Independencia inconclusa

Hace 206 años que nuestros próceres depusieron al gobernador español Bernardo de Velazco, tomando en sus manos el destino de nuestra nación. Pero fácil como fue desembarazarse del poder colonial, muy difícil resultó posteriormente sostener nuestra independencia, por la pretensión del dictador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, de someter al Paraguay como provincia, hasta que, tras su caída, el Gobierno argentino por fin dio su reconocimiento en 1852. Pero la lucha por la preservación de nuestra independencia, política, económica y social, es una tarea inconclusa. A casi siglo y medio de distancia de la inicua Guerra de la Triple Alianza, ella continúa en la actualidad, aunque por otros medios. Argentina y Brasil, pese a los Tratados bilaterales y multilaterales suscritos con ambos por nuestro país, incluidos los de las usinas hidroeléctricas binacionales, así como el del Mercosur, retienen el anacrónico prejuicio de considerar a nuestro país como “prisionero geopolítico”, cuando en realidad somos un “socio indispensable” para sus intereses estratégicos. Con trabas permanentes, ambas naciones lastran la dinámica de nuestro comercio exterior con arbitrarias medidas proteccionistas.

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Hace 206 años que nuestros Próceres depusieron al gobernador español Bernardo de Velazco, tomando en sus manos el destino de nuestra nación. El exitoso golpe cuartelero llevado a cabo en la noche del 14 al 15 de mayo de 1811 por el Alférez Vicente Ignacio Iturbe en el Cuartel de Artillería cumpliendo órdenes del Capitán Pedro Juan Caballero, fue una victoria sin lágrimas, pues en su consumación no se derramó una sola gota de sangre.

Pero fácil como fue desembarazarse del poder colonial, muy difícil resultó posteriormente sostener nuestra independencia que, a diferencia de las de otras naciones de América, fue obtenida por nuestros próceres sin la ayuda de nadie. Liberada la Nación paraguaya del yugo español, los Padres de la Patria, el Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia y Don Carlos Antonio López tuvieron que luchar a brazo partido contra la pretensión del dictador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, de someter al Paraguay como provincia, hasta que, tras su caída, el Gobierno argentino por fin reconoció nuestra independencia en 1852, casi medio siglo después de concretada. 

La épica historia del Paraguay es conocida y admirada universalmente por el heroísmo con que sus hijos e hijas supieron defender su heredad en dos cruentas guerras internacionales; contra la Triple Alianza de Argentina, Brasil y Uruguay en el siglo antepasado, y contra Bolivia en el pasado. Tras ellas, quedó definitivamente reconocida la integridad territorial y soberanía del Paraguay como nación independiente en el contexto universal. 

Pero la lucha por la preservación de nuestra independencia, política, económica y social, es una tarea inconclusa. A casi siglo y medio de distancia de la inicua guerra de la Triple Alianza, ella continúa en la actualidad, aunque por otros medios, al decir del historiador y estratega militar prusiano Carl von Clausewitz. Argentina y Brasil, pese a los Tratados bilaterales y multilaterales suscritos con ambos por nuestro país, incluidos los de las usinas hidroeléctricas binacionales, así como el del Mercosur, retienen el anacrónico prejuicio de considerar a nuestro país como “prisionero geopolítico”, cuando en realidad somos un “socio indispensable” para sus intereses estratégicos.

Siendo el Paraguay un país pequeño comparado con ambos gigantes de la América del Sur, cuesta entender que en el mundo globalizado actual y con el auge del libre comercio entre las naciones, sus Gobiernos tengan que seguir manteniendo políticas comerciales mezquinas con relación a nuestro país, frenando su desarrollo. Con trabas permanentes, más propias de los turbulentos tiempos que siguieron a la independencia americana, ambas naciones lastran la dinámica de nuestro comercio exterior con arbitrarias medidas proteccionistas.

Las recurrentes trabas impuestas por ellos a nuestro comercio exterior no se limitan a las transacciones bilaterales. Afectan también al tránsito de mercaderías paraguayas destinadas a países de ultramar que, dada nuestra mediterraneidad, deben pasar necesariamente por sus territorios, sea por tierra o por los ríos. 

Así las cosas, con las barreras comerciales impuestas al comercio paraguayo por Brasil y Argentina, lamentablemente el Mercosur no pasa de ser una ficción.

No contentos con prácticas proteccionistas en perjuicio de nuestra economía, nuestros socios comerciales se confabulan para escamotearnos el excedente de nuestra electricidad generada en las usinas binacionales de Itaipú y Yacyretá, atentando así contra nuestra soberanía e independencia como nación. Más grave aún, nos impiden venderla a precio justo a terceros países, mientras ellos comercializan campantemente nuestra energía entre sí, pese a que los tratados se lo prohíben. 

De cara a la persistencia de la inamistosa geopolítica brasileño-argentina contra la independencia y soberanía del Paraguay, lo que corresponde es que los paraguayos y paraguayas nos mantengamos unidos y firmes en defensa de los intereses nacionales, entre los que se encuentran los ideales de libertad e independencia que impulsaron a nuestros próceres a romper las cadenas de la opresión colonial en el Mayo aquel, legándonos una Patria libre y soberana. 

Esta unión de todos los paraguayos debe traducirse en manifestaciones firmes y perseverantes para obligar a nuestras pusilánimes autoridades a defender como corresponde los intereses nacionales en todos los foros, y no claudicar ante el olor del dinero de las suculentas coimas que corren en esas instancias internacionales debido a los vitales intereses que allí se manejan especialmente para nuestros vecinos. 

Solo de esa forma tendrán sentido los valores de independencia y libertad por las que lucharon los próceres de Mayo a riesgo de su propia vida.

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