Pese a que la Ley Orgánica Municipal (LOM) es suficientemente clara cuando se refiere al modo en que la Municipalidad debe administrar los bienes de su dominio público, a los límites y restricciones a que se debe atener, parece que los concejales de Asunción la interpretan como se les antoja o más les conviene. Y la Intendencia se adhiere a estas ocurrencias y trasgresiones por el mismo motivo.
Con los proyectos de construcción de casillas en la Av. Acuña de Figueroa, más conocida como “Avenida 5ª”, y una bicisenda a lo largo de dos kilómetros y medio de calles céntricas, se nota el grado de improvisación con que actúa la Municipalidad, con proyectos mal diseñados y poco estudiados, destinados, aparentemente, a dar la impresión de que “algo se hace”, además, claro, de gastar el dinero de los contribuyentes.
Los espacios de uso y goce públicos no pueden ser restringidos en su tamaño y función por la Municipalidad, precisamente porque se desnaturaliza su objeto. Por si este tema todavía le suscitara a alguien alguna duda, reproducimos parcialmente el texto del Art. 134 de esa ley orgánica: “Son bienes del dominio público, los que en cada municipio están destinados al uso y goce de todos sus habitantes, tales como: a) las calles, avenidas, caminos, puentes, pasajes y demás vías de comunicación que no pertenezcan a otra administración; b) las plazas, parques, inmuebles destinados a edificios públicos y demás espacios destinados a recreación pública; c) las aceras y los accesorios de las vías de comunicación o de espacios públicos a los que se refieren los incisos a) y b); (…) En el caso excepcional de que alguno de estos bienes estén sujetos al uso de ciertas personas o entidades, deberán pagar el canon que se establezca. Sin embargo, los espacios destinados a plazas, parques, calles y avenidas no podrán ser objeto de concesión para uso de particulares” (las negritas son nuestras).
La construcción de casillas comerciales sobre la Avenida 5ª viola flagrantemente el artículo citado, de un modo que no requiere otra interpretación. Esta avenida, además de constituir una vía de comunicación intraurbana, posee el agregado de contener un paseo central, que se define como espacio de tránsito peatonal, de descanso y recreo, por cuanto está dotado de arborización y equipamiento básico para el cumplimiento de esta función.
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A pesar de esto –que está más claro que el agua–, la Municipalidad decide otorgar concesiones de uso particular con finalidad económica a unos dieciséis comerciantes, especialmente “lomiteros”, que hace tiempo están apostados en esos espacios ejerciendo su oficio. Los quieren “formalizar”, pero a costa de cercenar los derechos de una amplia mayoría de vecinos y transeúntes, porque, para mayor comodidad de estos “clientes”, la administración municipal estrecha las calzadas y las aceras de circulación para dedicarlas a las casetas comerciales, de pésimo aspecto, dicho sea de paso.
Las ya famosas obras de la Avenida 5ª levantaron, como era de prever, olas de protestas entre los vecinos afectados que realizaron varias manifestaciones y recolectaron más de 5.000 firmas en contra, además de las opiniones críticas de conocidos profesionales arquitectos. Lo que ocurrió es que fueron pensadas, planeadas, decididas y ejecutadas, no para mejorar las condiciones urbanísticas de ese sector urbano sino para complacer a un pequeño grupo de comerciantes, consolidando sus ocupaciones irregulares.
El proyecto se puso en marcha a un costo inicial de 2.400 millones de guaraníes, debiendo haber estado finiquitado en abril de este año. Las protestas y reclamos dieron lugar a que los proyectistas accedieran a introducir algunas modificaciones a su diseño original, lo que volvió a insumir otros 400 millones más.
A esta obra ilegal, inconveniente, fea y remendada, de futuro incierto, se le sumó después otro “proyectazo” urbano: la llamada bicisenda, que careció de un estudio previo de viabilidad, y sin conocerse si existe interés de la gente en usarla. Esta iniciativa municipal es, como se publicitó, una franja acotada a lo largo de uno de los lados de la céntrica calle Iturbe, desde la calle Tuyutí (12ª Proyectada) hasta Mariscal Estigarribia, torciendo hacia el este para ir a terminar frente a la Plaza Uruguaya. Como era de esperar, no se culminó en la fecha prevista y no se inauguró hasta este momento. Lo que sí se sabe es que le está costando al contribuyente asunceno, hasta el momento, unos 1.006 millones de guaraníes. Pero como se la hizo en forma deficiente, se tuvo que anular las marcas en las bocacalles, lo que habrá insumido un “extrita” a ser cargado al costo final.
La idea de una bicisenda ni es novedosa ni es de por sí rechazable, sino todo lo contrario: es loable. Lo malo de este proyecto es el lugar de la ciudad que fue elegido para ubicarla. Habiendo tantos barrios en Asunción con características apropiadas para prácticas de este tipo, fueron precisamente a escoger una zona céntrica, que en su mayor extensión está ocupada por locales comerciales, profesionales y de servicios variados, lo que importa su angustiosa necesidad de espacios para estacionamiento de vehículos, especialmente en el microcentro.
Otra muestra de la ineptitud municipal es el denominado “Paseo de las Luces”, construido recientemente en las calles Estrella-25 de Mayo, entre Colón y Estados Unidos, a un costo de 3.027 millones de guaraníes. A poco tiempo de su habilitación, ya presenta pozos y baldosas rotas.
Lo grave de las obras públicas chapuceras es el atraso que se genera cuando por el camino se descubren la inviabilidad o las deficiencias de algún proyecto. Para los funcionarios, que no ponen plata de su bolsillo, la cuestión es simplemente comenzar los trabajos. Total, los gastos para solucionar después los desaguisados saldrán de los bolsillos de Juan Pueblo, o, mejor, de Juan Contribuyente. Esta grave situación continuará mientras no se aplique el artículo de la LOM que dispone claramente que las autoridades deben responder con sus bienes por daños ocasionados por el mal desempeño de sus funciones.
Asunción y sus habitantes merecen mejores autoridades, con más aptitudes para cumplir cabalmente su función, con más prudencia y con más sentido de ahorro de recursos, que, siendo escasos, tienen que ser mucho mejor aplicados que en chambonadas que se experimentan a sus costillas.