Otra más del metrobús

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De “salto a la modernidad muy grande” calificó el ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona, al proyecto metrobús. Fustigó también a los frentistas afectados de ser “los principales detractores de este proyecto” y de haber perdido el sentido de comunidad. Una sarcástica ofensa intelectual a los miles de ciudadanos que van a sufrir vicisitudes y perjuicios a causa de las obras, en un país donde los paraguayos podemos hoy protestar o denunciar con total libertad y sin temor los actos que consideramos irregulares o nos perjudican. Para lograr que la ciudadanía en general apoye el poco confiable proyecto, sus impulsores deben definir y transparentar –que sospechosamente no lo han hecho hasta ahora– los innumerables interrogantes que subsisten hasta el presente, tales como el costo y los plazos previstos para su total completamiento, las fuentes de financiamiento que para el efecto se va a requerir, el tipo de material rodante que va a utilizar, la modalidad administrativa y operación, etc., etc. Mientras no se aclaren estas incógnitas fundamentales, es poco probable que los paraguayos podamos sentirnos felices con meros cantos de sirena.

De “salto a la modernidad muy grande” calificó el ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona, al proyecto metrobús. Fue en declaración a los medios de prensa tras el acto de firma del contrato entre la cartera estatal a su cargo y la empresa portuguesa Mota-Engil Engenharia. Aprovechó la ocasión para fustigar a los “frentistas” afectados de ser “los principales detractores de este proyecto” y de haber perdido el sentido de comunidad. Una sarcástica ofensa intelectual a los miles de ciudadanos que van a sufrir vicisitudes y perjuicios –ambientales y económicos– a causa de las obras civiles y electromecánicas previstas para la implementación del mencionado proyecto vial a lo largo de su trayecto, y que por lo tanto tienen el legítimo derecho de hacer escuchar sus inquietudes.

Al juzgar con ligereza el derecho a defender sus intereses que tiene hoy día la ciudadanía, el ministro tuvo un lapsus mental creyendo que aún estamos en tiempos de la dictadura stronista, cuando los altos funcionarios del gobierno acallaban con la intimidación y la fuerza los justos reclamos del pueblo. Afortunadamente, vivimos en democracia y aunque la impunidad siga amparando a los delincuentes de cuello blanco, gracias a los medios de comunicación social y la prensa libre los paraguayos podemos hoy protestar o denunciar con total libertad y sin temor los actos que consideramos irregulares o nos perjudican.

La priorización de los intereses particulares es un derecho de la gente en cualquier sociedad democrática, y el hecho de que vaya a contramano de proyectos públicos en modo alguno puede ser considerado como automáticamente nefasto para la convivencia ciudadana, como al parecer nos quieren hacer creer con relación a la resistencia de los frentistas a aceptar resignadamente los perjuicios que el proyecto de referencia, sin ninguna duda, les va a ocasionar.

Desde un principio, este diario ha fungido como caja de resonancia de la inquietud de la gente respecto de este descabellado proyecto que, como está concebido, no va a cumplir con la finalidad básica de mejorar significativamente el deficiente sistema del transporte público de pasajeros, que desde los confines del Área Metropolitana converge hacia el centro de la ciudad de Asunción. Y, desde el momento que quedó claro que de implementárselo en tal condición el beneficio sería menor que el perjuicio colateral resultante, el mismo debió ser desechado, como voces sociales y ciudadanas lo sugirieron en su momento.

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Lamentablemente, intereses políticos corporativos de todos los colores al acecho de la piñata en puerta forzaron no solo la aprobación del crédito para su financiación parcial, sino también la entusiasta aceptación de su implementación por parte del gobierno de Horacio Cartes cuando este asumió el poder. No resulta extraño, entonces, que el ministro Jiménez Gaona se haya convertido en fanático impulsor del malhadado proyecto. Ciertamente, se ha cuidado de no calificarlo como un proyecto “estratégico”, como lo hicieron en su tiempo el general Roberto Knopfelmacher y el ministro Delfín Ugarte Centurión en alusión a la usina siderúrgica de ACEPAR y la supuesta modernización de la planta cementera de la INC. Sin embargo, lo ha hecho eufemísticamente, al calificar al metrobús como un “salto a la modernidad muy grande”, siendo lo seguro que a la postre va a resultar otro inútil “elefante blanco” para el pueblo paraguayo como resultaron los de la dictadura, con el agravante del tremendo perjuicio colateral a los frentistas de San Lorenzo, Fernando de la Mora y de Asunción, al menos si alguna vez llega a concretarse la metáfora del pie y la cabeza, ya que lo previsto es solo el tronco.

Aunque sus impulsores y voceros instan a que la gente cambie de actitud, y apoye la iniciativa de implementar la infraestructura de reconversión vial en la medida de la expectativa de conformidad que tenga, no es probable que este apelo mediático tenga el efecto que el Gobierno espera mientras se pretenda ignorar el justo reclamo de los frentistas afectados. Es más, para lograr que la ciudadanía en general apoye el poco confiable proyecto, sus impulsores deben definir y transparentar –que sospechosamente no lo han hecho hasta ahora– los innúmeros interrogantes que subsisten hasta el presente, tales como el costo y los plazos previstos para su total completamiento, las fuentes del financiamiento que para el efecto se va a requerir, el tipo de material rodante que va a utilizar, la modalidad de administración y operación, etc., etc.

Mientras no se aclaren estas incógnitas fundamentales, es poco probable que los paraguayos podamos sentirnos felices con meros cantos de sirena. Ver para creer, es la conciencia pública prevaleciente hasta ahora, por lo que la retórica no va a ser digerida por la gente, excepto por ocasionales clientelas políticas puntualmente convocadas para simular apoyo público, como aquella patota de inocentes estudiantes que el senador Wagner, el ingeniero Rivarola y otros políticos liberales arrearon un día para presionar la aprobación parlamentaria del crédito para el metrobús y su apéndice: la supuesta reconversión del centro histórico de la ciudad de Asunción, con el absurdo proyecto del conglomerado edilicio de oficinas públicas en la confinada plazoleta del ex puerto de Asunción, hasta donde dicen que algún día podría llegar el metrobús.

Así como está proyectado, el metrobús es una estafa intelectual al pueblo paraguayo que en más de un cuarto de siglo en libertad ha adquirido cultura de responsabilidad para distinguir entre lo que conviene y no conviene a la sociedad, independientemente de que tales iniciativas provengan del gobierno o de grupos de intereses privados.

Este proyecto del metrobús es un descomunal disparate que los gobiernos de turno volverán a cargar sobre las doloridas espaldas del sufrido pueblo paraguayo. Todo lo que harán, y quien sabe a qué costo, es retocar un poco la avenida Eusebio Ayala desde el Mercado 4 hasta la Universidad Nacional de Asunción. Nada más.