Negligencia inaceptable

Unas 14 cabras de la granja experimental de esos animales de la Facultad de Ciencias Veterinarias (UNA) están infectadas de brucelosis. Una alumna de la institución fue contagiada con la enfermedad y unos 200 alumnos están en riesgo de contraerla, teniendo en cuenta que la transmisión se produce a través de las partículas suspendidas en el ambiente como por el consumo de productos de animales infectados. Es inadmisible que, habiéndose lanzado la alarma hace ya al menos tres meses, las autoridades de la institución, encabezadas por la decana, doctora Azucena Cabrera, no hayan adoptado las medidas correspondientes, sino más bien procuraron mantener el caso en el mayor hermetismo, cuando la situación ameritaba una reacción inmediata para evitar o minimizar las dañinas consecuencias en potencia. Es más, la leche de las cabras se siguió vendiendo hasta varios días después de la confirmación del brote. La tremenda negligencia en que incurrieron las autoridades de la Facultad debe ser motivo de una minuciosa intervención por parte de las altas autoridades de la UNA, para impedir que se repita esta inexcusable falla en la bioseguridad y evitar otros problemas similares.

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En un reciente comunicado, la decana de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), doctora Azucena Cabrera, señala que, conforme al análisis serológico de un laboratorio privado, 14 cabras de la granja experimental de esos animales están infectadas de brucelosis, mientras otros dos animales del plantel presentan un cuadro sospechoso.

El caso se agrava considerando que la alumna Evelyn Irala, del quinto curso de la carrera, contrajo la mencionada enfermedad, y que no se puede descartar que unos 200 alumnos de la misma carrera estén en riesgo de contagio, teniendo en cuenta que la trasmisión se da a través de las partículas suspendidas en el ambiente como por el consumo de productos de animales infectados. En este último sentido, entre el público consumidor figuran pacientes que tienen prescripto consumir leche de cabra, la que es comercializada en la Facultad de Veterinaria.

De acuerdo al Centro Panamericano de Fiebre Aftosa (Panaftosa), unidad dependiente de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la brucelosis es una de las zoonosis –enfermedades animales que pueden contagiarse a las personas– más difundidas, transmitidas por diversos animales –ganado bovino, ovino, caprino, porcino y otros– mediante el contacto directo con la sangre, la placenta, los fetos, las secreciones uterinas, o el consumo de productos crudos de animales infectados. Este organismo internacional menciona, además, que la enfermedad es causada por diferentes tipos de bacterias, entre ellos, la “brucella melitensis” (cabras y ovejas), la “brucella abortus” (vacas) y la “brucella suis” (cerdos), todas transmisibles a los humanos.

Indudablemente, la aparición de enfermedades de origen animal constituye un riesgo a considerar, más aun cuando el mal aparece en las faenas de pequeños productores, quienes generalmente no adoptan las precauciones necesarias ni disponen de los recursos para prevenirlo. En el caso que nos ocupa, la gravedad sube de tono por tratarse de la Facultad de Veterinaria dependiente de la UNA, la más importante y antigua del país, acreditada por la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (Aneaes). Es inconcebible que no se hayan tomado las medidas pertinentes para evitar que la enfermedad afectara nada menos que a los caprinos de la institución, y, por consiguiente, pusiera en riesgo a estudiantes y docentes.

Peor aun, es inadmisible que, habiéndose lanzado la alarma hace ya al menos tres meses, las autoridades de la Facultad, encabezadas por la decana, doctora Azucena Cabrera, no hayan adoptado las medidas correspondientes, sino más bien procuraron mantener el caso en el mayor hermetismo, cuando la situación ameritaba una reacción inmediata para evitar o minimizar las dañinas consecuencias en potencia. En efecto, los alumnos lamentan que, pese a que la confirmación del brote ya tuvo lugar el 6 de octubre, los funcionarios de la División de Ganado Caprino de la Facultad y los estudiantes se enteraron del grave caso recién el día 15, por lo que en ese lapso continuaron realizándose normalmente las prácticas con los animales enfermos. Es más, la leche de las cabras se siguió vendiendo hasta el 10 de octubre a particulares y familiares de enfermos del Hospital de Clínicas. Mayor negligencia e irresponsabilidad, imposible.

El concepto de “bioseguridad” adoptado por la OMS indica que es un “conjunto de normas y medidas para proteger la salud del personal frente a riesgos biológicos, químicos y físicos a los que está expuesto en el desempeño de sus funciones; también a los pacientes y al medio ambiente”. Llamativamente, por lo que se ve, el término de referencia es letra muerta en la Facultad de Ciencias Veterinarias, ya que, pese a las evidencias, primero, y a la comprobación después, de la aparición de la brucelosis, la institución no adoptó inmediatamente las medidas aconsejadas ante tan grave caso. Según las informaciones, los funcionarios continuaron sin usar ni tapabocas ni ningún otro tipo de protección, y los portones de la granja siguieron abiertos, con personas que entraban y salían del sitio, pese a que se trata de una enfermedad contagiosa, mientras las cabras enfermas permanecían aún en la manada sin que se procediera a su separación.

La Facultad de Veterinaria, que lleva años formando a profesionales del ramo del país, como muy bien reza su misión de “aportar a la sociedad, profesionales veterinarios con compromiso social”, no solo debe mejorar el control de los factores de riesgo que suponen sus acciones en el campo científico, sino, además, imponerse una urgente reingeniería en la vigilancia de los programas de prevención y control de enfermedades peligrosas, como la aftosa, la rabia, la brucelosis, dentro y fuera de la institución.

Como bien señaló el doctor Diego Ayala, de la Asociación de Médicos Veterinarios, esta Facultad debe ser un referente fundamental en todo cuanto a la salud animal se refiere, que tiene también incidencia directa sobre las personas. La tremenda negligencia en la que incurrieron las autoridades de la Facultad debe ser motivo de una minuciosa intervención por parte de las altas autoridades de la UNA, para impedir que se repita esta tremenda falla en la bioseguridad y evitar otros problemas similares.

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