La Aduana, una vergüenza nacional

Los paraguayos deberíamos enorgullecernos de aquellos compatriotas tan brillantes administradores del dinero que ganan, que con sus pocos ingresos pueden obtener muchos bienes de todo tipo: mansiones, automóviles de lujo, tractocamiones, estancias y, en el pasado, inclusive hubo un aduanero que tenía avión propio. Nos estamos refiriendo, por supuesto, a los aduaneros que exhiben con ostentación las fortunas de que están disfrutando. Son verdaderos magos de las finanzas. Sin embargo, en estos casos, en vez de enorgullecernos, los paraguayos nos sentimos indignados ante estas descaradas evidencias del manejo deshonesto de la cosa pública. Al respecto, nuestro diario viene publicando algunos casos de funcionarios de la Dirección de Aduanas cuyos nombres están asociados a prodigiosas artes de ganar dinero cuantioso, rápido y fácilmente. Pero estos casos constituyen apenas una pequeña muestra de la podredumbre que reina en las aduanas de la República. Es conveniente que los gobernadores del BID, reunidos en Asunción, sepan cómo son recaudados los ingresos aduaneros en este país, por obra y gracia de la gravísima negligencia de las altas autoridades nacionales.

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Los paraguayos deberíamos enorgullecernos de aquellos compatriotas tan brillantes administradores del dinero que ganan, que con sus pocos ingresos pueden obtener muchos bienes de todo tipo: mansiones, automóviles de lujo, tractocamiones, estancias y, en el pasado, inclusive hubo un aduanero que tenía avión propio. Nos estamos refiriendo, por supuesto, a los aduaneros que exhiben con ostentación las fortunas de que están disfrutando. Son verdaderos magos de las finanzas.

Sin embargo, en estos casos, en vez de enorgullecernos, los paraguayos nos sentimos indignados ante estas descaradas evidencias del manejo deshonesto de la cosa pública. Pocas han de ser las excepciones, si las hay, en que los propietarios de tales fortunas puedan explicar su origen. Nos preguntamos: ¿cómo es que solo en las aduanas la mayoría de sus funcionarios naden en la abundancia, en comparación con los de otras instituciones del Estado, en las que, si bien suelen producirse también escándalos de enriquecimiento ilícito, ocurren en forma menos generalizada?

Al respecto, nuestro diario viene publicando algunos casos de funcionarios de la Dirección Nacional de Aduanas (DNA) cuyos nombres están asociados a prodigiosas artes de ganar dinero cuantioso, rápido y fácilmente.

Por ejemplo, el sindicalista y delegado convencional por la seccional 3 de la ANR, Domingo Gustavo Kirmser, actual ágil y dedicado promotor de la reelección de Horacio Cartes, reside en una vivienda valuada en 1.700 millones de guaraníes. Es necesario saber que, en 2011, su salario era de tres millones de guaraníes (US$ 500). Incluso le sobran ahorros, porque acaba de adquirir una flamante camioneta de lujo, por la que paga cuotas de ¡1.000 dólares semanales! Esto da una idea cabal de que los montos y frecuencias de sus ingresos no guardan ni remotísima relación con la mensualidad de sus remuneraciones oficiales.

También, un colega de Kirmser, Elvis Carrera Ríos, jefe de Aduanas reubicado en el puerto Caacupemí, opera comercialmente por medio de su esposa, Rosa Elvira Romero. Ambos saben muy bien cómo hacer rendir su salario. Esta última comenzó con una pequeña mercería, y, según se sabe, ahora posee una flota de camiones con un valor aproximado a 350.000 dólares.

Otro mago de las finanzas surgido en el mismo ámbito es Javier Marcelo Agüero Martínez, un aduanero que, sumando sus remuneraciones oficiales de los pasados seis años, totaliza unos 753 millones de guaraníes; pero, en los últimos cuatro años acumuló bienes por 3.000 millones de guaraníes que, obviamente, provienen de otras fuentes de ingreso.

