Nueva ruta debe ser protegida

La ruta entre Luque y San Bernardino que acaba de ser pavimentada ofrece un hermoso panorama de una región que, hasta el momento, se halla libre de las malas consecuencias que produce la urbanización desordenada, caótica, sin reglas ni control. Lastimosamente, desde su comienzo, ya se nota la ausencia de todo tipo de autoridad en ella. No están allí ni las municipalidades ni la Patrulla Caminera para poner orden. Ojalá que la nueva ruta se conserve como está ahora, y no pase a convertirse en otra sucia calle más de los suburbios del área metropolitana capitalina.

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La ruta entre Luque y San Bernardino que acaba de ser pavimentada ofrece un hermoso panorama de una región que, hasta el momento, se halla libre de las malas consecuencias que produce la urbanización desordenada, caótica, sin reglas ni control.

Lastimosamente, desde su comienzo ya se nota la ausencia de todo tipo de autoridad en ella. No están allí ni las municipalidades ni la Patrulla Caminera para poner orden, evitar las usurpaciones de espacios aledaños, controlar los graves riesgos que causan los animales vacunos que se pasean campantemente a lo largo de la vía y que, cualquier día de estos pueden causar un accidente que todo el mundo se pondrá a lamentar, cuando que su prevención es tan fácil de realizar.

El viejo problema de los vacunos sueltos en las rutas responde a una causa que parece ridícula. Sus propietarios sueltan a sus animales para que vayan a alimentarse de la hierba que crece en las banquinas y otros espacios abiertos, lo que les ahorra el costo del forraje. Se trata de un motivo inaceptable por ilegal, por abusivo y por constituir una flagrante e inútil amenaza a la seguridad pública, pero los intendentes y concejales de esas localidades no toman medidas contra los tamberos irresponsables porque estos suelen ser sus parientes, sus compadres, sus contribuyentes electorales o por otras “importantes razones” como estas, de esas que, lastimosamente, todavía sobreviven en nuestra primitiva politiquería del ámbito rural.

La ruta recientemente pavimentada se extiende por 31 kilómetros y fue imaginada para aliviar el tránsito entre Asunción y localidades como San Bernardino y Altos, pero si sigue la misma triste suerte de la ruta que une Luque con Areguá, en poco tiempo estará llena de pequeños negocios, gomerías, depósitos, reservados, de construcciones hechas sobre la misma línea de la ruta, todo lo cual acabará por convertirla en una simple calle o avenida interna, a la que después habrá que ponerle semáforos y lomadas, momento en que quedará desvirtuada e inútil para los efectos que fue pensada.

La nueva ruta pretende ser llamada “ecovía”, porque en varios tramos linda con humedales y parte del lago Ypacaraí, y porque le agregaron una franja para uso de biciclos, de la que si se apoderan las motocicletas, las cosas irán de mal en peor, por cuanto sus conductores, como se sabe, en su gran mayoría no son amigos de respetar ninguna regla de tránsito ni medida de prudencia.

Todos estos males pueden ser previstos, evitados o mantenidos bajo control; pero para esto se necesitan instituciones que funcionen, normas adecuadas y autoridades capacitadas de hacerlas respetar. Hasta ahora, la gran mayoría de las municipalidades son incapaces de regular el tránsito rutero en los tramos urbanos, mientras que la Patrulla Caminera no consigue demostrar su eficiencia para instalar la seguridad pública y dirigir la educación en las rutas, aunque sea muy rápida para recaudar multas.

Ojalá la nueva “ruta ecológica” se conserve como está ahora, que no deje de tener ese carácter y no pase a convertirse en otra sucia calle más de los suburbios del área metropolitana capitalina.

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