El director de Aduanas, Nelson Valiente, es un funcionario que fue directa y personalmente designado por el jefe del Ejecutivo, el presidente de la República, Horacio Cartes, aunque en grado de rangos es subalterno directo del ministro de Hacienda, Santiago Peña, así como este lo es del Presidente.
Bajando por la cadena jerárquica, los funcionarios de Aduanas destacados en los puestos de frontera o de desestiba de mercaderías (popularmente conocidos como “aduaneros”) son subalternos del jefe de Aduanas, nombrados por este y, por consiguiente, bajo su responsabilidad.
Ahora bien, como todo el mundo sabe, las aduanas paraguayas son puestos apetecibles para los sinvergüenzas porque es en ellas en donde se roba más voluminosa y rápidamente. Cada aduanero puede volverse multimillonario en pocos meses, dependiendo del puesto geográfico que cubra, debido a los distintos volúmenes y valores de mercaderías que transitan por cada lugar de las fronteras y puertos.
La corrupción que envilece a estos funcionarios es proverbial; se la conoce desde hace muchísimo tiempo porque hizo parte del sistema de venalidad que nació, se desarrolló y perfeccionó bajo la dictadura de Stroessner. Lo único que hizo al respecto la época democrática que sobrevino fue crear algunos nuevos organismos e incrementar las exigencias de ciertos controles “for export”, de manera que, ahora, los aduaneros deben tomar algunas precauciones, maquillar mejor las operaciones y cumplir con algunas formalidades que antes no necesitaban hacer. Pero el banquete sigue igual.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
De modo que Cartes nombró a Santiago Peña y a Nelson Valiente; este designó o confirmó a los jefes y directores subalternos, y mientras algunos aduaneros de la “vieja guardia” permanecieron, otros nuevos se agregaron bajo la actual administración. Nelson Valiente designó jefe del Departamento de Riesgos a un tal Luis Pintos, persona que carece de título habilitante para el cargo o de técnico en gestión aduanera, como exige la ley.
Luego nombró asesor a Gustavo Kirmser, quien no produjo ni un solo informe de asesoría en cuatro años de ejercer el cargo. Descaradamente, el director general lo excusó afirmando que sus asesoramientos fueron “verbales”. Pero la larga lista de aprovechados continúa.
Más de mil millones de guaraníes pagó la Dirección General de Aduanas en los tres últimos años para obtener el certificado de calidad internacional de la SGS, documentación tan tramposa como todo lo que allí se tramita, ya que esta dependencia no cumple con muchos requerimientos (entre ellos, el caso del jefe de Riesgos, el multimillonario Luis Roberto Pintos).
Luego sigue una colección de personajes dignos de mención, como el jefe de Valoración de Aduanas, Carlos A. Osorio Meza, que se hace rico empleando a su esposa Beatriz Sapper para aparecer como la empresaria que administra la fortuna familiar. Ya poseen una flota de camiones, edificio propio y diversificación de negocios.
El jefe de Visturía de la Aduana Solución Logística, John Fernando Guanes, con un sueldo que ronda los cuatro millones de guaraníes mensuales, es feliz propietario de una residencia con un costo estimado de 200.000 dólares en Lambaré, además de casas de verano en San Bernardino y otras propiedades, aunque todo eso, como es de rigor, figura a nombre de su cónyuge, Isabel Rojas de Guanes.
Francisco Daniel Medina es un aduanero que montó un complejo económico en Pirayú, valuado en 2.000 millones de guaraníes, los que provienen, teóricamente, del salario de 4,3 millones que percibe en esa institución pública que parece estar presidida por el rey Midas. En reconocimiento a sus “méritos”, el director Nelson Valiente lo ascendió de subadministrador a administrador.
Enrique Javier Casaccia, hermano del comandante del Ejército, Juan José Casaccia, es otro tocado por la varita mágica. A los 21 años de edad, uno de sus retoños se hizo importador de vehículos; otro es dueño de un lavadero; la esposa explota el rubro empresarial de limpieza y electricidad y es proveedora del Estado.
Estos personajes no llevan una vida recatada y oculta a las miradas públicas por vergüenza o seguridad, como podría suponerse, sino que ocurre lo contrario, pues suelen hacer ostentación de poder económico y desafiar a la ciudadanía realizando actividades de militancia partidaria –cartista, naturalmente– con actitudes agresivas y descalificadoras. Son tan ladrones como descarados. Se mofan alegremente de las leyes, de la ética y de la opinión pública.
¿Cómo puede ser eso? Solo porque tienen todo el respaldo del presidente Horacio Cartes que necesitan para sentirse impunes.
El timorato y vacilante ministro de Hacienda está enterado de todo esto que publicamos y mucho más, pero, o no tiene el coraje suficiente para meter mano firme y limpiar ese establo lleno de estiércol que es la Dirección de Aduanas, o prefiere hacerse el tonto y mirar para otro lado, a fin de no incomodar a los padrinos políticos, aquellos que reciben “maletines” de parte de estos agentes del latrocinio. Para Peña es más fácil y conveniente endeudar al país para cubrir los agujeros en las recaudaciones que se pierden por esos vericuetos, que combatir a los sinvergüenzas.
Los funcionarios públicos corruptos saben muy bien que están exentos de la vigilancia y persecución de auditores, fiscales y jueces porque estos saben que los ladrones de fondos públicos cuentan con la protección que reciben de dirigentes políticos, legisladores, etc., y si intervienen y denuncian, no pueden prever en qué ventilador van a meter el dedo.
Si el presidente Cartes no descabeza esta infame gavilla que se apoderó de las aduanas del país, que no se queje si la gente piensa que es tan corrupto como ellos.