Un caso llamativo también es el de Luis Roberto Pintos. Este año montó un “spa” a nombre de su esposa Nancy Chamorro, a un costo de 350 millones de guaraníes, aproximadamente. Además, opera una flota de cinco vehículos de alta gama, se hizo socio de una fábrica de hielo integrando al contado 1.000 millones de guaraníes al capital social, y goza de sus descansos en una residencia tasada en unos 800 millones de guaraníes, situada en un exclusivo barrio cerrado.

Estos casos constituyen apenas una pequeña muestra de la podredumbre que reina en las aduanas de la República.

Es fácil suponer cuáles son los trucos que estos alquimistas prodigiosos realizan para lograr lo que tanta gente estudiosa, esforzada y trabajadora persigue durante gran parte de su vida y nunca logra. La mina de oro está en los tributos que se deben pagar por el ingreso de bienes al país. El agente de Aduanas es el encargado de dejar pasar, demorar o retener las mercaderías, y así tienen en sus manos el inmenso poder de dificultar o facilitar su ingreso, conforme a la voluntad de “colaboración” de los importadores de que se trate.

Durante la dictadura stronista había algunos popes que manejaban los puestos aduaneros, y que, mediante un aporte generoso a las seccionales y a las campañas electorales de los “correlí”, tenían venia para introducir la mano en la lata pública hasta el codo. Eran niños mimados por todos a la hora de conseguir fondos para actos partidarios. Después, con el advenimiento de la democracia, surgieron las competencias electorales internas en el Partido Colorado, que obligaron a estos ladrones a cuidarse, porque sus adversarios partidarios internos eran también sus vigilantes. Pero ello no impidió que los “maletines” siguieran fluyendo generosamente a los mandamases –generalmente, diputados y senadores– que ubicaron a sus peones en tan jugosos puestos.

La Dirección Nacional de Aduanas –bajo la responsabilidad de Nelson Valiente– continuará produciendo funcionarios millonarios, estrellas fugaces que irán apareciendo en esas oficinas de la mano de algún padrino ocasional, para rotar de cargo en cargo, de puesto en puesto, de frontera en frontera, contribuyendo siempre con “la causa” del gobernante de turno y su movimiento partidario.

El lector se preguntará: ¿y la Justicia? ¿Y el Ministerio Público? ¿Y la Contraloría General de la República? Son los eternos ausentes. Como los monos sabios de la tradición oriental, no ven, no escuchan, no hablan. Pero si esta actitud es tenida por sabiduría entre aquellos filósofos, aquí no constituye una virtud, sino lo contrario: es complicidad con los que desfondan al Estado, es traición a la patria.

Centenares de escuelas, centros de salud, caminos y puentes, puestos policiales y tantos otros servicios sociales indispensables y tan reclamados por la ciudadanía podrían realizarse solamente con lo que estos funcionarios aduaneros corruptos se llevan en sus faltriqueras. ¿Cuánta irresponsabilidad política hay que tener para conocer esta triste situación y no mover un dedo por revertirla? A nuestros gobernantes esto les parece normal, porque la mayoría de ellos proviene de un ambiente así.

Por tanto, no queda otro camino que los ciudadanos y las ciudadanas se preocupen para enfrentar esta prostitución moral. Cada aduanero que se vuelve millonario a la vista y paciencia de sus conocidos, vecinos y colegas, debe merecer la repulsa más ruidosa con que se pueda sancionarles moralmente. Si esto no les abruma y les corrige, al menos servirá para que sus jefes sientan vergüenza de continuar sosteniéndoles. Hay que emplear la fuerza de la sanción moral ciudadana; hay que hacerlo con toda energía. Ante la inacción de la Justicia, es lo único que resta hacer con estos defachatados, de los que el único responsable es el Poder Ejecutivo, ya que la DNA, nadie sabe por qué, en este país en la práctica depende del presidente de la República, Horacio Cartes, aunque de acuerdo al Código Aduanero está subordinada al ministro de Hacienda, Santiago Peña.

Es conveniente que los gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), reunidos en Asunción, sepan cómo son recaudados los ingresos aduaneros es este país, por obra y gracia de la gravísima negligencia de las citadas altas autoridades.

Esta es la otra cara de la moneda, la que no aparece en las recepciones ni en los discursos protocolares.

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