La prensa libre es generadora del prestigio político

Los habitantes de este país, cuya palabra había sido tan largamente inmovilizada y silenciada por la censura durante la dictadura, ni bien tuvieron la oportunidad de soltarla libremente, lo hicieron. Hoy, las personas que componen la sociedad civil paraguaya están bien informadas de lo que sucede en la política, la economía y la vida cultural en general, dentro y fuera del país; y esto porque disponen de una amplia y desarrollada red de medios de comunicación, con gran variedad de opciones, plural en ideas y tendencias, abierta a la participación pública y celosa de su autonomía frente a los poderes fácticos. Por eso, cuiden mejor los políticos en general, y los legisladores en particular, la relación con la ciudadanía que dan a conocer a través de la prensa libre y abierta; aquellos buenos verán cómo mejoran notoriamente sus posibilidades de ganarse la confianza y el apoyo públicos. Esta es la gran ventaja que la libertad de prensa concede a todos.

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Las personas que tuvieron ocasión de conocer cómo era la vida política bajo la dictadura de Stroessner y cómo se transformó después de su derrocamiento poseen la enorme ventaja de poder comparar dos épocas radicalmente distintas en muchos aspectos, sobre todo en lo que concierne al ejercicio de las libertades cívicas fundamentales, de esas que hace mucho tiempo están declaradas y garantizadas constitucionalmente, pero que eran aplastadas por la prepotencia y la arbitrariedad en la práctica diaria.

A partir de febrero de 1989, el ejercicio de la plena vigencia de la libertad de expresión a través de la prensa y la multiplicación de medios periodísticos independientes, actuando libremente, sin coacción ni temor a represalias policiales o judiciales, a cierres o clausuras intempestivas de diarios, semanarios y radioemisoras ordenadas por el Ministerio del Interior, como frecuentemente ocurría en la nefasta época precedente, dio a nuestra sociedad una vida plena de riqueza cívica.

Los habitantes de este país, cuya palabra había sido tan largamente inmovilizada y silenciada por la censura, ni bien tuvieron la oportunidad de soltarla libremente, lo hicieron. De igual manera, cuando los medios de prensa se libraron de las cadenas y supieron que podían trabajar sin tener que autocensurarse, mejoraron la calidad de su labor y demostraron a la ciudadanía la gran importancia de la libertad de expresión en la construcción de una nueva sociedad democrática.

Hoy, las personas que componen la sociedad civil paraguaya están bien informadas de lo que sucede en la política, la economía y la vida cultural en general, dentro y fuera del país; y esto sucede porque disponen de una amplia y desarrollada red de medios de comunicación masiva, con gran variedad de opciones, plural en ideas y tendencias, abierta a la participación pública y celosa de su autonomía frente a los poderes fácticos como el Gobierno, las organizaciones partidarias y sindicales, los grupos de presión y hasta las organizaciones criminales.

Fueron estos numerosos medios de comunicación social masiva de diferentes especies (radio, diarios, televisión, celulares, internet, etc.) los que hicieron posible la edificación de este ambiente de libertad de expresión de que goza el Paraguay actual. Con solo realizar una somera comparación con las restricciones de la libertad de expresión que padecen en este mismo momento países hermanos como Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Bolivia y la Argentina kirchnerista, debemos enorgullecernos de lo que los paraguayos demócratas fuimos capaces de crear y defender en este aspecto tan fundamental de la libertad humana.

Nuestra plena libertad de opinión y expresión, envidiada por muchos, tuvo además la virtud de crear este escenario cívico y político abierto y participativo que posee tanto valor y que debe ser mirado con gran aprecio por todos, porque quien no sea capaz –sobre todo los políticos– de notar la enorme diferencia que existe con la época anterior, quien no tenga la lucidez de valorar lo que se ganó y avanzó, o sea tan inexperto como para cometer la estupidez de creer que lo que está viviendo es igual a lo que se vivía hace veinte o treinta años, está destinado a desaparecer de la historia.

En la actualidad, la ciudadanía observa con atención la conducta de los políticos en general; y la de los senadores, diputados y concejales en particular. Todavía no puede determinar con absoluta certeza la sensatez de las decisiones que toman los legisladores nacionales y comunales, ni comprender si verdaderamente le benefician o le perjudican; pero, la gente entiende cada vez más y discierne cada vez mejor.

La actitud de los legisladores, sus opiniones y sus argumentaciones son publicadas en la prensa porque los periodistas los interrogan y los fuerzan a tomar posición, y el resultado es beneficioso para todos, pues el público adquiere conocimientos para formar su opinión, ya que ante la requisitoria periodística los políticos se cuidan un poco más de mantenerse informados y de no decir disparates e incongruencias cuando les toca expresarse.

Este proceso de fortalecimiento de la educación cívica que se está produciendo en nuestro país es irreversible. Cada vez más la gente va a entender mejor cómo funciona la política saludable y provechosa, y va a poder diferenciar a los políticos confiables de los que no lo son. Los partidos políticos, reducidos a meros aparatos electorales, sin influencia real en la conducción del gobierno nacional, ni siquiera de los gobiernos locales, van perdiendo credibilidad aceleradamente. Cada vez son menos capaces de conservar sus adherentes; son los candidatos los que concitan la atracción política y la confianza, fenómeno que podría ejemplificarse con dos casos recientes: Evanhy de Gallegos y Horacio Cartes; así también con muchos otros casos en el interior del país, con gobernadores e intendentes.

Cuiden mejor los políticos en general, y los legisladores en particular, la relación con la ciudadanía que dan a conocer a través de la prensa libre y abierta; aquellos buenos verán cómo mejoran notoriamente sus posibilidades de ganarse la confianza y el apoyo públicos. Esta es la gran ventaja que la libertad de prensa concede a todos.

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