No fracasó Santi, perdió Horacio Cartes

Irónicamente, en las elecciones internas de los dos partidos políticos tradicionales realizadas ayer lo que más ha celebrado la ciudadanía no ha sido tanto el triunfo electoral del precandidato de la disidencia de la ANR, Mario Abdo Benítez, ni el del PLRA, Efraín Alegre, sino la contundente derrota del presidente Horacio Cartes, de su fiel escudero político liberal, Blas Llano, y del grupo de averiados políticos que los acompañaban. Para los observadores, este resultado en el coloradismo, más que un castigo para el joven exministro de Hacienda, Santiago Peña, representa la frustración de los ciudadanos y ciudadanas paraguayos con el anacrónico, autoritario y corrupto sistema de Gobierno implementado por el presidente Cartes. En vista de esta experiencia, sea quien fuere el elegido por los votantes paraguayos como nuevo presidente de la República en las próximas elecciones, debe evitar defraudar de nuevo al pueblo soberano, porque la paciencia ciudadana se ha agotado con el mal Gobierno de Horacio Cartes.

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Irónicamente, en las elecciones internas de los dos partidos políticos tradicionales realizadas ayer lo que más ha celebrado la ciudadanía no ha sido tanto el triunfo electoral del precandidato de la disidencia de la ANR, Mario Abdo Benítez, ni el del PLRA, Efraín Alegre, sino la contundente derrota del presidente Horacio Cartes, de su fiel escudero político liberal Blas Llano y del grupo de averiados políticos que los acompañaban.

Para los observadores, este resultado electoral en el coloradismo, más que un castigo para el joven exministro de Hacienda, Santiago Peña, representa la frustración de los ciudadanos y ciudadanas paraguayos con el autoritario y corrupto sistema de Gobierno implementado por el presidente Cartes. 

El descontento popular subyace largamente en el ánimo ciudadano, ya que desde el fin de la dictadura stronista se han turnado gobernantes corruptos, sin patriotismo, dispuestos a sacar más provecho personal del cargo antes que bregar por la defensa de los intereses nacionales y la consolidación de un Estado de derecho en el que la ley prevalezca sobre la política. De esta forma, la exasperación ciudadana que se ha ido acumulando durante estos 28 años de pleno ejercicio de la libertad de expresión y vapuleada democracia, esperando vanamente que cada gobierno que sube al poder sea mejor que el que lo antecedió, ha reventado finalmente a favor de la esperanza de un cambio, derrotando al caballo del comisario y al de su aliado liberal. 

Los votantes paraguayos eligieron a Horacio Cartes como presidente de la República confiados en que haría efectivo el cambio de rumbo que había prometido en su campaña en cuanto a la administración honesta del Estado, el combate a la corrupción y la implantación de la metáfora de la ley del Talión para los ladrones de caudales públicos. Sin embargo, luego de un efímero paréntesis de “nuevo rumbo” en la conducción del aparato estatal, dio un giro de 180 grados retomando el viejo rumbo que habían seguido sus antecesores, con lo que tiró por la borda su promesa de una nueva política pública. Así, reinstauró el clientelismo político, la cleptomanía en la administración pública, la cooptación de legisladores para junto con estos maniatar a fiscales, jueces y ministros del sistema judicial. Y, conseguido esto, se lanzó a un frenético intento de atropellar la Constitución nacional buscando destrabar el cerrojo que bloquea la reelección presidencial, intento frenado por la decidida oposición de la ciudadanía. 

El fiasco de su inconstitucional proyecto de “rekutu”, no fue suficiente para hacerlo desistir de su afán por seguir controlando los recursos del Estado desde el más alto nivel del Gobierno. Con ese propósito, designó a su ministro de Hacienda Santiago Peña como precandidato a la nominación presidencial por la ANR, oficiando personalmente como jefe de campaña electoral del mismo, empleando para el efecto ingentes recursos del Estado y politizando actos públicos. Con esto, creyó tener asegurado el triunfo de su delfín. Y así le fue. Su figura, que al mismo tiempo aparecía acompañada de los escombros más repudiables de la política paraguaya, le pasó la factura a su candidato. Y, junto con él, también perdieron sus más repulsivos aliados, o los candidatos apoyados por ellos, como Perla de Vázquez, en San Pedro; los Zacarías Irún, en Ciudad del Este; y el despreciable Óscar González Daher en Luque.

Así, la mayoría del pueblo colorado apostó a lo que creyó más confiable, y, sobre todo, al rechazo de un proyecto de Gobierno impulsado con zanahoria y garrote, como bien lo expusiera el mencionado senador González Daher en ocasión de amenazar con despedir de sus puestos a los funcionarios de la Dinac que no acudieran a los actos proselitistas del candidato del oficialismo. 

Con el propósito de impulsar contra viento y marea la candidatura de su protegido, Cartes apeló al populismo, una ideología que, a más de insumir recursos públicos para su efectividad, tiene el efecto de separar a la sociedad en dos grupos antagónicos de buenos y malos ciudadanos, como acostumbraba hacerlo el stronismo. 

Los principales vencedores de la jornada electoral de ayer, Mario Abdo Benítez y Efraín Alegre –en caso de que cualquiera de ellos gane la presidencia de la República el próximo 22 de abril de 2018–, deben saber que su victoria sobre el oficialismo gobernante y su aliado liberal no les da carta blanca ni patente de corso para repetir los mismos vicios de la clase política tradicional, ya que una ciudadanía mucho más madura que décadas atrás les pasará también la factura en caso de defección de sus deberes. Y, peor aún, es probable que no solo les niegue sus votos, sino que a la vez exija que rindan cuentas de sus fechorías ante la Justicia y vayan a parar a la cárcel.

Un párrafo especial merece el candidato perdedor en esta ocasión, Santiago Peña, una figura joven con el perfil ideal para el cargo al que se postuló, pero que tuvo el patrocinante indebido. Habla bien de él que haya dado la cara para reconocer su derrota. Ojalá que la experiencia les sirva a él y a otros jóvenes aspirantes a cargos electivos, para buscar servir a la nación despegados de la lacra de políticos ineptos y corruptos responsables del atraso y pobreza de nuestra patria. 

En vista de esta experiencia, sea quien fuere el elegido por los votantes paraguayos como nuevo presidente de la República en las próximas elecciones, debe evitar defraudar de nuevo al pueblo soberano, porque la paciencia ciudadana se ha agotado con el mal Gobierno de Horacio Cartes.

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