La aprobación por el Congreso de las notas reversales NR 6/14 y NR 2/17, que formalizan el acuerdo Cartes-Macri, por el que se modifica el Tratado de Yacyretá y, de ese modo, se “legaliza” su sistemática violación por parte del Gobierno argentino, desde su entrada en vigencia hace 44 años, es una lamentable prueba de que a los supuestos representantes del Pueblo soberano poco les importan los intereses nacionales y la memoria histórica que sustenta la identidad de nuestra nación.
En tal sentido, pareciera que para nuestros actuales legisladores esa memoria histórica es una mera fascinación por el recuerdo de nuestro épico pasado y no una guía para la conducción del destino del país hacia el logro de objetivos que propendan a su desarrollo y un mejor nivel de vida para sus habitantes. Al convalidar la entrega a la Argentina de un filón económico estratégico de nuestra soberanía a cambio de nada a favor y de mucho en contra, por parte del Senado, la coyuntural mayoría vendepatria de la Cámara de Diputados no ha hecho más que sumarse a esa alta traición a la Patria perpetrada por iniciativa del presidente de la República, Horacio Cartes, por intereses espurios ajenos a los de la Nación.
El concepto de memoria histórica de un pueblo como un recuerdo colectivo del valor simbólico de las acciones protagonizadas por sus habitantes sirve para explicar el moderno infortunio que sobrelleva el Paraguay por el permanente asalto que realizan Argentina y Brasil en perjuicio de nuestros intereses compartidos con ellos en las usinas hidroeléctricas binacionales de Yacyretá e Itaipú. Esto ocurrió desde un principio, desde la firma de los leoninos Tratados respectivos por el régimen dictatorial de Alfredo Stroessner, infamemente rubricado en el caso de Yacyretá con la reciente aprobación por el Congreso de las lesivas notas reversales de referencia. Hasta tal punto esto es así que, parafraseando a Von Clausewitz, los paraguayos podemos decir con toda razón que la explotación colonialista por parte de nuestros socios en las “joint venture” binacionales es la continuación de la funesta Guerra de la Triple Alianza por otros medios, aunque ya solo por obra de nuestros dos principales verdugos históricos.
Obviamente, la gran ironía del destino está dada por la diferencia de actitud de aquella heroica generación paraguaya de la gran epopeya, contrastada con la venal obsecuencia de nuestros gobernantes en la actualidad que, de boca para afuera, se ufanan de ser responsables de sus actos ante el pueblo, pero que con sus maniobras lo traicionan vilmente, entregando la soberanía nacional a nuestros socios en las binacionales para su propio provecho y en perjuicio de la población.
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La disímil actitud en defensa de los intereses nacionales tiene una explicación: el patriotismo de nuestros héroes, en contraposición con la codicia de nuestras autoridades y de la clase política que hoy dice representar al Pueblo en el Parlamento.
En realidad, la antipatriótica actitud de nuestros actuales gobernantes, en el sentido de hacer vito con los intereses nacionales en Yacyretá so pretexto de beneficiar al país, tiene un nefasto precedente en la memoria histórica de nuestra nación: la rapiña de los tres millones de libras esterlinas de los célebres e infames empréstitos de Londres, perpetrada bajo el gobierno de Salvador Jovellanos en los primeros años de posguerra. Negociado perpetrado por una claque política voraz, conformada por compatriotas legionarios que habían servido de baqueanos a las fuerzas de la Triple Alianza, y no hesitaron en rifar los despojos del patrimonio nacional, para alzarse con el dinero que sería destinado, según dijeron, a socorrer a las 200.000 almas a las que quedó reducida la población nacional tras la hecatombe.
Los acuerdos suscritos por el presidente Horacio Cartes con su homólogo argentino Mauricio Macri apuntaron, supuestamente, a beneficiar al país –tal como lo invocado por los legionarios en 1871–, pero en realidad obligan al Paraguay a pagar la mitad de la deuda espuria de US$ 4.084 millones, posponen el pago de alrededor de US$ 1.000 millones por territorio nacional inutilizado por el embalse de la represa, y a financiar la mitad del costo de la construcción de la nueva central hidroeléctrica de Aña Cua. ¿Cuánto representa el costo financiero de tamaño crédito a favor de nuestro país a intereses corrientes de mercado, en tal lapso?
Ciertamente, los cuantiosos robos perpetrados a lo largo de la historia contra el patrimonio del Paraguay, que enriquecieron a generaciones de malversadores, solo terminaron cuando se vendieron las últimas extensiones de tierra pública y hasta el ferrocarril construido por don Carlos Antonio López, y cuando, en cierta manera, el pueblo reaccionó exigiendo la defensa del Chaco Boreal, invadido por Bolivia.
Como es improbable que las usinas binacionales de Yacyretá e Itaipú –los cotos de caza de los modernos concusionarios– dejen de funcionar en un futuro previsible, la corrupta clase política paraguaya siempre tendrá de qué medrar. Por ese lado, no debemos esperar que nuestros gobernantes dejen de robar.
Y, para mayor infortunio, al parecer poco se puede esperar del nuevo gobierno que presidirá Mario Abdo Benítez, quien, tras prometer en su campaña electoral que iba a interesarse sobre el tema Yacyretá para conseguir mejores condiciones en las negociaciones, no ha abierto la boca para oponerse a esta nueva nefasta entrega de los intereses de nuestro país en esa hidroeléctrica. “Nuestro Gobierno se compromete a revisar el Acta de Entendimiento para lograr mejoras sustanciales cuidando los intereses del Paraguay, respecto a una tarifa adecuada y compensaciones que nos corresponden en tiempo y forma, como así mismo de las futuras inversiones”, expresa el “Plan Estratégico de Desarrollo Nacional” que “Marito” lanzó para buscar votos. Ahora se mantuvo en completo silencio. Si te he visto, no me acuerdo, como se dice.
Nuevamente, solo cabe que la ciudadanía vaya tomando conciencia de estas componendas que se resuelven a sus espaldas, y que exprese firme y decididamente su desacuerdo mediante manifestaciones públicas sostenidas, que más temprano que tarde darán sus frutos.
