La más antigua, la más atrasada

Este artículo tiene 9 años de antigüedad

En su aniversario número 479, Asunción, nuestra ciudad capital, una de las más antiguas de Sudamérica y la primera de esta región rioplatense y guaranítica, que debió continuar siendo la más venerable, parece hoy una de las últimas de la fila del progreso, de las más olvidadas, de las más postergadas por sus autoridades, de las más desatendidas por sus habitantes. Hemos visto progresar a las ciudades de países vecinos a un ritmo feliz, convirtiéndose en localidades modernas, dotándose de los servicios públicos más elementales, abriéndose en espacios libres, saludables, ornadas de vegetación y edificación armónica, haciéndose lugares acogedores para sus residentes y para sus visitantes, mientras nuestra capital vegetaba en la inmovilidad y la desidia. Después de haber sido Asunción “madre de ciudades”, civilizadora de una vasta región sudamericana, luego de haberse erigido urbanísticamente con modestia pero con armonía, de haber brindado seguridad y sosiego a sus habitantes, virtudes mencionadas y elogiadas por cronistas y visitantes extranjeros, actualmente va deformándose, derivando hacia una dirección que nadie podría aventurarse a definir.

En su aniversario número 479, Asunción, nuestra ciudad capital, una de las más antiguas de Sudamérica y la primera de esta región rioplatense y guaranítica, que debió continuar siendo la más venerable, parece hoy una de las últimas de la fila del progreso, de las más olvidadas, de las más postergadas por sus autoridades, de las más desatendidas por sus habitantes.

Hemos visto progresar a las ciudades de países vecinos a un ritmo feliz, convirtiéndose en localidades modernas, dotándose de los servicios públicos más elementales, abriéndose en espacios libres, saludables, ornadas de vegetación y edificación armónica, haciéndose lugares acogedores para sus residentes y para sus visitantes, mientras nuestra Asunción vegetaba en la inmovilidad y la desidia.

Los servicios públicos son casi una calamidad. Hoy en día, según la mayoría de las fuentes de información confiables, Essap deja de contabilizar cerca del 40% del agua potable que distribuye por pérdidas de cañerías obsoletas, que perjudican el asfaltado de calles y ciudades, y el servicio de energía eléctrica –que se roba impunemente en ciertos barrios– se distribuye con cada vez más frecuentes cortes. Las redes de alcantarillado sanitario y desagüe pluvial están envejecidas y revientan en cualquier parte, causando destrozos en el pavimento y gastos adicionales. Las empresas que los administran, crónicamente endeudadas desde hace décadas, cobran puntualmente a sus usuarios pero no consiguen volverse eficientes.

Más allá de la ineficiencia de las oficinas de servicios públicos, la Municipalidad de Asunción posee, por su parte, un presupuesto anual que ronda los 140 millones de dólares, monto más que suficiente para cumplir con sus principales funciones si no tuviera una mastodóntica burocracia de más de 8.000 “trabajadores”. Sin embargo, mantiene una ciudad caóticamente desorganizada, donde un solo factor, el desorden del tránsito automotor, es suficiente para mantenerla semiparalizada.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

Miles de millones de guaraníes dilapidan diariamente los habitantes y los visitantes de Asunción en vehículos de transporte que se mueven a un ritmo de 5 o 10 kilómetros por hora. Miles de toneladas de dióxido de carbono y partículas contaminantes que lanzan los automotores en su lento desplazamiento son depositadas cada minuto en ese aire que todos respiramos y absorbemos, haciendo que nuestras calles se conviertan en lugares insalubres y riesgosos.

Extensos barrios tienen sus pavimentos asfálticos vencidos desde hace décadas, sin que la Comuna tome siquiera la iniciativa de realizar un relevamiento de esa situación y un plan para ir corrigiendo gradualmente este problema, que fue siendo acumulado por las anteriores administraciones con base en negligencia e indiferencia. Se obliga al contribuyente a pagar por un pavimento destruido y destructor, con la famosa tasa de “contribución para conservación de pavimento”, que así representa un descarado robo municipal a los habitantes de la ciudad.

Por otra parte, se calcula que 1.500.000 personas ingresan cada día a la capital desde el interior, a lo que se suman unos 600.000 vehículos automotores. Todo este contingente usa, deteriora, contamina, ensucia, a cuenta del contribuyente que reside en Asunción, al que se le cobran los tributos más altos del país. A esta situación de inequidad tan evidente ninguna autoridad comunal le prestó la debida atención, le puso el empeño mínimo suficiente para estudiar y proponer una corrección que ajuste esos derechos y obligaciones.

La Municipalidad de Asunción percibe ingentes sumas de dinero en concepto de impuestos, tasas y contribuciones, además de multas por trasgresiones, de cánones por cesiones de uso de espacios públicos y de concesiones varias, de royalties, además de otras fuentes comparativamente menores.

¿Qué se le devuelve al habitante asunceno a cambio de eso? La mayoría de las calles en pésimo estado, el desorden del tránsito que empeora cada día, un cuerpo de Policía Municipal de Tránsito compuesto de funcionarios burocráticos.

Las obras públicas que marcan su presente, promocionadas con gran publicidad política, se desarrollan en medio de improvisaciones y errores que cuestan dinero e incomodidades. Pero ni siquiera son encaradas por la Municipalidad sino por el Gobierno central, con financiación externa. Asunción crece caóticamente, sin rumbo, sin proyectos, sin una concepción urbanística que defina qué clase de ciudad queremos tener, qué calidad de existencia urbana deseamos dar a nuestros descendientes. La prueba palpable de la falta de previsión y planificación la tenemos en estos días con el deterioro del puente en la avenida Artigas, ya que la falta de calles alternativas en condiciones aceptables para el tránsito somete a los automovilistas a un verdadero infierno.

En resumen, después de haber sido Asunción “madre de ciudades”, civilizadora de una vasta región sudamericana, luego de haberse erigido urbanísticamente con modestia pero con armonía, de haber brindado seguridad y sosiego a sus habitantes, virtudes frecuentemente mencionadas y elogiadas por cronistas y visitantes extranjeros, actualmente va deformándose, derivando hacia una dirección que nadie podría aventurarse a definir. Por una parte se edifican torres, por la otra el agua servida corre frente a ellas y se consolidan tugurios y barrios marginales. El Centro Histórico se halla abandonado, sin conseguir que se diseñe una política municipal de estímulo que lo fortifique y le devuelva su antiguo esplendor, como se ha hecho en varias ciudades sudamericanas con singular éxito.

Pero Asunción sigue conservando muchas cosas lindas, cantadas por los poetas, que se deberían volver a potenciar, a lo que se agrega la cordialidad proverbial de los paraguayos. Tiene locales tradicionales y lugares históricos que se deberían recuperar, al tiempo de trabajar por una mejor infraestructura y un ordenamiento de las calles y el tránsito.

Nuestra ciudad capital ha tenido buenos intendentes, como Bruno Guggiari, Albino Mernes, Miguel Ángel Alfaro, César Gagliardone, Porfirio Pereira Ruiz Díaz. Nuestro actual intendente, Mario Ferreiro, que heredó una pesada carga, debería tener presentes a estos destacados funcionarios y poner manos a la obra para que Asunción vuelva a ser atractiva para sus propios habitantes y admirada por los visitantes.