Falta más protagonismo de los gremios empresariales

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Las élites de nuestra sociedad, políticas, económicas y sociales, deben desechar la apatía que les caracteriza en cuanto a interesarse solo en lo que les importa en términos personales o gremiales, y no también en la suerte de los sectores más desposeídos. Los gremios del sector económico son los más llamados a presionar al Gobierno para que introduzca en su política económica acciones eficaces de justicia, equidad y oportunidad destinadas a paliar la pobreza rural y urbana que coloca a nuestra nación como una de las más pobres del continente. ¿Por qué los gremios empresariales reaccionan solamente cuando el Gobierno dicta medidas que les afectan en sus intereses? Por ejemplo, los integrantes de la Asociación Rural del Paraguay reaccionan cuando los sintierras cruzan sus alambradas. Lo mismo puede decirse de los otros gremios, como la Feprinco, la UIP, la Unión de Gremios de la Producción, las organizaciones de cooperativas, que, generalmente reaccionan solo cuando un nuevo impuesto o el aumento de uno existente va a afectar las actividades de sus asociados. No se ha visto que en ausencia de crisis hayan reclamado apoyo a reivindicaciones de los sectores más necesitados.

Debemos admitir que el más duradero infortunio del Paraguay no es político, ni económico, sino social: la indiferencia de la ciudadanía por la suerte del país en términos del interés general relacionado con la gestión del gobierno, como con la dinámica de la vida nacional en todos los campos de la convivencia ciudadana. Al parecer, el patriotismo de los paraguayos y paraguayas es un sentimiento de identidad que solo aflora en el alma del pueblo en los momentos trágicos de su existencia, como fueron las dos guerras internacionales que la nación tuvo que afrontar en el corto lapso de poco más de medio siglo, y en las que el pueblo en armas asombró al mundo con un heroísmo sin par.

La vida de una nación gravita en dos compartimientos existenciales: Gobierno y sociedad civil, articulados mediante un contrato social, o Constitución nacional, de cuya observancia depende crucialmente la convivencia ciudadana armónica bajo el imperio de la ley y el orden. El campo de responsabilidad del Gobierno es el político; el de la sociedad civil, el económico y social. Dentro de este último, el primer aspecto tiene que ver con la generación de la riqueza indispensable, tanto para mantener al Estado como para la propia subsistencia; el segundo, con la vida en sociedad de todos los habitantes del territorio sobre el que el Estado ejerce jurisdicción soberana internacionalmente reconocida.

Así concebida una nación, la sociedad civil tiene tres responsabilidades básicas: política, económica y social. Elige a sus gobernantes y mantiene al Estado con el aporte de los contribuyentes. En retribución, debe exigir el cumplimiento de la obligación que este tiene con la sociedad, proveyendo infraestructuras, servicios básicos, educación, salud, orden y seguridad, entre otros. A tal efecto, es su obligación ejercer un cercano escrutinio sobre la gestión del Gobierno en todos los órdenes de su esfera de acción.

Pero tan importante como monitorear las acciones de Gobierno es el cultivo de la solidaridad social para paliar las secuelas de las inevitables desigualdades que permean el complejo campo de la convivencia ciudadana: desigualdad moral, política, económica y social. En este sentido, está visto que la antigua práctica impulsada por la izquierda, de intentar redistribuir la riqueza “sacando” a los ricos para “darla” a los pobres, ha tenido resultados nefastos en todos los lugares donde se la aplicó: se ha igualado a las poblaciones, pero en la pobreza. Sin embargo, esto no quiere decir que sea imposible implementar políticas económicas enderezadas a mitigar las secuelas más dañinas de la desigualdad económica, fuerte contribuyente para las demás desigualdades.

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De ahí que las élites de la sociedad, políticas, económicas y sociales del Paraguay deben desechar la apatía que les caracteriza en cuanto a interesarse solo en lo que les importa en términos personales o gremiales, y no también en la suerte de los sectores más desposeídos de la sociedad.

En efecto, los gremios del sector económico son los más llamados a presionar al Gobierno para que introduzca en su política económica acciones eficaces de justicia, equidad y oportunidad destinadas a paliar la pobreza rural y urbana que coloca a nuestra nación como una de las más pobres del continente.

¿Por qué los gremios empresariales reaccionan solamente cuando el Gobierno dicta medidas que les afectan en sus intereses? Por ejemplo, la Asociación Rural del Paraguay actúa cuando se produce alguna grave invasión de tierra u otro tipo de crisis que afecta al sector. No les importa que muchos campesinos continúen sin tierra; que el Indert trate con displicencia el tema; que no tengan crédito, asistencia técnica o semillas, etc. Reaccionan cuando los sintierras cruzan sus alambrados. No se ha visto que, en ausencia de crisis, en algún momento la directiva de la Rural haya ido con todos sus miembros a reclamarle al Presidente de la República, al ministro de Obras Públicas, al ministro de Agricultura y Ganadería, al de Educación, al presidente del Indert que se ocupen de la falta de ayuda técnica, de la falta de tierras, de escuelas, de caminos de todo tiempo para que los campesinos puedan transportar sus productos a los mercados. Cuando no tienen ningún problema es que deberían visitar a las autoridades a reclamarles la atención de los problemas de fondo que aquejan al campesinado inculto, pobre y sin tierra; causa primordial de la lacerante pobreza que aqueja a nuestro país.

Lo mismo puede decirse de los otros grandes gremios empresariales, como la Feprinco, la Unión Industrial Paraguaya, la Unión de Gremios de la Producción, las organizaciones de cooperativas, que, generalmente, reaccionan solo cuando un nuevo impuesto o el aumento de uno existente va a afectar las actividades de sus asociados, y no miran a los costados para ver que en el país también existe otra gente a la que se debe apoyar solidariamente en sus reivindicaciones.

“En nuestros afanes de engrandecimiento nacional, debemos comenzar por examinar y observar lealmente, con la más grande sinceridad, nuestra verdadera situación. Hay quienes creen, equivocadamente, con un errado criterio patriótico, que quien exhibe con sus verdaderos colores la situación del país, procede mal y lo desacredita. El que denuncia vicios, defectos, errores y deficiencias de hombres, cosas o instituciones nacionales, obra mal, es un mal patriota, según este criterio. Deben ocultarse los vicios, disimularse los males, callar los errores y absurdos que se cometen”. Así reza en su inicio el lapidario prefacio del libro “Infortunios del Paraguay”, escrito por el doctor Teodosio González hace casi un siglo.

A estar por lo que observamos en nuestros días a casi un siglo de distancia, sigue prevaleciendo en el seno de nuestra sociedad la actitud de no querer mirar con objetividad lo que está bien y lo que está mal, y obrar en consecuencia. Indiferencia que debemos desterrar si queremos que nuestro país mejore la calidad de vida de su gente.

Para ello, es necesario que los gremios empresariales abandonen la “cómoda comodidad” –al decir de un escritor– y se involucren más activamente en todos los problemas del país, aunque los acontecimientos o las situaciones no afecten directamente sus intereses.