Negros nubarrones se ciernen sobre el futuro político del Paraguay

El presidente Horacio Cartes renunció ayer a su cargo para, según él, cumplir con “la decisión democrática del pueblo”, que lo había elegido “para el cargo de senador de la Nación para el periodo 2018/2023”. Al prevaricato de cohonestar su candidatura ilegítima, cometido por la Justicia Electoral y confirmado por la Corte Suprema de Justicia, se añade ahora la renuncia del beneficiario del delito. Pretende así seguir manejando a su antojo sus negocios privados como los públicos, tanto desde el poder político que le confiera su banca usurpada de senador activo como desde el económico que le permite lograr “adherentes”. Más aún, como se avizora una reforma constitucional que seguramente permitirá la reelección presidencial, tratará de volver a toda costa al Palacio de López. Y desde allí ya no le sacará nadie. Sin embargo, todavía hay tiempo para salvar al Paraguay de una nueva ignominia. Pueden hacerlo legisladores patriotas respetuosos de la Constitución si tienen la sensatez de rechazarle la renuncia, prestándole un gran servicio al país, ya que en ese caso no se consumaría la ruin derogación de hecho del artículo constitucional según el cual los expresidentes de la República “serán” senadores vitalicios.

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El presidente Horacio Cartes renunció ayer a su cargo para, según él, cumplir con “la decisión democrática del pueblo”, que lo había elegido “para el cargo de senador de la Nación para el periodo 2018/2023”. Al prevaricato de cohonestar su candidatura ilegítima, cometido por la Justicia Electoral y confirmado por la Corte Suprema de Justicia, se añade ahora la renuncia del beneficiario del delito.

Pretende así seguir manejando a su antojo sus negocios privados como los públicos, tanto desde el poder político que le confiera su banca usurpada de senador activo como desde el económico que le permite lograr “adherentes”. Más aún, como se avizora una reforma constitucional que seguramente permitirá la reelección presidencial, tratará de volver a toda costa al Palacio de López. Y desde allí ya no le sacará nadie, porque si ahora, con los problemas delictuales que le rozan por todas partes igual consigue su banca, puede imaginarse lo que ocurrirá si tiene firmemente la sartén por el mango.

Sin embargo, todavía hay tiempo para salvar al Paraguay de una nueva ignominia. Pueden hacerlo legisladores patriotas respetuosos de la Constitución nacional si tienen la sensatez de rechazarle la renuncia, prestándole un gran servicio al país, ya que en ese caso no se consumaría la ruin derogación de hecho del artículo constitucional según el cual los expresidentes de la República “serán” senadores vitalicios. La “renuncia” obedece a que el escandaloso fallo de la máxima autoridad judicial le insinuó a quien una vez más pretende violar la Carta Magna que, en virtud de su art. 196, no puede ejercer el Poder Ejecutivo e integrar el Legislativo al mismo tiempo. Aunque esa norma nada diga al respecto, es razonable que así sea, pues solo dispone que los asesores de reparticiones públicas, los funcionarios y los demás empleados a sueldo del Estado o de los municipios podrán ser electos, pero no desempeñar tareas legislativas mientras dure la designación para dichos cargos. Si no se ocupa del presidente de la República, que es electo y no designado, es porque ya está dispuesto en un artículo anterior que solo podrá ejercer la senaduría vitalicia tras concluir su mandato.

La manganeta de la máxima autoridad judicial, sin base constitucional, fue inventada por los cortesanos para eludir el escándalo que implicaría que una misma persona ocupe a la vez un despacho en el Palacio de López y un escaño en el Legislativo.

La pregunta que surge es: ¿por qué Horacio Cartes se empeña tanto en ser senador activo, cuando como vitalicio podría aportar sus luces a la gestión parlamentaria? Más allá de los fueros que lo van a proteger ante una eventual persecución penal por los delitos que pueda haber cometido en el ejercicio de su actual cargo, piensa que solo como miembro del Senado, con voz y voto, seguirá influyendo en la política partidaria y en la nacional. Seguirá contando allí con sus acólitos de hoy y, dada la composición de la Cámara Alta, podrá negociar acuerdos con otros grupos allí representados para, entre otras inquietantes posibilidades, imponer condiciones al nuevo presidente de la República, “Marito” Abdo Benítez. Resulta que su capacidad de gestar acuerdos coyunturales depende no solo de su maestría en la materia, sino también de los incentivos efectivos –que no le faltan– que ofrezca para alcanzarlos.

Llegado a este paso, sin duda alguna Horacio Cartes buscará la reelección presidencial, es decir, lo que no pudo obtener mediante la inconstitucional enmienda que promovió y fue abortada mediante una firme y decidida oposición popular. Y dado que las campañas electorales internas suelen empezar apenas asumidos los cargos electivos, es presumible que la pugna dentro de la ANR, de cara a los comicios de 2023, ya se inicie antes del llamado a una Convención Nacional Constituyente. Se vislumbra así un panorama poco favorable para el recién proclamado presidente del Paraguay, en la indeseable suposición de que la renuncia de Horacio Cartes sea aceptada y que luego el contumaz violador de la Ley Suprema jure como senador activo.

Esta inquietante perspectiva prevé tiempos políticos tormentosos. En efecto, teniendo en cuenta que “Marito” triunfó en los comicios internos criticando duramente varias iniciativas del gobierno de Cartes, en plena nueva campaña colorada este, sin duda alguna, también elegirá como su blanco preferido la gestión del nuevo presidente. De esta forma, la gobernabilidad que dice buscar el primero para justificar su inaceptable condescendencia con el presidente renunciante, allanándole el camino para acceder inconstitucionalmente a un cargo, se volverá totalmente en su contra por partida doble, ya que, con el camino allanado, otro político averiado con ambición sin límites también se le plegará a la pesca de la Primera Magistratura: Nicanor Duarte Frutos.

O sea que la codicia de Horacio Cartes presagia serios conflictos partidarios e institucionales que le harán mucho mal al país. Hasta puede estar aspirando a presidir el Senado, colocándose así en una posición inmejorable para intentar otro asalto al cargo de presidente de la República, con alguna cáscara de banana puesta “al descuido” en los caminos de “Marito”. Se trata de una posibilidad muy verosímil, dada la correlación de fuerzas a su favor y su reconocida habilidad chanchullera, manifestada en aquella grotesca sesión “mau” de la Cámara Alta, que “aprobó” la enmienda inconstitucional por él promovida.

Negros nubarrones se ciernen así sobre el futuro del Paraguay, los que solo se pueden disipar si los ciudadanos y las ciudadanas se oponen firme y sostenidamente en forma pública a que se consume un nuevo flagrante atropello a la Constitución para satisfacer los deseos de dos políticos ambiciosos sin escrúpulos.

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