Idea descabellada

Como país futbolero, el anuncio de la posible inclusión del Paraguay como correalizador, junto con Argentina y Uruguay, de un campeonato mundial de ese deporte en nuestro país en el 2030, sin duda habrá despertado el interés y el entusiasmo de miles de compatriotas. El anuncio lo realizó nada menos que el presidente de la República, Horacio Cartes, por lo que el tema cobró cierto carácter oficial y merece un análisis exhaustivo de los pros y los contras del emprendimiento. La noticia llegó en un momento muy especial, a una población ultraemotiva ante lo deportivo. La jugada es genial: un Gobierno tan sensible con las inquietudes populares solo puede recibir el agradecimiento de la gente… lo que se traducirá en votos en las cercanas elecciones. Desconociéndose aún la seriedad de este anuncio, ya que algunas fuentes indican que el Paraguay se autoinvitó nomás para integrar la terna de países anfitriones, de lo que se puede estar seguro es que ese tema acaparará por mucho tiempo la atención de autoridades y público en general, lo que es muy conveniente para mimetizar otros de mayor importancia que requieren solución. Semejante idea, aunque sea nada más que una farsa de publicidad electoralista, debería ser descartada “in limine” por el sentido común y la prudencia.

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Como país futbolero de alma, el anuncio de la posible inclusión del Paraguay como correalizador, junto con Argentina y Uruguay, de un Campeonato Mundial de ese deporte en nuestro país en el 2030, sin duda habrá despertado el interés y el entusiasmo de miles de compatriotas. El anuncio lo realizó nada menos que el presidente de la República, Horacio Cartes, por lo que el tema cobró cierto carácter oficial y merece un análisis exhaustivo de los pros y los contras del emprendimiento.

Para comenzar, la noticia llegó en un momento muy especial, a una población ultraemotiva ante lo deportivo, como la paraguaya. La jugada es genial: un Gobierno tan sensible con las inquietudes populares solo puede recibir el agradecimiento de la gente… lo que se traducirá en votos en las cercanas elecciones.

No obstante, se presta para dudar de que esta triple localía que se pretende crear, atropelladamente, incluso al parecer sin haberse consultado con todas las autoridades que deberían participar del plan y de las decisiones, vaya a tener algún andamiento. Por de pronto, sería un caso excepcional, sin precedentes, que tres países organicen un torneo deportivo que es de los más complejos del mundo, extraordinariamente exigente en cuanto a inversiones en infraestructura, seguridad, servicios públicos esenciales, capacidad de alojamiento hotelero, alimentación, transporte adecuado y muchos requisitos más que al Estado paraguayo le costará una fortuna –que no tiene– en el supuesto e improbable caso de que el proyecto sea aprobado por la FIFA.

Desconociéndose aún la seriedad de este anuncio, ya que algunas fuentes indican que el Paraguay se autoinvitó nomás para integrar una terna de países que se propondrán como sedes del evento ecuménico, de lo que se puede estar seguro es que ese tema acaparará por mucho tiempo la atención de autoridades y público en general, lo que es muy conveniente para mimetizar otros de mayor importancia que requieren solución.

Es inevitable suponer también que muchos empresarios y autoridades, especialmente los integrantes de la “patria contratista” y sus padrinos, ya estarán afinando el lápiz para calcular cuánta será la ganancia que obtendrán de esta impensada “gallina de los huevos de oro” que al parecer se apresta a construir su nido en nuestro país.

Por de pronto, un concejal colorado de Asunción, Julio Ullón, ya propuso construir un estadio para 80.000 personas en la Costanera Norte. Se habla de construir otros en algunas ciudades del interior para albergar los partidos. El festín aparece, así, muy atractivo. Se tratará de obras públicas, ya que el compromiso en estos casos lo asumen los Gobiernos.

De prosperar la iniciativa, nos pondríamos a invertir en infraestructura y servicios necesarios para el evento todos los recursos que podamos haber atesorado y, mucho más, porque nos endeudaría por décadas.

Las cifras económicas de los últimos torneos mundiales de fútbol de la FIFA son muy reveladoras para lo que nos concierne. Solamente en inversión para infraestructura, en EE.UU. (1994) y Francia (1998) se gastaron 1.100 millones de dólares en cada cual; en Corea-Japón (2002), 2.000 millones; en Alemania (2006), otros tantos; en Sudáfrica (2010), 6.000 millones. Brasil, un país devorado por la corrupción como el nuestro, inició su proyecto de sede del mundial estimando que gastaría 1.100 millones de dólares, pero pronto anunció que serían 12 los estadios a construir o adecuar, lo que le insumiría 3.000 millones. Finalmente, los brasileños gastaron 11.000 millones, la cifra más alta de la historia de estas competiciones, que dejaron un sabor amargo y miles de acusaciones de corrupción desenfrenada, que hasta hoy día continúan siendo investigadas por la justicia. Vale la pena recalcar que cuatro de los estadios construidos en el vecino país son considerados inviables, y algunos han comenzado su proceso de deterioro por falta de mantenimiento.

Con estos elementos a la vista, no es difícil imaginar lo que ocurrirá en el Paraguay si llegara a ser uno de los países sede. Sería lamentable convertir la popularidad del fútbol en un elemento manipulable, ya sea por interés en negociados o para publicidad electoral. Pero no sería nada raro que así fuese. Es sabido que los políticos tienen la torcida y viciosa idea de que para enriquecerse y en las campañas proselitistas “vale todo”.

Semejante idea, aunque sea nada más que una farsa de publicidad gubernamental electoralista, debería ser desechada “in limine” por el sentido común y la prudencia.

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