En los comicios internos del PLRA realizados el domingo pasado triunfó la lista encabezada por Efraín Alegre, excandidato presidencial perdidoso frente al actual presidente, el colorado Horacio Cartes. Ante las cámaras de prensa posaron junto a él otros personajes conocidos de nuestro ambiente criollo, como José “Pakova” Ledesma, Luis A. Wagner y Carlos Amarilla. Más atrás, apoyando al político ganador y haciendo con los dedos la “V” de la victoria, también apareció el polémico y cuestionado colorado Luis Aníbal Schupp.
Las primeras declaraciones del candidato ganador, con ser exultantes de júbilo y optimismo, abrieron sin embargo un gran hueco en las expectativas de una ciudadanía harta de fórmulas políticas ya probadas y de penosa experiencia, que aspira, noblemente, a un futuro menos incierto.
Alegre expresó todo lo que habitualmente se dice en casos así: que la reconciliación, que la unión fraterna, que basta de internismo, que se inicia el “gran proyecto nacional”, que la redención ciudadana y, en fin, toda cháchara a que nos tienen acostumbrados los ganadores de una elección.
Pero en medio de las frases convencionales y las demostraciones de euforia, Efraín Alegre dio un paso más largo: hizo un anuncio al que debemos considerar, cuando menos, verdaderamente peligroso para el porvenir de nuestro país y de sus jóvenes. Expresó su intención –que debemos suponer es compartida por sus seguidores– de volver a conformar una agrupación común con el Frente Guasu, del exobispo y expresidente Fernando Lugo. Es decir, de nuevo el agua y el aceite, recordándose que, antes de aliarse con el PLRA, Lugo no se cansaba de responsabilizar a los partidos tradicionales de todos los males del país.
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Atendiendo este anuncio, la coalición buscará reunir también a otras fuerzas políticas menores para enfrentar al Partido Colorado en el poder, que a su vez se debate en la difícil coyuntura de encontrar un candidato moralmente limpio, capaz de merecer confianza y reunir votos suficientes para lograr lo que hoy parece una muy difícil meta: que su partido permanezca en el poder.
La noticia que dio Alegre de que quiere volver a juntarse con Lugo y su gente no es precisamente lo que la gente entiende por unión y cooperación para pensar en un país mejor. No es más que la gastada técnica de llamar a “una gran alianza”, que en nuestra política es ya considerada un “recurso’i”, que, dicho sea de paso, ya demostró con creces en ocasiones anteriores que no asegura victoria alguna. Además, si esta se diera, como en el 2008, será nuevamente un conglomerado pegado con saliva electoralista, sin coincidencia ideológica ni programática alguna, lo que augura negros nubarrones para la gobernabilidad del país.
Es evidente que muchos políticos no aprenden –o no quieren aprender por conveniencia coyuntural– de las experiencias fallidas. Así resulta que ahora Alegre vuelve a recitar la misma cantinela de la “gran alianza”, enfocando esta vez su linterna sobre el rostro del presidente Horacio Cartes, para presentarlo como el gran adversario, como si este vaya a ser su próximo contendiente. Entonces, ahora la vieja práctica del “jaja’o liberal-pe” se va a transformar en “jaja’o colorado-pe”, lo que evidencia una nula evolución del pensamiento de nuestros principales políticos.
Pero con estas ingenuidades y recursos publicitarios tan primitivos y carentes de imaginación, ya no es factible convencer a la mayoría de quienes han vivido bajo el régimen que se elevó en 2008, con sus detalles frescos aún en la memoria colectiva. ¿Quién no recuerda las actuaciones de funcionarios liberales y otros aliados en el gobierno de Lugo y sus bolivarianos? ¿Cuál fue su aporte?
Además, la primera consecuencia visible de aquella “gran alianza” PLRA-Frente Guasu fue el indigno ninguneo que sufrió el vicepresidente liberal Federico Franco de parte del presidente Lugo, quien no lo invitaba ni a juntarse para tomar mate; ya no se diga para debatir asuntos de Estado o siquiera para cubrir las apariencias.
Después, Lugo, con ese inexplicable cambio de talante que parece acometerle periódicamente, comenzó a ejercer represalias contra varios funcionarios liberales; como por ejemplo cuando, por una rabieta circunstancial, destituyó a Mirtha Vergara de Franco del cargo de embajadora en Montevideo, a tan solo nueve meses de haber asumido, a raíz de que su esposo, el senador “Yoyito” Franco, votó en el Senado de una manera que a Lugo no le agradó.
A su turno, Rafael Filizzola y el propio Efraín Alegre, ambos miembros importantes de su gabinete, fueron destituidos por el exobispo presidente cuando se insinuaron como presumibles candidatos presidenciales. Cuando hubo que escoger candidatos para cargos importantes (como el caso del Ministerio Público), Lugo prefería a colorados antes que a alguien de sus aliados, lo que hubiera estado bien si fuera por méritos y no por politiquería coyuntural.
Ya en junio del 2009, antes de que se cumpliera un año del Gobierno de la denominada “Alianza Patriótica para el Cambio”, con el apoyo unánime de sus 53 miembros, el Directorio del PLRA decidía retirar su apoyo político a Lugo, aunque sus afiliados continuaron en cargos del Gobierno. El entonces Presidente no dio importancia alguna a la decisión de sus hasta entonces aliados y dijo a la prensa que “Si los liberales se retiran del Gobierno, si desean pasar a la vereda de enfrente y hacer oposición, es su decisión política”.
Los liberales continuaron siendo convidados de piedra y recibiendo desaires, a tal punto que aparecieron los pedidos de algunos de sus dirigentes para romper en serio con el Gobierno. Así, en setiembre de 2011, el entonces gobernador del departamento Central, Carlos Amarilla, expresaba en una entrevista con nuestro diario que, ante el abierto desprecio de Lugo, el PLRA terminaría “cortado como mortadela” si no se retiraba del Gobierno.
Esta clase de manifestaciones de dirigentes liberales existieron a montones, ante la escasa importancia que daba Lugo a la participación de ese partido.
Pero, por lo visto, la memoria de los dirigentes liberales es muy flaca, ya que nuevamente hoy se llenan la boca de satisfacción ante una nueva eventual alianza con quienes anteriormente fueron prácticamente sus verdugos.
Ante tantos desencuentros, la terminación de la aventura PLRA-Frente Guasu fue la crónica de un final anunciado: sucedió el juicio político, los liberales votaron contra Lugo, y este se fue a recorrer el mundo llorando su desgracia, acusando a sus exaliados de haberlo traicionado.
Ahora Alegre triunfa electoralmente en sus comicios internos tomadito de la mano con Ledesma y Wagner, dos figuras que de liberales solo tienen la afiliación, porque no hay una sola idea liberal viva en sus mentes. Estos dos personajes fueron y continúan siendo los más vocingleros a la hora de promocionar las invasiones de tierras y de legitimar las ocupaciones, que tanto daño han causado en el campo y que han ocasionado la fuga de algunos inversionistas.
Con base en la experiencia, fácilmente se puede pronosticar ahora lo que puede ocurrir en caso de una victoria de lo que sería una alianza al revés de la de 2008: un presidente liberal con un vicepresidente luguista, pero que no sería Fernando Lugo porque Efraín Alegre aclaró que no es partidario de la reelección. Con los mismos protagonistas, solo cabe esperar otra bolsa de gatos.