El intendente electo en Asunción, Mario Ferreiro, para desagradable sorpresa de la ciudadanía capitalina, anunció que aplicará en su administración el infame “cuoteo” partidario. Sorprende, porque se lo creía ajeno a las viejas prácticas viciosas de la politiquería, pero parece que tardó poco en revelar que está de acuerdo con que los cargos se asignen en función del carnet y no necesariamente de la idoneidad y la honestidad de los candidatos.
Como si fuera algo muy lógico y natural, declaró que los cargos directivos serán repartidos en proporción a los votos logrados por las fuerzas políticas que lo apoyaron y con base en ternas elaboradas por ellas. Él se reservará la elección de quienes ejercerán los cargos de confianza, enumerados taxativamente en el art. 221 de la Ley Orgánica Municipal: el secretario general y el secretario privado; los directores jurídico, administrativo y de Hacienda y Finanzas; el tesorero y quienes ocupen cargos con funciones y jerarquías similares o el nivel de directores generales, de directores o cargos de jerarquía equivalentes, siempre que no sean funcionarios de carrera. Como todos estos puestos son de libre disponibilidad, sus ocupantes pueden ser destituidos en todo momento y reemplazados incluso por quienes no sean funcionarios.
Está bien que un intendente quiera rodearse de personas de su conocimiento, crédito y lealtad para las funciones más delicadas y comprometedoras que tendrá que administrar, pero la confianza personal no debe guardar relación con el origen partidario. O una cosa u otra; o prioriza el valor de la certeza que él tenga acerca de las aptitudes y honestidad de las personas, o concede mayor importancia al “cuoteo” para dejar satisfechos a quienes trabajaron en su campaña electoral.
Por otra parte, la experiencia histórica demuestra que cada intendente que asume en Asunción trae a su “personal” y lo agrega al que ya existe. Esto implicó, para la Municipalidad capitalina, pasar de mil funcionarios a casi nueve mil en veinticinco años, mientras que la ciudad reduce su crecimiento poblacional y la institución comunal no crece físicamente pero aumenta la mala calidad de sus servicios.
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En otras palabras, lo que antes se administraba más o menos bien con mil funcionarios, ahora se administra mal con nueve mil. Si Mario Ferreiro sigue ahora con la misma política clientelista, la Comuna asuncena podría alcanzar e incluso sobrepasar la extraordinaria cifra de diez mil asalariados (funcionarios y contratados).
Durante su campaña, el intendente electo aseguró que no haría ningún “recorte salvaje” en el personal, para agregar después, tras los comicios, que “no se puede cambiar mucho esa matriz laboral”. Empero, también señaló en esta última ocasión que “no hay más espacio físico para albergar a más funcionarios” y que “ese modelo se agotó”.
Cabe preguntarse si Ferreiro cambió de opinión en relación con la cantidad de funcionarios con los que va a trabajar o no. Si no va a realizar recortes, despidos, supresión de cargos inútiles y eliminación de oficinas que no sirven para nada –que los electores creían que iba a hacer–, entonces no va a poder introducir al personal de su confianza, que podría ayudarle a hacer una administración eficiente y honesta, porque en el plantel que la Municipalidad tiene actualmente no va a hallar mucha solvencia profesional ni moralidad.
Si va a traer a la nueva gente, según las “ternas” que al menos cinco partidos y movimientos le van a pasar, sin despejar los espacios que necesitarán para trabajar, entonces debería ir pensando en cómo ampliar el edificio del Palacio Municipal, cuanto antes, para acoger a los nuevos contingentes.
A juzgar por esas manifestaciones –de que ya no hay lugar para un alfiler, pero que se nombrará a los nuevos conforme al caudal electoral de sus aliados–, los nombramientos y las contrataciones que se avizoran nada tendrán que ver con las necesidades de la Intendencia ni con las aptitudes de los agraciados, sino con el deseo de retribuir a los operadores políticos que le ayudaron a vencer el 15 de noviembre. Esto implicará que Ferreiro hará lo mismo que sus antecesores: abonará la factura presentada por sus aliados políticos a costa de los contribuyentes asuncenos.
El “realismo político” con que se suelen excusar estas decisiones resulta siempre fatal para quienes pretenden tener una buena gestión: el prebendarismo y la excelencia administrativa son incompatibles. La distribución “por cuotas” de participación política que se anuncia estar en marcha es una decepción para la ciudadanía; tendrá efectos muy nocivos; por lo que es de desear que Ferreiro no traicione la confianza de los asuncenos siguiendo los mismos pasos que sus antecesores en esta materia.
La Municipalidad de Asunción tiene suficientes recursos económicos como para que sea posible gastar una parte de ellos en reformarse a sí misma. Se la tiene que rediseñar, de tal manera a convertirla en un organismo público moderno, organizado, eficiente y, sobre todo, mucho menos costoso para el contribuyente. Ferreiro tiene la oportunidad de acabar con este monstruo que se fue deformando de tal modo que ahora ni sirve siquiera para sostener la ciudad, ya no se diga mejorarla, sino que dilapida una enorme cantidad de dinero en mantener una maquinaria prebendaria e ineficiente, sometida a los intereses particulares de grupos partidarios.
La ciudadanía que le votó a Mario Ferreiro confiando en su palabra lo hizo esperando un intendente diferente. Este anhelo es al que debe responder. Pero nada de esto se logrará con el sistema de “cuoteo” sino todo lo contrario: una gran desilusión.