Quieren continuar mamando de las tetas del Estado

El Presidente de la República ha manifestado más de una vez que no tiene el menor interés de ser reelecto, aunque más tarde fue relativizando su afirmación para acomodarla a la famosa frase de quienes quisieron eternizarse en el poder: “Si el pueblo lo pide”. Mientras tanto, los adulones de siempre siguen levantando la perdiz, como si el tema fuera de capital importancia para la ciudadanía. A ellos, empezando por el titular de la ANR, el diputado Pedro Alliana –catapultado a ese cargo justamente por el actual titular del Poder Ejecutivo– no les mueve la convicción teórica de que la reelección sería algo bueno para la marcha del país, sino solo el interés inmediato de que Horacio Cartes continúe en el cargo para que sus allegados puedan seguir gozando de las prebendas que genera la cercanía al poder. Les importa un bledo lo que al Paraguay le convenga: lo que les impulsa es el afán de seguir medrando a costa de los contribuyentes. Las agrupaciones políticas que quieren un país mejor, las organizaciones sociales y los ciudadanos y ciudadanas en general deben hacer oír su voz ante la pretensión de unos cuantos chupamedias que quieren continuar mamando de las tetas del Estado.

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El Presidente de la República ha manifestado más de una vez que no tiene el menor interés de ser reelecto, aunque más tarde fue relativizando su afirmación para acomodarla a la famosa frase de quienes quisieron eternizarse en el poder: “si el pueblo lo pide”. Mientras tanto, los adulones de siempre siguen levantando la perdiz, como si el tema fuera de capital importancia para la ciudadanía. A ellos, empezando por el titular de la ANR, el diputado Pedro Alliana –catapultado a ese cargo justamente por el actual titular del Poder Ejecutivo–, no les mueve la convicción teórica de que la reelección sería algo bueno para la marcha del país, sino solo el interés inmediato de que Horacio Cartes continúe en el cargo para que sus allegados puedan seguir gozando de las prebendas que genera la cercanía al poder.

En efecto, si quienes hoy están detrás del “rekutu” –entre los cuales también se encuentran los seguidores de Fernando Lugo y Nicanor Duarte Frutos– en verdad creyeran que un segundo periodo presidencial es conveniente para el progreso y desarrollo nacional, podrían plantear que el mismo entre en vigor recién a partir del próximo periodo presidencial. Pero nada de eso: parecen convencidos de que el Paraguay iría a la quiebra como nación si en 2018 no asumen nuevamente o Cartes o Lugo o Nicanor.

De esta manera, es impensable que sus impulsores propongan que la reelección fuera admisible recién en 2023, lo que desvirtúa sus supuestas buenas intenciones en beneficio del Paraguay. Que la historia se venga repitiendo con cada presidente constituye una muestra de que en nuestra clase política abundan los aprovechados y los oportunistas.

Para más, como siempre ha venido sucediendo, en esta ocasión, también, quienes desean llevar adelante a tambor batiente la reelección presidencial inmediata no se han preocupado siquiera en exponer algún argumento valedero que demuestre por qué, sí o sí, el presidente Horacio Cartes debe continuar en el poder, ya que su gestión está lejos de ser descollante porque, como se comprueba día a día, los males principales del Paraguay continúan sin variación, como la inseguridad, las necesidades en salud y educación, el gigantismo y la ineficiencia gubernamental, y la corrupción que sigue salpicando a todas las instituciones.

De la gestión de Nicanor y Lugo desde luego no hay nada que rescatar, ya que más bien se caracterizaron por la corrupción y el populismo y no contribuyeron un ápice para que el Paraguay sea reconocido por sus virtudes y no por sus defectos.

Los paniaguados apuntan a algo bien concreto, que mucho tiene que ver sobre todo con su presente y con su futuro personal. Les importa un bledo lo que al Paraguay le convenga: lo que les impulsa es el afán de seguir medrando a costa de los contribuyentes. Mientras tanto, distraen la atención de la gente, como si no hubiera cuestiones más acuciantes de qué ocuparse. La salud y la educación públicas, así como la infraestructura vial, la administración de justicia y el avance del crimen organizado, son algunos de los asuntos que inquietan a la ciudadanía y no el tema recurrente que tanto agita el espíritu logrero de los obsecuentes que rondan por Mburuvicha Róga.

Reiteradas veces, nuestro diario ha sentado su posición contraria a la acostumbrada iniciativa porque, considerando nuestra cultura política, un presidente de la República que buscara el “rekutu” tendrá todas las de ganar, no porque su gestión haya sido excelente sino porque se valdrá de los recursos humanos y materiales del Estado para ganar las elecciones internas primero y las generales después. ¿Se imagina alguien que Horacio Cartes, o quien sea que ocupe el Palacio de López, podría ser derrotado en esos comicios?

Atendiendo a la experiencia nuestra y de América Latina, el poder genera adicción, por lo que quien busca una reelección, después quiere recurrir a la re-reelección. Cuando Alfredo Stroessner ya no pudo ser reelecto bajo la Constitución de 1940, en 1967 se sancionó una nueva que le permitió seguir oprimiendo durante dos periodos más a los paraguayos, es decir, hasta 1978. Un año antes de que venciera su mandato, una Convención Nacional Constituyente integrada solo por colorados, dispuso de una vez por todas que el presidente de la República pudiera ser reelecto por tiempo indefinido, así que desde entonces ya no hizo falta reformar la Constitución teóricamente en vigor. No sería de extrañar que, si ahora se permitiera la reelección inmediata y Horacio Cartes siguiera al frente del Poder Ejecutivo, hacia 2020 surjan de nuevo voces que vuelvan a plantear, atendiendo a un supuesto clamor popular, la necesidad perentoria de la reelección presidencial o incluso la de que ella vuelva a ser “vitalicia” como antes. Si Evo Morales le tomó el gusto al poder y ahora aspira a su tercera reelección, ¿por qué Horacio Cartes no caería en la misma tentación?

Nuestro diario cree que en el Paraguay, más que una nueva Constitución, se requieren estadistas.

No necesitamos líderes insustituibles. En este sentido, pensamos que un gobernante suizo podría hacer maravillas en el Paraguay con la Constitución vigente, mientras que un dirigente paraguayo contaminaría rápidamente el ambiente político suizo con sus pésimas prácticas.

Lula da Silva, Cristina Kirchner y Dilma Rousseff fueron reelectos, pero hoy la opinión pública les reclama, entre otras cosas, haber tolerado o participado en corrupción y haber practicado un populismo rampante a expensas de los recursos públicos, llevando prácticamente a la quiebra a sus otrora ricos países.

Las agrupaciones políticas que quieren un país mejor, las organizaciones sociales y los ciudadanos y ciudadanas en general deben hacer oír su voz ante la pretensión de unos cuantos chupamedias que quieren continuar mamando de las tetas del Estado.

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