No faltan “manuales”, sino jueces honestos y valientes

La Secretaría Nacional Anticorrupción (SENAC) presentó esta semana lo que denomina “Guías para prevenir la corrupción”, que fue confeccionada con apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Resulta un tanto ridículo que en nuestro país, dadas las muy largamente y bien acumuladas experiencias que tenemos en materia de corrupción, nos vengan a ofrecer un “manual” para aprender a prevenirla y combatirla. El mejor manual que pueda escribirse en esta materia tendrían que redactarlo los administradores del Estado, los expresidentes de la República y del Congreso, los legisladores, los jueces y magistrados, los aduaneros y los directores e inspectores de cualquier dependencia estatal. Tienen bastante experiencia en participar de hechos de corrupción de todo tipo y, es de suponer, han de conocer también la forma de combatirlos. Estas guías fueron diseñadas como redes pequeñas para pescar pececitos, y entonces, tal vez, caigan en ellas mojarritas, pero los tiburones las atravesarán sin inmutarse. Lo que el Paraguay necesita es un manual titulado “Cómo pescar a los grandes manguruyuses”, y que se encuentre a los fiscales y jueces que se animen a aplicarlo.

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La Secretaría Nacional Anticorrupción (SENAC) presentó esta semana lo que denomina “Guías para prevenir la corrupción”, que fueron confeccionadas con el apoyo financiero del “Programa de Democracia y Gobernabilidad” de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID-Paraguay).

Para comenzar, llama la atención que una tarea de típico carácter técnico administrativo haya sido ejecutada por una organización no gubernamental denominada “Centro de Estudios Ambientales y Sociales”, que puede pensarse está de alguna manera vinculada con los jefes de la SENAC, mediante “líneas de interés común”. De otro modo, no se explica que técnicos dedicados a temas ambientales y sociales de pronto se conviertan en expertos en materia administrativa.

De cualquier manera, ya resulta un tanto ridículo que en nuestro país, dadas las muy largamente y bien acumuladas experiencias que tenemos en materia de corrupción, nos vengan ahora a ofrecer un “manual” para aprender a prevenirla y combatirla. El mejor manual que pueda escribirse en esta materia tendrían que redactarlo los administradores del Estado, los expresidentes de la República y del Congreso, los legisladores, los jueces y magistrados, los aduaneros y los directores e inspectores de cualquier dependencia estatal, sea o no descentralizada. Tienen bastante experiencia en participar de hechos de corrupción de todo tipo y, es de suponer, han de conocer también la forma de combatirlos. 

Veremos si el nuevo manual de la SENAC nos ayuda a prevenir que el Presidente de la República realice largos y costosos viajes oficiales; y, de paso, lleve en su comitiva como invitados a gente moralmente harto cuestionada. Hace pocos días nomás, el senador Víctor Bogado, imputado por la comisión de hechos delictuosos, paseó alegremente al lado del presidente Horacio Cartes por la República de China-Taiwán.

A ver si el nuevo manual de la SENAC nos da la manera precisa de prevenir y combatir hechos vergonzosos como la decisión de nombrar al diputado Bernardo Villalba miembro de la Comisión Nacional para la Reforma de la Justicia, un personaje que poco antes de ese nombramiento fue sindicado por sus propios colegas como sospechoso de mantener vínculos con los narcotraficantes, algo que este nunca se molestó en desvirtuar convincentemente.

¿Será que el manual de la SENAC va a servir para terminar con los aduaneros que se hacen multimillonarios de la noche a la mañana? ¿Será que este manual servirá para terminar con las concesiones dudosas de obras públicas a empresas cuestionadas internacionalmente, o para dejar de rifar valiosas propiedades del Estado para oscuros negocios entre miembros de la “corona” y sus amigos del exterior? 

Las pretensiones con que se presenta este manual mueven a la sonrisa y al descreimiento ya desde el comienzo. Se asegura que será puesto en práctica en las dependencias del Poder Ejecutivo, con el apoyo de la SENAC. Aseguran que desde el comienzo de la vigencia del Plan Nacional de Prevención de la Corrupción, en marzo del año pasado, ya se cumplieron (por parte de los organismos públicos involucrados) 41 de los 58 compromisos que fueron originariamente establecidos. Dicen que tienen “una guía práctica de administración de riesgos”, que sirve para que los organismos públicos “mapeen y registren” las actividades que mayor riesgo suponen. Parece un cuento para niños.

Vamos a ver si la SENAC aplica su guía de prevención en las campañas electorales y descubre, por ejemplo, con qué recursos se financian las recorridas de los candidatos y sus equipos, quién paga los medios de transporte, el combustible que consumen generosamente, las remuneraciones del personal que trabaja, los costos de las cuchipandas y festicholas, así como las comunicaciones telefónicas y las mil y una fuentes de gastos que estas movilizaciones importan.

Vamos a ver si la SENAC y su nueva guía descubren cuando los funcionarios públicos abandonan sus puestos de trabajo para asistir a reuniones partidarias, a mitines electoralistas, a “encuentros fraternos” para hacer hurras al precandidato oficialista, y les impone las sanciones correspondientes.

Veremos, también, si la SENAC logra meter una sola página de su guía en las seccionales coloradas que reciben recursos públicos de modo abierto o encubierto. Si logra meter una sola nariz en la contabilidad de gastos de campaña electoral de los precandidatos oficialistas a senadores, diputados, gobernadores y concejales departamentales. 

Se dirá que es dañino ridiculizar estas iniciativas solo por el mero afán de criticar; pero no es este el caso, obviamente. Hay que denunciar cuando advertimos que se provocan cortinas de humo que los mismos corruptos echan detrás de sí para ocultarse mejor. Es bien sabido que todo Gobierno corrompido debe contar con una “política anticorrupción”; este es su antifaz, el carnet que ha de presentar ante cualquier objetor. El presidente Cartes se jacta, como los anteriores, de combatir contra el mal de la inmoralidad en la administración pública; lo cierto es que hasta este momento, tanto este Gobierno como los que le precedieron, perdieron todas las batallas de tales guerras imaginarias. Así fue como la inescrupulosidad acabó convirtiéndose en la brújula que dirige los pasos de todos los políticos que ansían progresar en su carrera. 

Nos preguntamos, asimismo, cómo la SENAC va a aplicar su guía de moralización en el seno del Ministerio Público, de la Contraloría General y del propio Poder Judicial, otras grandes cabezas de la hidra de la venalidad en el Paraguay. Pero podría hacer una prueba para constatar si la nueva herramienta funciona o no, y dar a conocer sus triunfos y fracasos a la ciudadanía. Por ejemplo, la SENAC podría lograr cazar a un fiscal, a un juez, a un magistrado venal, siquiera a un secretario de juzgado o a un inspector coimero, y llevarlo a juicio. Estas “guías para prevenir la corrupción” fueron diseñadas como redes pequeñas para pescar pececitos, y entonces, tal vez, caigan en ellas las mojarritas, pero los tiburones las atravesarán sin inmutarse. Ojalá que no; pero la SENAC tiene que demostrarlo prácticamente, y recién entonces acabará con el escepticismo que sus “guías” causan en la opinión pública. 

Lo que el Paraguay necesita es un manual titulado “Cómo pescar a los grandes manguruyuses”, y que se encuentre a los fiscales y jueces que se animen a aplicarlo.

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