Insólita satanización de la inmigración brasileña

Este artículo tiene 6 años de antigüedad

Tras una reunión con el presidente electo, Mario Abdo Benítez, en su carácter de titular de la Comisión de Agricultura de la Cámara Baja, el flamante diputado colorado por Itapúa Colym Soroka declaró que se tiene que frenar la inmigración de brasileños, a los que llamó “bandeirantes”, por ocasionar supuestamente la expulsión de labriegos nativos hacia las ciudades. La rabiosa diatriba del nuevo diputado contra las laboriosas comunidades de agricultores brasileños y sus descendientes –todos ellos paraguayos de pleno derecho– constituye una vergüenza para la clase política del país. Este legislador debería saber que hay muchos más paraguayos migrantes en otros países que extranjeros asentados en el territorio nacional. Mismo en la región de San Pablo se estima que residen unos 50.000 paraguayos, y 100.000 en todo el Brasil. ¿Cuál sería la reacción del diputado Soroka si en Argentina, Brasil o España se les restringiera el trabajo a nuestros compatriotas por el solo hecho de ser paraguayos? ¿Está enterado que el Mercosur garantiza la libre circulación de personas, bienes y servicios? ¿Con qué argumentos impediríamos el ingreso de los brasileños, toda vez que cuenten con toda la documentación en regla? ¿Acaso no estamos invitando a inversionistas que vengan a radicar capitales en el Paraguay?

Recientemente, tras una reunión con el presidente electo, Mario Abdo Benítez, en su carácter de titular de la Comisión de Agricultura de la Cámara Baja, el flamante diputado colorado por el departamento de Itapúa Colym Soroka declaró que se tiene que frenar la inmigración de ciudadanos brasileños al Paraguay porque, supuestamente, la presencia de los mismos en el campo ocasiona la expulsión de los labriegos nativos hacia las ciudades. “Primero, tenemos que frenar la migración bandeirante (sic) en el Paraguay, tenemos que buscar la forma de cuidar nuestra tierra paraguaya (…)”, sostuvo. Como reafirmación de su xenofóbica postura en contra de estos inmigrantes, asentados en el país desde hace más de una generación y más conocidos como “brasiguayos”, agregó que se necesita una política de Estado fuerte en el Paraguay, que “al gobernante no le tiemble la mano, y a Marito no le va a temblar”.

La rabiosa diatriba del nuevo diputado contra las laboriosas comunidades de agricultores brasileños y sus descendientes –paraguayos de pleno derecho ciudadano y en pie de igualdad ante la ley que los campesinos nativos de inmemorial arraigo telúrico– constituye una vergüenza para la clase política del país, no solo por la peyorativa satanización de los mismos tildándolos de “bandeirantes”, sino por la gran mentira de sostener que el fenómeno de la masiva migración del campesinado nativo a las grandes ciudades es directa consecuencia del auge de la colonización del campo por los agricultores brasileños. La tendencia de la urbanización de la población rural es un fenómeno universal que se da en todos los países, en particular en aquellos en desarrollo, como el nuestro, y no puede culparse de ello al auge de la agricultura o la ganadería empresarial masiva. Es de suponer que Soroka vive en la lejana época en que actuaban los “bandeirantes”.

Este legislador debería saber que hay muchos más paraguayos migrantes en otros países que extranjeros asentados en el territorio nacional. Solo en Argentina residen más de un millón de paraguayos y paraguayas y descendientes, y varios miles más de ellos en España. Aunque no existen datos precisos, se estima que solo en la región de San Pablo vivirían unos 50.000 paraguayos, y unos 100.000 en todo el Brasil. La presencia de los “brasiguayos” en el Paraguay no pasaría del medio millón en su conjunto. Mal puede entonces el Gobierno paraguayo adoptar una política hostil a la inmigración extranjera. No puede desconocerse que esta corriente extranjera –alemana, menonita, japonesa, ucraniana, brasileña, coreana– contribuyó decisivamente para que el Paraguay se desarrolle económicamente hasta lo que es hoy día. Inclusive, la mayoría de estas colonias tienen un ingreso per cápita muy superior a las de los nativos en estas tierras.

Ciertamente, como cualquier otro país, ese desarrollo ha tenido su costo en términos de perjuicio ambiental, del que participaron también activamente los productores empresariales paraguayos, pero, claramente, como proceso de desarrollo sostenible los beneficios superan a los inevitables perjuicios. Y en la medida en que la economía del país crezca, aumentarán los puestos de trabajo, mejorará la atención pública a la salud y a la educación y, consecuentemente, menos paraguayos se verán obligados a emprender inciertas jornadas hacia Argentina, España y otros países en busca de mejor oportunidad de vida y de trabajo, para de ese modo remesar dinero a sus familias.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

En el contexto histórico y actual de nuestro país en cuanto al fenómeno social y económico de la migración, el exabrupto del diputado Colym Soroka deviene una estupidez total que habla muy poco a su favor como parlamentario; irónicamente, más aún como titular de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados. Obviamente, el presidente electo, Mario Abdo Benítez, no se va a tomar la molestia de darle un tirón de orejas por tan necias declaraciones públicas, pero al menos quedará sobre aviso de que su correligionario será un peso muerto más en su ámbito de Gobierno, antes que un colaborador eficiente.

¿Cuál sería la reacción del diputado Soroka si en Argentina, Brasil o España se les restringiera el trabajo a nuestros compatriotas por el solo hecho de ser paraguayos? ¿Está enterado de que el Mercosur garantiza la libre circulación de personas, bienes y servicios? ¿Con qué argumento impediríamos el ingreso de los brasileños, toda vez que cuenten con toda la documentación en regla? ¿Acaso no estamos invitando a inversionistas que vengan a radicar sus capitales en el Paraguay?

Existe la tendencia de culpar a los brasileños de la deforestación de nuestras tierras para cultivar soja en los lugares donde existían bosques nativos. Repetimos que, en este aspecto, también se le puede atribuir esa responsabilidad a muchos paraguayos. Pero en esta realidad, más grande es la culpa que le compete a las instituciones y a las autoridades responsables que, por desidia, inutilidad o corrupción, no han aplicado las leyes de protección ambiental a que estaban obligados.

Concluyendo, contrariamente a la obtusa percepción del diputado Soroka, si la presencia de inmigrantes causara algún perjuicio, no se trata de la presencia de brasileños en el Paraguay, sino de la falta de cumplimiento de las leyes, no solo con los inmigrantes, sino también con los propios paraguayos.