Las alternativas de Venezuela y la región sin Hugo Chávez

El reconocimiento por parte del presidente Hugo Chávez de la gravedad del mal que lo aqueja, y la designación de Nicolás Maduro como su sucesor, genera un sinnúmero de interrogantes sobre el futuro que se abre para Venezuela y para la región. A nivel interno, una etapa de gran incertidumbre se abre ahora para Venezuela. Tal vez también de inestabilidad. En el frente regional aumentan los interrogantes. Por un lado, el Brasil dejará de tener a su disposición un elemento político mediante el cual imponer sistemas bolivarianos que faciliten la destrucción de las economías y los procesos de los países en los que estos son implementados. Por el otro, el eje bolivariano sufrirá un duro revés. Es de esperar que el pueblo venezolano salga fortalecido de la actual coyuntura, con las plenas garantías para que en el futuro pueda vivir en democracia.

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El reconocimiento por parte del presidente Hugo Chávez de la gravedad del mal que lo aqueja, y la “designación” de Nicolás Maduro como su sucesor –hecho que de por sí denota el carácter personalista y autocrático de su régimen–, genera un sinnúmero de interrogantes sobre el futuro que se abre para Venezuela y el rediseño geopolítico de la región.

En un principio, Chávez dijo estar convencido de que tanto el pueblo como el ejército “protegerían” al país. “Estoy totalmente seguro de que la patria está segura”, sostuvo, rodeado de las más altas autoridades de su gobierno y de las Fuerzas Armadas. Ahora bien, ¿de qué tendría que estar a salvo Venezuela? Y sobre todo, ¿de quién?

En una República gobernada por leyes y no por hombres, que es el ideal al que debe atingir toda democracia, ningún gobernante debería sentir que su administración o que el país están particularmente amenazados ante la constatación de su inminente desaparición física. De hecho, por lo general, una constitución prevé todos los mecanismos que deben ser implementados para ese tipo de situación, a fin de que la institucionalidad quede debidamente preservada y precautelada.

Desde luego que no es así en los regímenes personalistas como el que encabeza Chávez. En ellos acontece lo mismo que sucedía en nuestro país cuando, a mediados de la década del 80, se planteaba la sucesión del decrépito dictador Alfredo Stroessner, y este pretendía nombrar como su heredero a su hijo Gustavo, intentando cohesionar a las Fuerzas Armadas en torno a su figura, para que la continuidad de la tiranía quedara salvaguardada.

A nivel interno, una etapa de gran incertidumbre se abre ahora para Venezuela. Tal vez también de inestabilidad. Por un lado, la Constitución dispone que si el presidente no pudiera asumir el cargo en enero, tendrían que realizarse elecciones presidenciales en un plazo de 30 días. Por otro, si le alcanza el tiempo para asumir, Maduro en su calidad de futuro vicepresidente estaría en condiciones de suceder al actual mandatario, pero igualmente deberían ser convocados nuevos comicios.

De todos modos, es casi seguro que al interior del régimen chavista hay fuerzas que estarán sumamente descontentas con la sucesión dispuesta por Chávez. Todo eso generará, a la larga, serios inconvenientes en términos de gobernabilidad, cabiendo la posibilidad de que surjan enfrentamientos –incluso armados– entre facciones que se disputarán el poder.

Y si a nivel interno el escenario es de incertidumbre, en el frente regional aumentan los interrogantes.

Por un lado, el Brasil dejará de tener a su disposición un elemento político mediante el cual imponer sistemas bolivarianos que faciliten la destrucción de las economías y los procesos productivos de los países en los que estos son implementados.

Por otro lado, el eje bolivariano –y con él la famosa Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA)– sufrirá un duro revés. En primer término porque muy probablemente los países que lo integran dejarán de recibir el apoyo financiero que les llega desde Caracas, tanto en efectivo como en petróleo.

El gobierno castrista de Cuba también sufrirá el coletazo de la crisis, puesto que dejará de recibir la inyección de ingentes recursos que actualmente percibe merced a los generosos petrodólares de Hugo Chávez. Esa “salvación” financiera es la que le permite subsistir, como antes, en la época de la Guerra Fría, sobrevivía con el apoyo que provenía de la extinta Unión Soviética.

Los cambios que sobrevendrán igualmente incidirán para que la correlación de fuerzas varíe al interior de la Unasur, hoy prácticamente dominada por las naciones que orbitan alrededor del régimen chavista. Desde luego que esto también tendría consecuencias para nuestro país, actualmente separado de la organización regional debido al empecinamiento y la radicalización ideológica que hoy rigen en el bloque.

Como se puede observar, el futuro que se abre para Venezuela y nuestro continente es de grandes incertidumbres y posibilidades. Riesgos, evidentemente, no faltarán, y son propios de los grandes procesos de transformación que surgen al clausurarse un ciclo político. En este caso, uno que ha generado grandes perjuicios a esa nación sudamericana y a la composición geopolítica de la región.

Es de esperar que el pueblo venezolano salga fortalecido de la actual coyuntura, con las plenas garantías para que en el futuro pueda vivir en democracia. Cuando esto suceda, estamos convencidos de que estará en condiciones de hacer una importante contribución para lograr que esta parte del mundo sea un lugar más pacífico y seguro en el que todos podamos vivir sin temor a pensar distinto ni ser perseguidos por ello.

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