Lamentable falta de visión futurista

Como lo había anunciado, el MOPC lanzó la licitación pública internacional para construir cinco edificios destinadas a albergar a oficinas del Gobierno en la confinada y congestionada zona del antiguo Puerto de la Capital, como parte del proyecto de reconversión y revitalización del Centro Histórico de Asunción (CHA), con financiamiento del BID. Los edificios albergarán a cinco ministerios. Desde un principio nuestro diario ha sostenido que este proyecto es descabellado desde el ángulo que se lo mire. Desde el punto de vista cultural, es una iniciativa sacrílega, pues hará trizas lo poco que tenemos como patrimonio cultural histórico. Por otra parte, es del todo irracional tener que confinar en un cuello de botella un conjunto de edificios con más de diez mil funcionarios, adonde además deben concurrir diariamente miles de personas en demanda de atención. Si hubieran tenido una pizca de sentido común y de consideración hacia sus conciudadanos, los impulsores de este aberrante proyecto bien hubieran podido llevar el conglomerado de edificios a algún sitio de fácil acceso para el público desde cualquier dirección que exista en Asunción o alrededores.

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Como lo había anunciado, el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) ha lanzado la licitación pública internacional cuyo objeto es la construcción de cinco edificios destinados a albergar a oficinas del Gobierno en la confinada y congestionada zona del antiguo Puerto de la Capital. El absurdo emprendimiento en cuestión forma parte del proyecto de reconversión y revitalización del Centro Histórico de Asunción (CHA). Será financiado con un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo BID), con la correspondiente contrapartida local. Los edificios albergarán a dependencias de cinco ministerios (Hacienda, Obras Públicas, Relaciones Exteriores, Educación y Trabajo), a más de la Secretaría Nacional de la Vivienda y el Hábitat (Senavitat). Se estima un costo de US$ 96 millones para el complejo edilicio, incluidas las obras complementarias.

Desde un principio nuestro diario ha sostenido que, pese a la parafernalia con que el Gobierno lo impulsa, este proyecto es descabellado desde el ángulo que se lo mire. Desde el punto de vista cultural es una iniciativa sacrílega, pues mientras en cualesquier otro país las autoridades se afanan en preservar los monumentos y sitios históricos, aquí las nuestras se empeñan en hacer trizas lo poco que tenemos como patrimonio cultural histórico.

Por otra parte, es del todo irracional tener que confinar en un cuello de botella un conjunto de edificios públicos con más de diez mil funcionarios, adonde además deben concurrir diariamente miles de personas en demanda de atención. Desde el punto de vista de la problemática urbana resulta un absurdo total implementar en el sitio semejante proyecto, con los bemoles del colapsado tránsito automotor, el deficiente control municipal del mismo, la precariedad del transporte público de pasajeros, la falta de calles y avenidas de acceso rápido al microcentro, la carencia de espacios públicos para estacionamiento, etc., etc. No hablemos ya de una gran creciente del río Paraguay, si las aguas llegaran al sitio, como puede ocurrir.

Pero hay otras aristas sumamente preocupantes. Al igual que el proyecto del metrobús, que prevé también tener su cabecera en el Puerto de Asunción, el de la reconversión de esa zona tiene visos muy llamativos que inducen a sospechar que el mismo fue concebido más como una estafa programada contra el Estado antes que como un genuino proyecto destinado a mejorar la gestión de las reparticiones públicas y a facilitar a la gente el acceso a las mismas.

En efecto, de conformidad con los pliegos de la licitación de marras, la empresa adjudicada tendrá la responsabilidad de elaborar el proyecto ejecutivo del mismo con base en un anteproyecto preparado por un consorcio de arquitectos liderado por una arquitecta paraguaya y un grupo de profesionales argentinos.

Invariablemente, cuando en una licitación se le adjudican a una misma empresa el proyecto ejecutivo y la construcción de una obra, hay que sospechar de colusión de por medio. Sobran ejemplos, antiguos y recientes. La siderúrgica Acepar fue construida por la empresa brasileña Tenenge y el proyecto ejecutivo lo realizó la consultora TSE (Técnica e Servicio de Engenharia), una fachada creada ad hoc por Tenenge. Como se sabe, la usina siderúrgica salió costando más de US$ 400 millones, cuando su costo inicialmente estimado era de unos US$ 180 millones.

Siguiendo idéntica modalidad, más recientemente, la ANDE licitó la maquinización de la presa Yguazú: la empresa adjudicada debía elaborar el proyecto definitivo a partir de un anteproyecto hecho por la consultora japonesa Koei. La misma táctica se empleó para la construcción del metrobús y ahora para su apéndice, la reconversión del antiguo Puerto de Asunción. Todo, bajo la corrupta sombrilla protectora del BID.

Lo que torna más preocupante del caso de la reconversión del Puerto capitalino no es solo que vaya a haber tragada de dinero público, como en los casos más arriba citados, sino que además va a producir un eterno daño colateral grave a la ciudadanía, que tendrá que peregrinar hasta ese cuello de botella para cumplir alguna gestión en las oficinas del Gobierno allí concentradas.

Aunque la nostalgia no sea buena consejera en política, en retrospectiva, hubo tiempo en que los administradores de la cosa pública no estaban tocados con tanta inmundicia moral como los de este Gobierno. Es fácil darse cuenta de ello. Basta imaginar ¿qué hubiera ocurrido si a los responsables de la construcción del Banco Central del Paraguay, o del hospital central del IPS, se les hubiera antojado hacerlo en la plazoleta del Puerto de Asunción en vez de los lugares en que lo hicieron? Por lo visto, esos funcionarios, aunque pudieran no haber sido santos en cuanto a honestidad bajo la dictadura, por lo menos tenían consideración por la suerte de sus conciudadanos. Virtud de la que carecen quienes hoy tienen las riendas del Gobierno en nuestro país.

Si hubieran tenido una pizca de sentido común y de consideración hacia sus conciudadanos, los impulsores de este aberrante proyecto de reconversión del Puerto bien hubieran podido implantar el conglomerado de edificios estatales en algún sitio de fácil acceso para el público desde cualquier dirección que exista en Asunción o alrededores. Lamentablemente, por lo visto, primó en sus ánimos más la angurria de mamar de las tetas del Estado a como dé lugar antes que el respeto por los intereses de la ciudadanía.

Los ciudadanos y las ciudadanas deben tomar nota de estas barbaridades que cometen las autoridades para darles las espaldas cuando se presenten a reclamarles su voto o pretendan perpetuarse en el poder.

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