre.

Ahora, la opinión pública viene a tomar conocimiento de que el secretario de Estado de Iberoamérica, Jesús García, habría efectuado una “sigilosa” visita a Asunción para disuadir a las autoridades nacionales de asistir a la mencionada reunión cumbre.

Ayer, en un comunicado cargado de ambigüedades y críptico lenguaje diplomático, la Embajada de España en Asunción afirmó que “la participación del Paraguay en dicha cumbre será objeto de las conversaciones que el presidente Rajoy mantendrá con el presidente Franco próximamente en Nueva York”. Así como está encarado el informe, queda la impresión de que es España la que tiene la última palabra sobre si “acepta o no” que estemos en la destacada cita regional.

Es de todo punto de vista incomprensible que España se denigre a sí misma de manera tan vergonzosa, aceptando sin ningún tipo de cuestionamiento la imposición de un gobierno extranjero –en este caso, de la Argentina– que no ha hecho más que tratarla en todo momento con el desprecio propio de los arrogantes. Cualquiera diría que un espíritu de mendigo guía hoy el derrotero de su política internacional.

Desde ya, es preciso señalar que el Paraguay es un país miembro fundador de la Comunidad Iberoamericana, con sede en Madrid y cuyo actual secretario general es el doctor Enrique Iglesias, excanciller del Uruguay y expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Ninguna sanción –ni política ni económica– ha sido impuesta a nuestro país por dicha organización; por lo tanto, no existe razón alguna para automarginarnos o ser excluidos por culpa de otros de participar en la Cumbre que se celebrará en noviembre próximo en Cádiz. Tenemos todo el derecho de estar allí presentes, y debemos estar.

De acuerdo con informaciones propaladas en Madrid y Buenos Aires, España tiene la intención de recomponer sus deterioradas relaciones con la presumida presidenta Kirchner, muy afectadas por la arbitraria decisión asumida por esta última de expropiar el 51% de las acciones que la empresa española Repsol tenía en YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales). El gobierno de Rajoy le suplica ahora al Gobierno argentino que le pague la adecuada compensación que corresponde por la arbitraria confiscación.

Hasta aquí todo muy bien... o muy mal, depende de la posición política desde la que se la considere. Lo que no tiene ningún sentido, representa un atropello a la dignidad nacional y, además, una repudiable falta al respeto que se deben dos naciones civilizadas, es que España intente sacrificar su relación con el Paraguay en pos de la recuperación de sus desgastados vínculos con una tercera nación. Los paraguayos, es preciso hacérselo saber al Gobierno español, no tenemos la culpa ni somos remotamente responsables de sus diferencias o conflictos con la infatuada Presidenta argentina.

Por lo demás, sostener, como lo pretende el Gobierno español, que la única forma de granjearse la simpatía de la señora Kirchner es logrando que Federico Franco no se asome a la Cumbre Iberoamericana para no “indisponerla”, porque ella lo considera un presidente ilegítimo, sería aceptar que la República Argentina ejerce algún tipo de tutela sobre nuestro país, concediéndole el derecho a dirimir nuestras cuestiones internas y definir qué autoridades son genuinas y cuáles no.

Los paraguayos nunca podríamos aceptar tal presupuesto, no al menos sin que se produzca una notoria mengua de nuestra firme convicción en los principios rectores que rigen en nuestras relaciones internacionales, prescriptos en el artículo 143 de nuestra Constitución, a saber: la independencia nacional, la autodeterminación de los pueblos, la igualdad jurídica entre los Estados y la no intervención.

Al mismo tiempo, dejar de asistir a la Cumbre Iberoamericana, sea por iniciativa propia o por la indebida disuasión ejercida por el Gobierno español, significaría que el Gobierno paraguayo reconoce que ha actuado al margen de lo que nuestra Constitución manda en el proceso que derivó en la asunción del doctor Franco al poder, y que nuestros vecinos –con el insidioso liderazgo de la presidenta Cristina– tuvieron razón al imponernos las oprobiosas sanciones que han adoptado en contra de nosotros.

Sin ninguna duda, el Presidente de la República debe asistir a la Cumbre Iberoamericana. Y si su presencia malquista a los integrantes de la troupe bolivariana de presidentes de los cinco o seis países que detestan al Paraguay por motivos de índole exclusivamente ideológicos, allá ellos con sus dilemas y sus radicalizaciones. En la OEA ya ha quedado suficientemente evidenciado el carácter estrictamente personal de su inquina; que vuelva, pues, a quedar ahora de manifiesto en Cádiz lo radicalizado de sus posiciones.

Lo ciertamente lamentable es que el gobierno de un país al que todos creemos serio como España se preste a seguir la cínica estrategia de sistemática persecución a los paraguayos y sus legítimos representantes que la secta bolivariano-marxista ha emprendido desde el pasado mes de junio. No lo esperábamos de quien durante siglos se ufanó de ser nuestra Madre Patria. Se está comportando como una malvada madrastra.

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