A medida que arrecia la tormenta política en Brasil, con la amenaza sobre la presidenta Dilma Rousseff de un juicio de destitución en el Congreso por presunta manipulación de las cuentas públicas, su antecesor y padrino político, Luis Inácio Lula da Silva, también está en la cuerda floja, investigado por un juez por supuesta participación en la trama de corrupción de la petrolera estatal Petrobras. Este inesperado deslizamiento de las placas tectónicas bolivarianas en el país continente ha provocado un tsunami que amenaza demoler el andamiaje virtual del socialismo del siglo 21 impulsado por Lula da Silva y Hugo Chávez, en connivencia con los hermanos Castro de Cuba.
Tan inesperado escenario de convulsión política en el bastión continental de la izquierda marxista ha alarmado a los gobernantes cofrades que restan en la región. El primero de ellos en pegar el grito al cielo ha sido el presidente de Bolivia, Evo Morales, quien el sábado 19 del corriente, en un acto público, lanzó un desesperado grito de socorro a favor de la embretada mandataria brasileña y de su antecesor, Lula da Silva. En dramático apelo a su par Tabaré Vázquez de Uruguay, país que ejerce la presidencia pro témpore de Unasur, urgió convocar a una cumbre de emergencia en Brasil a tal efecto.
“Algunos presidentes de Sudamérica deberíamos hacer una reunión de emergencia de Unasur en Brasil, para defender la democracia en Brasil, para defender a Dilma, para defender la paz, para defender al compañero Lula y a todos los trabajadores (…) Ojalá el hermano presidente de Unasur, presidente pro témpore, doctor Tabaré Vázquez, nos convoque rápidamente a Brasil, para expresar nuestra solidaridad y evitar cualquier golpe congresional o judicial. Ese es el gran deseo que tenemos”, expresó el exaltado gobernante boliviano (las negritas son nuestras).
Con su cinismo característico, Evo Morales no tuvo empacho en reivindicar como ejemplo de solidaridad bolivariana el atropello perpetrado contra el derecho de autodeterminación del pueblo paraguayo en ocasión de la destitución de su cofrade Fernando Lugo de la presidencia de la República por mal desempeño de funciones en 2012. Como era de esperar, se unieron al reclamo de Morales los presidentes de Ecuador, Rafael Correa; de Uruguay, Tabaré Vázquez, y Nicolás Maduro, de Venezuela. Quien tampoco quedó atrás fue el secretario general de Unasur, el colombiano Ernesto Samper, quien expresó a Lula su solidaridad acotando que él es víctima de un “linchamiento mediático”.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
En plausible actitud diplomática, que contrasta con la que tuviera en ocasión de aceptar pasar bajo las horcas caudinas tendidas por las presidentas Dilma Rousseff y Cristina Fernández de Kirchner, vejatorias de la dignidad del pueblo paraguayo en represalia por la destitución del presidente Fernando Lugo, en esta oportunidad el Gobierno del presidente Horacio Cartes ha tomado una actitud que reivindica el honor de la República al negarse a firmar cualquier declaración de apoyo a la mandataria brasileña y a su antecesor Lula da Silva que eventualmente se emita desde el ámbito del Mercosur o la Unasur. “No intervenimos en los asuntos internos de los países. La postura del Gobierno paraguayo es respetar las instituciones del Brasil. Es un país modelo para el mundo en el respeto de sus instituciones. Paraguay no cree conveniente que se saque ningún tipo de pronunciamiento ni a favor ni en contra de nadie. Nos ajustamos al respeto de la soberanía de los países. No apoyamos ese tipo de comunicados”, declaró tajantemente al respecto el vicecanciller Óscar Cabello, quien interina el Ministerio de Relaciones Exteriores en ausencia del ministro Eladio Loizaga, de visita en Japón.
Según el vicecanciller, las autoridades de Mercosur y Unasur realizaron consultas para firmar una declaración de apoyo a la Presidenta brasileña ante la tormenta política que enfrenta. De hecho, la iniciativa diplomática de apoyo responde al pedido formulado inicialmente por el presidente boliviano Evo Morales, respaldado solidariamente por los mandatarios alineados con la vulgata bolivariana.
Más allá de la coyuntural crisis política brasileña, la postura del Gobierno paraguayo tiene una connotación diplomática relevante, pues la reciprocidad de actitud es la regla de oro de la diplomacia convencional entre los gobiernos con celo por la dignidad de su pueblo. En tal sentido, la presidenta Dilma Rousseff no merece ninguna muestra de simpatía de parte del soberano pueblo paraguayo, pues lo humilló injustamente con prepotencia y desprecio, junto con su exhomóloga Cristina Fernández de Kirchner y el uruguayo José “Pepe” Mujica.
Celebramos que, esta vez, el presidente Horacio Cartes ha interpretado correctamente el sentimiento del pueblo paraguayo y obrado en consecuencia. Ojalá que este cambio de actitud diplomática marque un antes y un después en la dinámica de las relaciones exteriores de nuestro país, en particular con nuestros mayores socios en el Mercosur, y se trasunte también en las usinas hidroeléctricas binacionales, donde somos un socio geopolíticamente indispensable.