¿Por qué se desechó el proyecto original del metrobús?

“Nosotros iniciamos el llamado a la consultoría para implementar el metrobús eléctrico”, dijo el exministro de Obras Públicas durante el gobierno de Fernando Lugo y actual candidato presidencial de la Alianza encabezada por el PLRA, Efraín Alegre, en una reunión con frentistas perjudicados por las obras del metrobús. Por su parte, el ingeniero Ricardo Canese, quien le acompañó en la ocasión, afirmó que bajo el Gobierno del presidente Lugo se previó que el metrobús fuera movido a electricidad, no a diésel. Añadió que incluso se cuenta con un proyecto terminado para licitarlo. Ante tan categóricas afirmaciones por parte de tan calificados actores de la hora prima del proyecto, la ciudadanía no puede menos que preguntarse: ¿quién dispuso el cambio y por qué? Desde un comienzo, el gerenciamiento del metrobús nunca salió del ámbito del MOPC, siendo su coordinador actual el mismo profesional que fungió como tal desde entonces, el ingeniero José Tomás Rivarola. Por tanto, la respuesta obvia es que el cambio de la modalidad motriz del sistema rodante del proyecto, de eléctrico a diésel, tuvo que ser una decisión del ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona, quien tiene la obligación de dar a conocer las razones del cambio del sistema de locomoción del metrobús.

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“Nosotros iniciamos el llamado a la consultoría para implementar el metrobús eléctrico”, dijo el exministro de Obras Públicas y Comunicaciones del gobierno del expresidente Fernando Lugo y actual candidato presidencial de la Alianza encabezada por el PLRA, Efraín Alegre, el 23 de enero pasado, en ocasión de acudir al S.O.S. lanzado por los frentistas perjudicados por las obras del metrobús en Fernando de la Mora a los candidatos presidenciales de los dos partidos políticos tradicionales.

Por su parte, el miembro paraguayo del Parlasur ingeniero Ricardo Canese –quien acompañó a Alegre en su visita a la zona de obras– sostuvo que bajo el gobierno del presidente Lugo se previó que el metrobús fuera movido a electricidad, y no a diésel. Añadió que incluso se cuenta con un proyecto terminado para licitarlo. “Está para ser licitada la parte eléctrica, las subestaciones, la alimentación; este proyecto podría hacerse eléctrico sin ningún problema, reflotando ese proyecto que ya fue terminado en su momento con el apoyo de Itaipú”, sostuvo.

Ante estas categóricas afirmaciones por parte de tan calificados actores de la hora prima del proyecto, la ciudadanía no puede menos que preguntarse: ¿quién dispuso el cambio y por qué? Desde el primer momento, el gerenciamiento del metrobús nunca salió del ámbito del MOPC, siendo su coordinador actual el mismo profesional que fungió como tal desde entonces, el ingeniero José Tomás Rivarola. Por tanto, la respuesta obvia es que el cambio de la modalidad motriz del sistema rodante del proyecto, de eléctrico a diésel, tuvo que ser una decisión del ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona.

Aunque en estos momentos el centro de gravedad de la preocupación pública –en particular de los frentistas perjudicados por la desprolijidad de los trabajos de construcción de las obras civiles del proyecto– se ubica en las obras de infraestructuras del sistema ejecutadas por la empresa portuguesa Mota Engil, y no en la modalidad motriz del material rodante, el ministro Jiménez Gaona tiene la obligación de dar a conocer a la gente las razones que lo llevaron a disponer el cambio de locomoción eléctrica limpia a diésel contaminante. Más aún cuando existe un consenso nacional en cuanto a la conveniencia de que el Gobierno impulse una política de Estado tendiente a incentivar el consumo de energía eléctrica, disminuyendo así la alta dependencia de la economía nacional de los derivados del petróleo y de la leña (biomasa).

Las metáforas del pato chueco y de las ratas por tirante nos llevan a creer que del presidente Horacio Cartes y sus adláteres la ciudadanía ya no debe esperar que corrijan errores o enmienden inconductas en cuanto a la administración del Estado, pues están completamente absorbidos por engullirse cuanto botín encuentran a su paso antes de abandonar el barco que se hundirá en pocos meses más. Por tanto, corresponde a los candidatos presidenciales de los dos partidos políticos tradicionales, Mario Abdo Benítez y Efraín Alegre, tomar la posta y dar a conocer a los electores la plataforma de gobierno que prometen implementar a cambio de sus votos; en particular, con relación al perjuicio que está causando a los frentistas la implantación del polémico proyecto metrobús que tuvieron oportunidad de constatar in situ en tiempo real.

Por de pronto, ni uno ni otro han adelantado qué harán al respecto, y menos aún cómo lo harán. Se supone que el candidato presidencial de la oposición debiera ser el primero en sentar postura sobre el particular, más aún teniendo en cuenta que el mismo es un engendro de su personal iniciativa como ministro de Obras Públicas que fue durante el gobierno de Fernando Lugo. Más allá de certificar que durante su gestión el metrobús estaba proyectado para ser eléctrico, nada dijo hasta ahora acerca de lo que piensa hacer al respecto en caso de ser electo presidente de la República. Una señal poco auspiciosa de su parte, por cierto.

En cuanto a Mario Abdo Benítez, no debe sorprender que ni siquiera se haya molestado en acercarse a la “carpa de la resistencia” montada por los frentistas de Fernando de la Mora, pues hasta ahora su perfil de candidato presidencial emerge desfigurado en medio de la avasalladora parafernalia del ilegítimo candidato Nº 1 de la lista de senadores de su partido: el presidente Horacio Cartes. Cada vez con mayor certeza los electores lo ven más como un títere del autoritario e inescrupuloso Primer Mandatario que como su virtual sucesor. De ahí que se pase más tiempo encomiando la era de “paz y progreso” del dictador Alfredo Stroessner –a cuyo régimen su padre sirvió fielmente desde el principio hasta el fin– antes que prometiendo enderezar los entuertos cometidos por el actual Gobierno, entre ellos, el metrobús.

Sea quien sea, finalmente, el presidente de la República que los votantes escojan el próximo 22 de abril, inevitablemente la suerte del proyecto metrobús pasa por una opción trágica: si continúa así como está yendo hasta ahora, perjudicando a mucha gente y su costo aumentando 30 por ciento por 100 metros de infraestructura terminada, su costo final será estratosférico. Y como el Estado no podrá pagarlo, quedará a mitad de trayecto –solo a lo largo de la avenida Eusebio Ayala/Ruta Mcal. Estigarribia–, con el consiguiente perjuicio de lo que hasta ese momento se llegue a pagar por él y sin que sirva para nada.

La opción trágica es, entonces, que tan pronto asuma el nuevo Gobierno, detenga su construcción, rescinda el o los contratos en vigencia, reestudie la posibilidad de optar por el sistema elevado de transporte conocido como “monorrail”, cuyas estructuras de hormigón armado pueden ser construidas en sitios que no incomoden al tránsito ni perjudiquen al comercio, y transportadas y colocadas en su sitio sin afectar mayormente a frentistas ni al tránsito regular que corre por su trayecto. Al final, aunque cueste más caro, no perjudicando a terceros (que deben ser indemnizados), a la postre saldrá más barato, con seguridad. Y consumiremos parte de la electricidad que hoy les regalamos a Brasil y Argentina.

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