Preservar y fortalecer la libertad

Hace 29 años que los militares salieron de sus cuarteles para derrocar al dictador Stroessner, abriendo las compuertas de la libertad para que a su amparo la sociedad civil pudiera consensuar una Constitución democrática funcional y no meramente nominal, como la que nos impusieron los vencedores tras la hecatombe de Cerro Corá. Lamentablemente, en el lapso transcurrido, la clase política paraguaya no ha sido capaz de impedir que los fantasmas de la dictadura merodearan a su alrededor con la intención de socavarla con rellenos de autoritarismo camuflados con ropaje democrático, de la mano de todos y cada uno de los presidentes de la República que se han sucedido desde la defenestración del tirano. Lo preocupante es que no hay visos de que este perverso afán por erosionar los cimientos de nuestra precaria democracia tienda a desaparecer. Lo que los nostálgicos de la dictadura deben entender es que la sociedad civil paraguaya ha revitalizado su compromiso con el sostenimiento de la democracia y no va a tolerar pasivamente un retorno al autoritarismo, sea de derecha, de izquierda o de cualquier otro ángulo del espectro político. Así lo ha demostrado en los últimos años en memorables jornadas que ha protagonizado en las calles, haciendo retroceder a los autoritarios.

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Hace 29 años que los militares salieron de sus cuarteles para derrocar al dictador Alfredo Stroessner –quien por más de una generación subyugó al pueblo paraguayo bajo la más larga y brutal dictadura en los anales de la República–, abriendo las compuertas de la libertad para que a su amparo la sociedad civil pudiera consensuar una Constitución democrática funcional y no meramente nominal, como la que nos impusieron los vencedores tras la hecatombe de Cerro Corá.

Lamentablemente, en el lapso transcurrido, la clase política paraguaya no ha sido capaz de impedir que los fantasmas de la dictadura merodearan a su alrededor con la intención de socavarla –a la libertad– con rellenos de autoritarismo camuflados con ropaje democrático, de la mano de todos y cada uno de los presidentes de la República que se han sucedido desde la defenestración del tirano hasta hoy. Con alguna excepción, todos ellos, de una u otra forma, han buscado atajos inconstitucionales para mantenerse en el poder más allá del tiempo permitido por la Constitución. Sin duda, el más descarado de todos ha sido el actual Primer Mandatario, quien contra viento y marea pretendió llevarse por delante el orden constitucional de la República, en su afán por asegurarse el rekutu presidencial mediante la cooptación de los demás poderes del Estado e instituciones extrapoderes claves. Intento de regresión autoritaria frenada por la firme oposición de la ciudadanía que se lanzó a las calles en defensa de la Constitución nacional y de la libertad legada por los militares en la noche del 2 al 3 de febrero de 1989.

Lo preocupante es que no hay visos de que este perverso afán de los nostálgicos de la dictadura por erosionar los cimientos de nuestra precaria democracia tienda a desaparecer. Por el contrario, periódicamente, al aproximarse el fin de un periodo constitucional de Gobierno, los integrantes de la inescrupulosa claque política gobernante truecan sus camisas sucias por otras limpias para presentarse ante los electores como líderes impolutos, dignos de merecer sus votos, como sucede actualmente con vistas a las elecciones generales del 22 de abril próximo, tanto dentro de los partidos políticos tradicionales como de los de más reciente formación.

Este cinismo político se da con más desfachatez dentro del Partido Colorado y del PLRA, siguiéndoles de cerca el Frente Guasu, liderado por el expresidente Fernando Lugo. Prevalidos de las antidemocráticas “listas sábana”, aupan en sus filas a candidatos a cargos electivos salpicados por escándalos de corrupción, como el exsenador Óscar González Daher y los diputados Víctor Bogado y José María Ibáñez, y otros en la ANR; Enzo Cardozo y varios más, en el PLRA; o Camilo Soares, del P-Mas, grupo amparado bajo el paraguas del Frente Guasu.

En esta fecha en que recordamos la caída de la dictadura stronista, al costo de muchas vidas, no pueden menos que calificarse de bochornosos y ofensivos para la ciudadanía los frecuentes intentos del candidato colorado a la Presidencia, Mario “Marito” Abdo Benítez, de justificar el feroz régimen en el que sirvió su padre, que llevó su mismo nombre, prominente colaborador del dictador del principio al fin. Lo hizo incluso en el reciente acto de proclamación de su candidatura, elogiando sus obras materiales. Lo que al parecer el candidato presidencial colorado no discierne es que en la actualidad la sociedad civil paraguaya ha revitalizado su compromiso con el sostenimiento de la democracia, y no va a tolerar pasivamente un retorno al autoritarismo, sea de derecha, de izquierda o de cualquier otro ángulo del espectro político. Así lo ha demostrado en los últimos años en memorables jornadas que ha protagonizado en las calles, haciendo retroceder a los autoritarios.

En vez de reivindicar dictaduras, los candidatos electorales deberían centrar sus discursos en la reafirmación de un compromiso con la libertad y con esta democracia que no termina de madurar. Y, lo más importante, deben emitir la firme promesa de combatir la corrupción, madre prolífica de todos los males que sufre nuestro país.

Será la mejor manera de honrar a los militares y sus anónimos colaboradores civiles que nos dieron la libertad en la noche de San Blas de 1989 al derrocar al autoritario y corrupto régimen dictatorial que oprimía al pueblo, posibilitando el advenimiento de un tiempo político de libertad, a cuyo amparo hoy la sociedad paraguaya busca alcanzar el desarrollo cívico y económico para todos, a lo que se oponen quienes todavía quieren sojuzgar a los paraguayos y las paraguayas.

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