Nuevo año reclama hombres nuevos

En el umbral del año nuevo, una somera retrospectiva del 2015 nos muestra las cosas que se hicieron bien y aquellas que fueron criticadas y reprobadas por la sociedad, y entre las cuales fácilmente podríamos estar inducidos a pensar que llevan la delantera los avivados, los que se afanan en la búsqueda de sus propios intereses, aquellos que maquinan día y noche el infortunio del prójimo. Pese a todo, tenemos una ciudadanía que se resiste a claudicar de sus nobles ideales de ver una sociedad basada en valores éticos, y que cree posible demoler los muros de la corrupción, que, como quinta columna saboteadora, mina toda intención de instaurar el bien en la sociedad. Así, el 2016 reclama la gestación de nuevas instituciones, nuevas autoridades, nuevos funcionarios, nueva ciudadanía, hombres nuevos que puedan ver más allá de sus meros intereses personales, familiares o de correligionarios y, consecuentemente, desde el sitial que les corresponda dar la mejor contribución posible a fin de que la sociedad paraguaya avance hacia días mejores. La estructura corrupta que se ha instalado en casi todas las instancias del Estado no debe triunfar sobre la esperanza de la ciudadanía de que el año que comienza traiga ¡un nuevo Paraguay!

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En el umbral del año nuevo, una somera retrospectiva del 2015 nos muestra las cosas que se hicieron bien y aquellas que fueron criticadas y reprobadas por la sociedad, y entre las cuales fácilmente podríamos estar inducidos a pensar que llevan la delantera los avivados, los que se afanan en la búsqueda de sus propios intereses, aquellos que maquinan día y noche el infortunio del prójimo.

A lo largo del 2015, la prensa libre de nuestro país no ha cejado en su afán de desenmascarar a quienes han intentado ocultarse bajo un ropaje de humilde cordero, principalmente aquellos que fungen de servidores de la ciudadanía, algunos de ellos procesados por la justicia, y otros muchos que siguen puliendo maneras cada vez más refinadas de llevar a cabo sus fechorías. Entre quienes gustan proclamar su rol de “representantes del pueblo” están algunos senadores y diputados, cuyas acciones y decisiones lejos estuvieron de responder a los reclamos de ese pueblo y muchas de las cuales, por el contrario, fueron francamente repudiadas por él.

Otra muestra diáfana de lo mencionado, y que ejemplifica el modo en que se utilizan los lugares de poder para corromper las instituciones, y, consecuentemente, a las personas, es la reciente imputación de Alberto Ramírez Zambonini, ministro del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE), por haber permitido que muchos de sus subordinados cobren honorarios por trabajos que nunca realizaron. Allí están, entre otros tantos, Maira Abdo Benítez, Manuel Radice, Modesto Núñez, Clara Haydée Silvera Arza y otras muchas personas relacionadas a su vez con conocidos políticos locales. Las descaradas formas en que estos y otros sujetos esquilmaban las arcas públicas causaron profunda indignación en la ciudadanía.

Pero no solo en el TSJE se descubrieron fabulosos sueldos de los que disfrutaban amigos, correligionarios, parientes, amantes y otros allegados a los dueños del poder, sino también en la propia Contraloría General de la República (la que debe combatir estas lacras), en el Senado, en la Cámara de Diputados, en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y sus facultades y filiales, tanto de la capital como del interior del país. En el sector económico, la Subsecretaría de Estado de Tributación (SET) desentrañó una red que se dedicaba a megaevasión de impuestos mediante la falsificación de facturas.

A pesar de ello, muchos espíritus honestos luchan por contrarrestar el tóxico efecto de la corrupción, y en ese sentido se debe destacar el vivificante ejemplo dado por los jóvenes estudiantes secundarios y universitarios, con su enérgica cruzada en pro de una mejor educación y por la erradicación de la rampante corrupción que también mina las instituciones educativas.

Es evidente que la ciudadanía está harta de los “hombres escombros” a los que se refirió el recordado arzobispo Ismael Rolón, y reclama nuevos valores, sobre todo con nuevas mentalidades que antepongan el país y sus habitantes a los intereses personales y de grupos políticos afines a los dueños del poder, tanto a nivel nacional como regional y local. Una muestra de este anhelo ciudadano es el rechazo que le dio el pueblo en las urnas al inepto exintendente de Asunción Arnaldo Samaniego, para ungir en su reemplazo a una figura nueva, aún no contaminada, como Mario Ferreiro. En otros lugares del país también se ha producido una saludable reacción contra la gente que ha venido abusando del poder en perjuicio de sus poblaciones.

Tenemos así a una ciudadanía que se resiste a claudicar de sus nobles ideales de ver una sociedad basada en valores éticos, y que cree posible demoler los muros infranqueables de la corrupción, que, como quinta columna saboteadora, mina toda intención de instaurar el bien en la sociedad.

Así, el 2016 reclama la gestación de nuevas instituciones, nuevas autoridades, nuevos funcionarios, nueva ciudadanía, hombres nuevos que puedan ver más allá de sus meros intereses personales, familiares o de correligionarios y, consecuentemente, desde el sitial que les corresponda dar la mejor contribución posible a fin de que la sociedad paraguaya avance hacia días mejores. Ya no más Ramírez Zambonini, Víctor Bogado, José María Ibáñez, Arnaldo Samaniego, Óscar Velázquez, Froilán Peralta y tantos otros. No más “Chicharõ” ni “Chicharõcito” y sus padrinos narcopolíticos. No más “reinas del norte”, como la diputada Cristina Villalba, ni de otras regiones.

Con suma urgencia el Paraguay necesita salir de la postración corrupta en la que está sumido. Para lograrlo, será fundamental la acción de la Justicia, que a su vez requiere en su cúpula de una cirugía mayor, que después se vaya depurando en sus niveles inferiores para que realmente cumpla su cometido y no se convierta en el brazo largo del crimen organizado.

La estructura corrupta que se ha instalado en casi todas las instancias del Estado no debe triunfar sobre la esperanza de la ciudadanía de que el 2016 traiga ¡un nuevo Paraguay!

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