En su reciente encuentro en Buenos Aires, los presidentes Mauricio Macri y Horacio Cartes acordaron llegar a alguna solución inicial en el tema Yacyretá en la primera quincena de abril próximo. “La predisposición para que tengamos el momento final, para que estemos todos conformes, creo que estamos cada vez más cerca”, expresó en su particular estilo el Primer Mandatario paraguayo, al tiempo de resaltar la “extraordinaria predisposición” del Gobierno del país socio en la entidad binacional.
El Primer Mandatario paraguayo podría fallar en el perentorio plazo acordado para su objetivo de llegar a un acuerdo inicial sobre el tema, pero aunque así sea, comprobó algo importante: la política exterior argentina ha cambiado. Macri prometió cambio, y está dispuesto a cumplirlo.
La era Kirchner dejó a la Argentina con una masiva deuda pública que vencerá durante los cuatro años de gestión del actual presidente. A criterio de expertos en la materia, el Gobierno argentino necesita financiamiento internacional de corto plazo de al menos US$ 20.000 millones para alcanzar un acuerdo con sus acreedores, y para evitar una devaluación y más alta inflación. A más de eso, necesita con urgencia paliar como sea el agudo déficit de electricidad que mantiene en zozobra a la gente, sobre todo en el Gran Buenos Aires, donde se concentra gran parte de la población del país.
Desde que asumió el poder, con una visión realista Macri ha impulsado una serie de medidas institucionales, legales y diplomáticas destinadas a recomponer el aparato productivo nacional, concertar acuerdos con los acreedores foráneos y frenar el despilfarro estatal para arreglar la casa. En ese orden de cosas, ha puesto paños tibios a la controversia con Gran Bretaña relegando el histórico reclamo de soberanía sobre las islas. En el mismo sentido, ha concertado un principio de acuerdo con los tenedores de fondos buitre (que ya tiene la aprobación de los diputados y ahora está en el Senado), reabriendo la posibilidad de acceso a créditos internacionales para salir de la insolvencia que aqueja al país y así impulsar de nuevo el crecimiento económico.
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Aunque el gobierno kirchnerista puso en marcha una serie de ambiciosos proyectos energéticos destinados a paliar la aguda escasez de electricidad por la que atraviesa el país, como la central nuclear de Atucha III y las represas hidroeléctricas de Jorge Cepernic y Néstor Kirchner en la austral provincia de Santa Cruz, ellas están virtualmente paralizadas.
De ahí que especialistas del sector eléctrico paraguayo den como un hecho que, de cara al incierto futuro energético que afronta el vecino país, las autoridades argentinas tratarán de alguna manera de avanzar hacia un rápido acuerdo con el Gobierno paraguayo para destrabar el impasse surgido en la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), paso previo para viabilizar el aumento de su capacidad de generación mediante el agregado de más turbinas en la central y en el brazo Aña Cua.
Si a esto se agrega un acuerdo para lanzar lo antes posible una licitación pública internacional para construir Corpus, la perspectiva de contar con electricidad abundante, barata y segura, es una opción realista al alcance del gobierno del presidente Macri.
Una muestra concreta del realismo de la actual política exterior argentina con relación a nuestro país es su promesa de levantar las arbitrarias restricciones impuestas por el gobierno kirchnerista a la navegación por la hidrovía Paraguay-Paraná a los buques de bandera paraguaya, así como la facilitación de accesos portuarios indispensables para nuestro comercio exterior y el fin de las trabas al comercio fronterizo.
Otra señal positiva de cambio en la relación bilateral es el pago de la deuda atrasada que tiene con nuestro país, por la cesión de nuestra parcela de electricidad generada en la usina hidroeléctrica binacional.
Tomado en su conjunto, el clásico realismo geopolítico que el presidente Macri está demostrando en su política exterior y nuestra condición de socio indispensable para cualquier emprendimiento hidroenergético binacional en el río Paraná, hace posible pensar que ambos gobiernos avanzarán rápidamente hacia un acuerdo mutuamente satisfactorio y equitativo en la EBY. No ya en una negociación entre amo y siervo, como virtualmente nos consideraban los gobiernos argentinos anteriores, sino entre pares, con iguales derechos y obligaciones.
Argentina necesita desesperadamente electricidad, y Paraguay tiene la palanca para darle una gran mano en la crítica coyuntura en que se encuentra, teniendo en cuenta que a través de otras opciones le llevará más tiempo salir de la crisis y le será más costosa. Cada día que pasa, la Argentina desperdicia miles de kilovatios que se llevan las aguas del río Paraná hasta el Atlántico, sin ningún provecho para nadie. Sería de la mayor conveniencia para ese país que el presidente Macri considere en forma positiva las condiciones de Paraguay, que no son extorsivas ni mucho menos, sino justas.
Demasiado tiempo que estamos regalando nuestra electricidad a precio ridículo. Es momento de ponerse de acuerdo sobre una cuestión de alcance estratégico que mucho más importa a Argentina que a Paraguay. Dada la total predisposición del Gobierno paraguayo de avanzar rápidamente hacia un entendimiento en la crisis de cogestión en la EBY, con un enfoque realista en los mutuos intereses allí en juego, el presidente Macri tiene en sus manos la oportunidad de revertir en cuatro años la década perdida por el gobierno de los Kirchner en la EBY.
El trato denigrante y ofensivo que en tal lapso hemos soportado en la usina hidroeléctrica binacional ha contribuido para erosionar seriamente nuestra creencia en la buena fe de nuestros socios en el emprendimiento hidroenergético binacional.
Por lo tanto, es de esperar que el gobierno del presidente Macri nos devuelva la confianza mutua que debe existir entre dos naciones hermanas asociadas en igualdad de condiciones en emprendimientos estratégicos permanentes, y se proceda de inmediato a corregir el imperdonable desperdicio de energía hidroeléctrica que está ocurriendo en el río Paraná.