Ineptitud y corrupción generan otra tragedia en el Pilcomayo

La tragedia ecológica que supone la falta de agua en ciertas regiones chaqueñas es un hecho ya hartamente conocido por la población, debido a las incontables veces que este problema se repitió a lo largo de nuestra historia reciente. Nuevamente este año, la Comisión Nacional del Pilcomayo, creada para mantener abierto el canal que transporta el agua del río hacia nuestro territorio, no cumplió con su cometido y comienza a producirse la mortandad de animales por la falta del líquido. Según denuncia presentada por el propio MOPC, la mencionada comisión encaró obras que no fueron fiscalizadas y que evidentemente no estuvieron dirigidas a la solución del problema mencionado. Mientras tanto, en la zona donde viven y trabajan los menonitas ocurren muy pocos problemas por falta de organización o de previsión. Por tanto, si el Gobierno desea solucionar el relacionado con el ingreso de las aguas, debería encargar a la Gobernación de Boquerón que entable contactos con los directivos de las colonias y ver la posibilidad de que sean los técnicos y colonos menonitas quienes se encarguen de mantener abierto el canal paraguayo del Pilcomayo todo el año.

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La tragedia ecológica que supone la falta de agua en ciertas regiones chaqueñas es un hecho ya hartamente conocido por la población paraguaya, debido a las incontables veces que este problema se repitió a lo largo de nuestra historia reciente.

La naturaleza resuelve el caso del suministro de agua a gran parte del Chaco occidental mediante las crecidas anuales del río Pilcomayo, las cuales se distribuyen a ambos lados de la frontera entre nuestro país y la provincia argentina de Formosa. Pero, como también es bien sabido, por las tantas oportunidades en que este problema salió a luz en los medios periodísticos, ese río arrastra mucho sedimento que hace que los canales por los que se escurre se colmaten y queden inservibles.

Para resolver este inconveniente, todos los años se debe remover esos sedimentos de los canales con máquinas excavadoras. Para realizar este trabajo preventivo se creó una Comisión Nacional del Pilcomayo, integrada por numerosos funcionarios que disponen de equipamiento y de fondos suficientes para encarar su actividad.

Como tantas veces ocurrió en el pasado, nuevamente este año tal Comisión –con sede en Asunción–, que ya estaba advertida de que tenía que poner manos a la obra lo antes posible debido a la sequía que se venía anunciando con mucha anticipación, por ineptitud y corrupción, encaró obras que no fueron fiscalizadas y que evidentemente no estuvieron dirigidas a la solución del problema de la falta de escurrimiento de las aguas del Pilcomayo hacia nuestro país, según se desprende de la denuncia presentada en la Fiscalía por el propio Ministerio de Obras Públicas. Su titular, el ingeniero Daniel Garay, tuvo en sus manos nada menos que diez millones de dólares para sufragar los costos de la conservación de los canales, pero no hizo nada. Hoy, ante su irresponsable inacción, fue destituido.

Se informa que una parte del dinero disponible fue gastada en dichas obras cuestionadas. El ingeniero Óscar Salazar Yaryes, que fue nombrado para sustituirlo, realiza un vaticinio alarmante: “Quizás para los animales ya no haya tiempo”.

La presidenta de una comisión vecinal de la zona La Chaqueña, cercana al Fortín General Díaz, Nirma de Kennedy, describió la dramática situación de la siguiente manera: “La pelea por el agua se puede ver alrededor de los pocos bolsones que se encuentran en pequeños cauces. Allí van animales de todas las especies, y cada uno hace lo que puede para tomar algo de agua”.

La triste imagen de los yacarés chapoteando en los lodazales que quedan de los tajamares es también la sensación que proyecta esta Comisión irresponsable, insensible, que una vez más está acarreando y probablemente acarreará aún más cuantiosas pérdidas económicas para esa rica región y para el país en general, además de sufrimientos a la población. Es de presumir que en breve ocurrirá una mayor mortandad de ganado y de animales silvestres por la carencia de agua.

¿Y quién indemnizará a los damnificados? Porque los ganaderos ya contribuyeron con sus tributos a formar el fondo de diez millones de dólares con que se dotó a la Comisión. ¿Les indemnizará el Gobierno? Además, ¿cómo se repondrá al país de las consecuencias del desastre ecológico, de la gran fractura del equilibrio de la diversidad biológica, que se producirá indefectiblemente ante la gran sequía? La naturaleza tiene sus ciclos y los animales se acomodan a ellos, pero cuando el ser humano interviene y cambia esos ritmos abriendo canales de agua para luego dejar que se colmaten, solo consigue provocar graves cambios en el suelo y ocasionar la proliferación de agentes dañinos o de nuevas enfermedades.

No se sabe si en la Comisión sobró algo de sus fondos originales o si está tan “seco” como el Chaco, y si también tendrá que salir a buscar aportantes. Por de pronto, su flamante titular anuncia que solicitará “asistencia internacional”. Es lo que siempre ocurre. Se crea el ambiente necesario para buscar nuevos aportantes y continuar endeudando al país. ¿Y los responsables de las crisis? Bien, gracias. Que se vean los que vienen.

Los funcionarios públicos que incurren en tal clase de negligencia como la cometida por el ingeniero Garay y los demás miembros de la Comisión citada no tienen un solo atenuante que mostrar. No queda ningún adjetivo que pueda emplearse para describir con precisión la enormidad de su ineptitud, su indiferencia y la caradurez con que observan las consecuencias de sus omisiones. Como tantas veces ya ocurrió un percance similar, ¿podremos continuar confiando en que la tal Comisión Nacional del Pilcomayo sea un organismo capaz de ocuparse eficientemente del problema?

En este sentido, lo que cualquiera puede observar con solo pasear por el Chaco es que en la zona donde viven y trabajan los menonitas ocurren muy pocos problemas por falta de organización o de previsión. Por lo tanto, si es que el Gobierno desea solucionar el relacionado con el ingreso de las aguas, debería encargar a la Gobernación de Boquerón la responsabilidad de entablar contactos con los directivos de las colonias e ir viendo la posibilidad de que sean los técnicos y colonos menonitas quienes se encarguen de la tarea de mantener abierto el canal paraguayo del Pilcomayo todo el año. Los trabajos saldrán más baratos y estarán mejor hechos, mientras un gobernador inteligente se ganará los votos de la gente beneficiada.

Es de esperar que tanto el presidente Horacio Cartes como el ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona, comprendan la racionalidad de una propuesta tan simple como la que se expone, y decidan trasladar esa responsabilidad de la Comisión Nacional del Pilcomayo a la mencionada Gobernación chaqueña.

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