Petropar sigue siendo una cloaca

Como empresa estatal, Petropar es la heredera de Repsa, el pulpo creado a fines de la década de 1960 para exclusivo beneficio del dictador Stroessner, de su familia y de los indispensables socios comerciales extranjeros. Tras la defenestración del tirano, Petropar continuó siendo la vaca lechera de los gobernantes de turno, sin excepción hasta hoy. Contrariamente a lo que la ciudadanía esperaba del “nuevo rumbo” prometido por el presidente Horacio Cartes en cuanto a la conducción del país, este, en vez de proceder a un saneamiento de la corrupta administración de la empresa estatal, optó por nombrar en ella a uno de los gerentes de su grupo comercial, quien se dedicó a planificar negociados utilizando la importación y comercialización de los derivados de petróleo. Sus sucesores también encararon y encaran dudosos negocios. Aunque lamentable, la conclusión obvia es que Petropar continúa siendo lo que siempre fue: una cloaca que en tiempos de libertad y democracia sigue arrastrando en sus entrañas la misma inmundicia a que alude la metáfora de las palomas del campanario sobre Juan Pueblo, quien se encuentra abajo. Aunque con pocas esperanzas, es de esperar que el próximo presidente ponga atención en los intereses del Paraguay e intervenga esta desastrosa empresa estatal que solo ha creado millonarios con plata de los contribuyentes.

Cargando...

Como empresa estatal, Petropar es la heredera de Repsa (Refinería Paraguaya Sociedad Anónima), el pulpo creado a fines de la década de 1960 para exclusivo beneficio del dictador Alfredo Stroessner, de su familia y de los indispensables socios comerciales extranjeros. Este pulpo, nominalmente estatal, monopolizaba la importación de los combustibles derivados del petróleo, y a través de sus tentáculos Navipar y Refco sobrefacturaba el flete del transporte de combustibles y lavaba utilidades.

Tras la defenestración del tirano, Petropar continuó siendo la vaca lechera de los gobernantes de turno, sin excepción, hasta hoy día. Sin duda, quien más se aprovechó de ella fue el expresidente Nicanor Duarte Frutos, quien, a cambio de posar con la boina bolivariana en la cabeza, fue premiado por el dictador venezolano Hugo Chávez con la provisión a Petropar de derivados de petróleo A CRÉDITO, por valor de más de US$ 260 millones. Combustible vendido al contado por la petrolera estatal, que se embolsó el dinero y después no pagó su deuda. Su sucesor –otro bolivariano de alma y corazón, Fernando Lugo–, en vez de investigar a qué bolsillo fue a parar esa sideral suma de dinero escamoteada al fisco, por alguna razón optó por fungir como cómplice de su antecesor, haciendo la vista gorda al fato y recibiendo más petróleo, con la obvia consecuencia de que el Estado paraguayo fue demandado por falta de pago por la petrolera estatal venezolana PDVSA ante un tribunal internacional de comercio con sede en París, Francia. La deuda reclamada está por los 300 millones de dólares.

Contrariamente a lo que la ciudadanía esperaba del “nuevo rumbo” prometido por el presidente Horacio Cartes en cuanto a la conducción del país, este, en vez de proceder a un saneamiento de la corrupta administración de la petrolera estatal, optó por comisionar a la misma como “asesor ad honorem” a Carlos Cañete, gerente de empresas de Grupo Cartes. Fungiendo como subrogante de facto del presidente de la petrolera estatal, este personaje se dedicó a planificar negociados utilizando la importación y comercialización de combustibles derivados de petróleo y gas natural, cuyo monto anual asciende a cerca de US$ 1.000 millones. 

Lejos de ocuparse de la deuda con PDVSA, menos aún del saneamiento administrativo del ente, sus directivos más bien se dedicaron a hurgar en cuantas posibilidades de maniobras comerciales pudieran concretarse utilizando como fachada legal a la petrolera estatal, siguiendo el patentado libreto de sobrefacturar costos y lavar utilidades. El primer zarpazo que intentó dar la claque mercantilista del presidente Cartes representada por el “asesor” fue el negociado de la compra de 1.296 garrafas de gas licuado de petróleo (GLP) a una firma tailandesa a precio sobrefacturado por más de US$ 5 millones, cuando fungía como presidente de la petrolera estatal Rómulo Campos Krauer. Negociado abortado gracias a que trascendió a conocimiento público. Maniobra dolosa demostrada a posteriori cuando una firma local compró garrafas idénticas a la misma empresa, pero al precio justo.

A raíz del escándalo suscitado, Campos Krauer fue removido del cargo, asumiendo en su reemplazo el actual presidente, Eddie Jara, quien como primera iniciativa se afanó por concretar un acuerdo con Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) para la provisión de GLP a Petropar mediante la instalación de una planta procesadora del producto en nuestro país, para pasar a tener la petrolera estatal el monopolio de la venta, matando así, de un plumazo, el mercado privado local.

Pese a no haber podido hacerse con el monopolio de la comercialización del GLP, Petropar desencadenó una guerra de competencia desleal con el sector privado, vendiendo el producto a precio subsidiado en las calles, como se venden frutas y baratijas, sin ninguna medida de seguridad. Siguiendo la misma política de piratería comercial, decreto presidencial mediante, Petropar actualmente obliga a las distribuidoras privadas a comprarle cierto volumen de gasoil común y nafta común. De igual modo, se arroga la exclusividad del suministro de gasoil y lubricantes a las embarcaciones fluviales que hacen transporte internacional por la Hidrovía. Un abuso que rompe la libre competencia en el mercado que prescribe la Constitución Nacional. 

No contenta con esto, últimamente la petrolera estatal se ha lanzado a una frenética campaña de instalar estaciones de servicio, utilizando para ello hasta predios ocupados precariamente por seccionales coloradas, entidades estas que tienen prohibido por ley desarrollar actividades con fines de lucro. Dentro de esta carrera de desleal competencia, el propio ministro de Industria y Comercio, Gustavo Leite, ha confirmado que Petropar está en tratativas para comprar la red de estaciones de servicio y un par de inmuebles pertenecientes a la firma de plaza AXION por unos US$ 60 millones.

En este caso, al igual que en el del fallido intento de compra de garrafas de GLP a precio sobrefacturado, la sospecha pública está centrada ahora en esta llamativa iniciativa del presidente Horacio Cartes, cuando apenas le restan menos de siete meses para terminar su mandato. La opinión pública sospecha que, por su extemporaneidad y su episódico alcance, esta insólita iniciativa de Petropar tiene un fuerte tufo de corrupción llevada al límite de la desfachatez, solo comparable con la descarada porfía con que el ministro del MOPC, Ramón Jiménez Gaona, busca concretar la entrega del aeropuerto Silvio Pettirossi a la cuestionada empresa española Sacyr y a su asociada Agunsa. 

Aunque lamentable, la conclusión obvia es que Petropar continúa siendo lo que siempre fue: una cloaca que en tiempos de libertad y democracia sigue arrastrando en sus entrañas la misma inmundicia a que alude la metáfora de las palomas del campanario sobre Juan Pueblo, quien se encuentra abajo. 

Es de esperar, sin embargo, que el presidente de la República que surja de las elecciones de abril próximo, si es que no va a tener un Gobierno tan corrupto como el de Horacio Cartes, ponga atención hacia los intereses del Paraguay, e intervenga esta desastrosa empresa estatal que desde sus inicios –y hasta hoy– solo ha creado y crea multimillonarios robando la plata que les corresponde a los paraguayos y a las paraguayas.

Enlance copiado
Content ...
Cargando ...