La puerqueza de las calles tiene culpables conocidos

Sobre la avenida Aviadores del Chaco, que forma parte del nuevo centro de actividades comerciales y de entretenimiento, la Essap presume de haber gastado más de dos millones de dólares solo en la construcción del alcantarillado sanitario, en un tramo de 2,7 km. Pero el flamante pavimento asfáltico del lugar fue fácilmente destruido por los asqueantes flujos líquidos que salen de cualquier parte, tanto como el que corre en los raudales durante días lluviosos. El espectáculo que brinda este desastroso estado de la arteria vial es repugnante y deprimente. En el centro histórico de la ciudad, otra zona urbana que debería reflejar orden y eficiencia, algunos arroyitos de aguas servidas corren por veredas y calles, provenientes de edificios que tienen en mal estado sus sistemas de desagüe. Essap se define como la entidad encargada de proveer y sostener los servicios públicos relacionados con el agua corriente y el alcantarillado sanitario, pero, al igual que la Municipalidad, es un ente inútil, sobrepoblado de funcionarios, politizado, que les cuesta un montón de dinero a los contribuyentes. Mientras estas dos instituciones sigan siendo nidos de recomendados e inficionadas por la politiquería y la negligencia, seguiremos observando estos pestilentes espectáculos en nuestras calles.

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Observando lo que ocurre en las zonas más recientemente desarrolladas de la ciudad, como es el nuevo centro de actividades comerciales y de entretenimiento instalado sobre las avenidas España, San Martín, Aviadores del Chaco, Santa Teresa y sus calles aledañas, es posible tener una medida de lo que terriblemente ha de estar sucediendo cada día en barrios más alejados de la vista pública.

Sobre la avenida Aviadores del Chaco la Essap presumió de haber gastado más de dos millones de dólares solo en la construcción del alcantarillado sanitario, en un tramo de 2,7 kilómetros. Pero el flamante pavimento asfáltico del lugar fue fácilmente destruido por los asqueantes flujos líquidos que salen de cualquier parte, tanto como el que corre en los raudales durante días lluviosos. El espectáculo que brinda este desastroso estado de la arteria vial es repugnante y deprimente. No querríamos siquiera imaginar la impresión que se llevarán los miles de visitantes extranjeros que se alojan en los hoteles o que recorren los centros comerciales de la zona.

Después de publicada en nuestro diario una fotografía de la laguna séptica formada sobre la arteria vial señalada, los técnicos de Essap y de la Municipalidad de Asunción pusieron apresuradamente manos a la obra, aprovechando la oportunidad para acusar a los edificios cercanos de no tener sus conexiones en estado regular.

Un gerente de la empresa estatal, Néstor Roa, invitó a los responsables de los inmuebles afectados a concurrir para que se les informe acerca de cómo deben conectarse con la red que, sin embargo, ya concluyó hace más de cinco meses. “Nosotros no podemos entrar a la propiedad privada, entonces pedimos a los propietarios de la estación de servicio y restaurantes de la zona que se acerquen a nosotros para explicarles qué tipo de cámara séptica deben construir y cómo deben conectarse al nuevo sistema”, expresó. Pero ¿no son acaso las empresas constructoras las que deben conocer cómo hacer su trabajo? Y, después de todo, ¿no es la Municipalidad la que aprueba los planos y expide los permisos de construcción? En consecuencia, ¿por qué no aplica las medidas punitivas correspondientes si los edificios están en infracción?

Y no. Los funcionarios prefieren esperar que se destruya parte de lo construido; total, eso implica nuevas obras, nuevas ganancias y más gasto para los contribuyentes.

En el centro histórico de la ciudad, otra zona urbana que debería reflejar orden y eficiencia, algunos arroyitos de aguas servidas corren por veredas y calles, provenientes de edificios que tienen en mal estado sus sistemas de desagües. Por ejemplo, en las esquinas y a los costados del emblemático Hotel Guaraní, en pleno microcentro, con frecuencia pueden observarse –y olerse– esos nauseabundos espectáculos. La Municipalidad mira esto con total despreocupación, cuando debería movilizar a su ejército de inspectores enviándolos a verificar las transgresiones y actuar de acuerdo a las normativas vigentes. La institución comunal carga con más de ocho mil funcionarios y contratados y, con semejante contingente, no consigue controlar media docena de áreas críticas de la ciudad ni meter en regla a los infractores que atentan contra la sanidad pública y propician la contaminación ambiental.

La excusa típica de estas instituciones de que no podrían ingresar en predios privados sin autorización judicial es infantil. ¿Por qué no solicitan las autorizaciones judiciales? Cuando el interés público está en riesgo, el interés privado queda supeditado. Jueces sensatos podrán extender a la Municipalidad y a la Essap docenas de órdenes para realizar verificaciones en inmuebles privados que se sospechan en estado de infracción. Es la salud de la población la que está en juego, en primer lugar, y la imagen de la ciudad capital, después.

Essap se define como la entidad encargada de proveer y sostener los servicios públicos relacionados con el agua corriente y las redes de alcantarillado sanitario. Mas, al igual que la Municipalidad, es un ente inútil, sobrepoblado de funcionarios, politizado, que les cuesta un montón de dinero a los contribuyentes pero que, valga la metáfora, “hace agua” por todos lados. Es supuestamente una “sociedad anónima”, pero manejada por el Estado, sobre todo para utilizarla como agencia de empleos y, desde la época de la antigua Corposana, un feudo político movilizado con prebendas para las elecciones por los capitostes de turno.

En definitiva, en la Essap nadie parece saber hacer bien las cosas. La chapucería es su norma de acción, lo que puede comprobarse con solo observar cómo sus operarios abren y cierran las canaletas en el pavimento para realizar conexiones o reparaciones. Si fuesen empleados de una empresa privada, no durarían dos días en sus puestos, dada su evidente impericia y negligencia. Pero en una empresa a cargo del Estado con esas características, continúan y continuarán inamovibles.

La Essap y la Municipalidad de Asunción, con sus intervenciones tardías, hechas a medias, sin fuerza para imponer sus reglamentaciones ni capaces de educar cívicamente a los usuarios y contribuyentes, son, en definitiva, las principales responsables de la roña que inunda nuestra ciudad capital, dando una pésima imagen a la vista de los cada vez más numerosos visitantes extranjeros que concurren a los lugares mencionados. No intervienen, no vigilan, no sancionan, no prevén los hechos dañinos sino que, por el contrario, muchas veces los ocasionan.

Mientras estas dos instituciones sigan siendo nidos de recomendados e inficionadas por la politiquería y la negligencia, seguiremos observando estos pestilentes espectáculos en nuestras calles.

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