Paraguay es aguantadero del crimen organizado

El secretario adjunto interino para el Hemisferio Occidental, del Departamento de Estado de los EE.UU., Francisco Palmieri, no visitó nuestro país para recoger información, como afirmó el canciller Eladio Loizaga. Al contrario, vino justamente porque ya tenía bastantes noticias, brindadas con toda seguridad por la Embajada estadounidense en Asunción, sobre ciertas cuestiones que inquietan a la administración de Donald Trump. La presencia de este funcionario extranjero en nuestra capital en momentos tan caldeados por culpa de una ilegítima pretensión del presidente Cartes no puede atribuirse al azar. Los “yankees” no dan puntada sin hilo. El riesgo de la inestabilidad política fue y es un motivo de inquietud en Washington. La Embajada de ese país en Asunción ya se manifestó en tal sentido. Otro tema seguro de la agenda debió ser el terrorismo islámico y su financiamiento desde Ciudad del Este. Además, en su último Informe Estratégico de Control de Narcóticos, elaborado por el propio Departamento de Estado, nuestro país volvió a figurar como un centro de tráfico de armas, de drogas, de lavado de dinero, de falsificaciones y del contrabando de cigarrillos. El Paraguay se ha convertido así en un aguantadero del crimen organizado.

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El secretario adjunto interino para el Hemisferio Occidental, del Departamento de Estado de los EE.UU., Francisco Palmieri, no visitó nuestro país para recoger información, como afirmó muy suelto de cuerpo el canciller Eladio Loizaga. Al contrario, vino justamente porque ya tenía bastantes noticias, brindadas con toda seguridad por la Embajada estadounidense en Asunción, sobre ciertas cuestiones que inquietan a la administración de Donald Trump. Llegó el día después de que Horacio Cartes renunciara a postularse a la presidencia de la República en 2018, declaración que el visitante calificó de muy importante y clara.

Sin embargo, la cuestión sigue abierta, dado que el mandatario paraguayo no se distingue por ser veraz y que la mayoría “cartista” de la Cámara de Diputados, en vez de archivar el ensangrentado proyecto de enmienda constitucional aprobado en una sesión “mau” del Senado, le dio ayer un ropaje legal al admitirlo y girarlo a comisiones para los dictámenes respectivos, dando un paso más hacia la aprobación del antijurídico engendro.

La presencia de este funcionario extranjero en nuestra capital en momentos tan caldeados por culpa de una ilegítima pretensión del presidente Cartes no puede atribuirse al azar. Los “yankees” no dan puntada sin hilo. El riesgo de la inestabilidad política fue y es un motivo de inquietud de Washington, y la reacción del alto funcionario ante la nueva iniciativa presidencial puede interpretarse como que, en su opinión, era la apropiada para superar la crisis.

Debe recordarse que ya el 1 de abril la Embajada estadounidense emitió un comunicado en el que manifestó su “profunda preocupación” por los hechos de violencia acaecidos la noche anterior, y su opinión de que “cualquier proceso de revisión de la Constitución debe hacerse de una manera transparente y abierta, respetando los procesos democráticos e institucionales”. Este es el meollo de la cuestión. La Constitución vigente taxativamente prohíbe prolongar un periodo presidencial y el procedimiento de la enmienda para consagrar la reelección. Está claro que el secretario adjunto interino ya estaba bien enterado de lo que aquí ocurría en torno al aberrante camino que se venía siguiendo para aprobar la enmienda inconstitucional.

Otro tema seguro de la agenda debió ser el terrorismo islámico y su financiamiento desde Ciudad del Este, constante preocupación del Gobierno de los Estados Unidos de América respecto de nuestro país. Aparte de recibir los informes de la representación diplomática estadounidense en Asunción, también habrá leído, por ejemplo, lo que la influyente revista Foreign Policy publicó el 23 de diciembre de 2016: los principales miembros de la red latinoamericana de Hezbollah residen en el Paraguay, y el presidente de la Cámara de Diputados, Hugo Velázquez, se reunió con clérigos y parlamentarios de dicha organización cuando realizó una visita oficial al Líbano, en agosto de 2015, al frente de una delegación integrada por comerciantes libaneses de la Triple Frontera.

Por si todo lo señalado fuera poco, en su último Informe Estratégico de Control de Narcóticos, elaborado por el propio Departamento de Estado, nuestro país volvió a figurar como un centro del tráfico de armas, de drogas, de lavado de dinero, de falsificaciones y del contrabando de cigarrillos, sobre todo en la zona de la Triple Frontera. Es de suponer que el señor Palmieri no necesitaba visitarnos para recoger estas informaciones proveídas por el mismo organismo en el que ejerce sus funciones.

El visitante habló, por cierto, con el presidente de la Cámara de Diputados, Hugo Velázquez, para más otrora fiscal en Ciudad del Este, sobre el narcotráfico y el lavado de dinero, entre otras cosas. Es improbable que haya recogido nuevos datos al respecto, pero conocer personalmente a una de las autoridades nacionales citadas en una prestigiosa revista de política exterior habrá sido para él una interesante experiencia.

Pero, más allá de las impresiones que haya recogido entre nosotros, lo importante sería conocer la interpretación que los anfitriones le dieron a su visita. Si ella no tuvo el objeto de recabar informaciones ni, por supuesto, saludar simplemente a los jerarcas de un país amigo, tuvo que haber motivos muy importantes para que se tomara la molestia de venir a Asunción. El señor Palmieri tenía previsto visitar después solo el Perú, así que su estadía entre nosotros debió de responder a la intención de transmitir un mensaje en torno a cuestiones muy alarmantes para los EE.UU. Ellas aparecen en el comunicado de la Embajada norteamericana, en la revista Foreign Policy y en el informe del Departamento de Estado, ya referidos. Se trata, por un lado, de atentados contra el sistema democrático y, por otro, de hechos punibles cometidos en gran escala y en forma continuada.

La estabilidad democrática regional interesa a todos los miembros de la OEA, y los delitos mencionados, en los que intervendrían incluso autoridades nacionales, afectan a otros países. O sea que el Paraguay, amenazado por el caos o la dictadura, también está exportando el crimen. Cuanto aquí acontece, en este sentido, no puede dejar indiferentes ni a los paraguayos honrados ni a las víctimas extranjeras.

El Paraguay se ha convertido en un aguantadero del crimen organizado y, en consecuencia, en un serio riesgo para otros países. No se puede pretender que los demás hagan la vista gorda y que respeten la “soberanía nacional” cuando desde aquí se financia el terrorismo islámico, se lava el dinero del narcotráfico y se envenena al mundo.

No se trata solo, ni mucho menos, de una cuestión de imagen, sino también de dignidad: los paraguayos no debemos convivir con la mafia ni tolerar que desde aquí se financien atentados gracias a la inoperancia o a la complicidad de los que mandan. La visita comentada nos dice lo mismo.

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