Sentimientos encontrados

Uno de los grandes problemas culturales pendientes de resolución en nuestro país es la supervivencia del empleo del idioma guaraní. ¿Cómo salvarlo de su desaparición? Se suele escuchar que la culpa de este notorio retroceso de la lengua nativa la tiene el defectuoso sistema didáctico que se aplica en la educación formal. También se afirma que, no teniendo el guaraní vocabulario para acompañar el progreso de las ciencias, la tecnología y las nuevas pautas culturales de la vida moderna, va quedando arrinconado por la fuerza de estas circunstancias. De hecho, según los estudiosos, tanto como por lo que la experiencia muestra, la lengua guaraní en estado de pureza original ya no existe ni entre los indígenas. Va siendo sustituido por una mezcla con el español, el “yopará”, en el que gradualmente se van perdiendo vocablos en guaraní y ganando otros en español. Estamos los paraguayos y las paraguayas, por tanto, en una situación cultural harto crítica. La decadencia del guaraní nos produce profundos sentimientos encontrados.

Cargando...

Las facultades de Arquitectura y Medicina anunciaron que incorporarán en su malla curricular la enseñanza del idioma guaraní. La ocasión es propicia para realizar algunas reflexiones sobre la materia.

Uno de los grandes problemas culturales pendiente de resolución en nuestro país es la supervivencia del empleo del idioma guaraní. ¿Cómo salvarlo de la desaparición?

Desde su incorporación como “idioma nacional” en la Constitución de 1967, comenzó a hablarse en términos de proyectos gubernamentales apuntando a su revalorización en la consideración oficial y general de la población. En la Constitución de 1992 se lo elevó un peldaño más: al rango de “idioma oficial”, con lo cual el Paraguay quedó legalmente convertido en un país bilingüe, dejándose a cargo de la ley establecer en qué documentos o circunstancias se emplearían uno o ambos idiomas oficiales: el español y el guaraní.

Estas fueron iniciativas loables, así como el incorporar la enseñanza de la lengua vernácula a los programas escolares y en carreras universitarias, como también fomentar la traducción de algunos documentos y textos importantes a esta lengua. Lamentablemente, al cabo de varias décadas se observa que, si bien el guaraní recibe mucha más atención y reconocimiento oficial, no por eso se lo habla más ni mejor. Por el contrario, las remesas infantiles y juveniles de la población que se van incorporando a la vida social van abandonando su aprendizaje y se desinteresan de su empleo en la vida cotidiana.

Se suele escuchar que la culpa de este notorio retroceso de la lengua nativa la tiene el defectuoso sistema didáctico que se aplica en la educación formal. También se afirma que, no teniendo el guaraní vocabulario para acompañar el progreso de las ciencias, la tecnología y las nuevas pautas culturales de la vida moderna, va quedando arrinconado por la fuerza de estas circunstancias.

De hecho, según los estudiosos, tanto como por lo que la experiencia muestra, la lengua guaraní en estado de pureza original ya no existe ni entre los indígenas. Va siendo sustituido por una mezcla con el español, el “yopará”, en el que gradualmente se van perdiendo vocablos en guaraní y ganando otros en español, de tal suerte que en una frase cualquiera, con estructura gramatical hispana, si tan solo se emplean en ella dos o tres palabras en guaraní, ya se considera “paraguaya”. Es cuestión de escuchar a los dirigentes campesinos efectuando declaraciones verbales por medios periodísticos, para advertir claramente hasta qué punto el propio yopará se va volviendo cada vez más hispánico.

Es demasiado obvia la importancia que siempre tuvo el guaraní en el desarrollo de la identidad paraguaya, a tal punto que cabe preguntarse, con consternación, si su desaparición gradual no implicará también la reducción o la deformación del modo de ser nacional, hasta convertirnos en algo que nadie podría identificar claramente, un pueblo híbrido, despersonalizado, desfigurado por la adopción de modos extranjeros, con símbolos, pautas, músicas y valores ajenos a nuestras raíces.

Sin duda, la supervivencia del guaraní es un problema existencial para nuestro pueblo, para la esencia misma de la cultura nacional; quizás uno de los más graves en el ámbito cultural. Ante su eventual debilitamiento radical o desaparición, cabe preguntarse: ¿De qué maneras nos manifestaremos después? ¿Cómo expondremos nuestras emociones, el sentimiento patriótico, los cantos y poemas dedicados a los amores y a los pueblos; a los hoyuelos de la amada, a los valles y a los recuerdos de la infancia, que hoy se manifiestan con tanta expresividad en guaraní?

Y, en sentido contrario, ¿cabe acaso no reconocer el gran obstáculo que el manejo del guaraní representó siempre para la formación intelectual, en especial la del campesinado? Expresarse solamente en guaraní-yopará, no aprender el español o aprenderlo mal, margina al paraguayo y a la paraguaya del avance de la cultura general, mundial, de la humanidad. Deja a las personas fuera de concurso para competir en medio de una sociedad cada vez más exigente que se globaliza velozmente.

Así es; la globalización cultural llega muy lentamente al mundo campesino, y no por la vía de la educación formal, como sería ideal, sino por medio de la televisión y los teléfonos celulares, que abren camino hacia las novedades del mundo moderno de un modo caótico. Ante estos medios, el idioma guaraní está perdiendo la batalla. Como no sirve para enlazarse con los productos y mensajes viabilizados a través de la tecnología de los modernos medios de comunicación masiva, se va volviendo una lengua poco menos que inútil para cada vez mayor cantidad de gente, especialmente para la juventud. ¡Qué tristeza!

Estamos los paraguayos y las paraguayas, por tanto, en una situación cultural harto crítica. La decadencia del guaraní nos produce profundos sentimientos encontrados. Para los adultos mayores, por una parte, a quienes el empleo de la lengua nativa sirvió y fue, desde la infancia y a lo largo de sus vidas, parte esencial de su identidad personal, algo de su propia familia, de su modo particular de ser, hizo que nos sintiéramos paraguayos o paraguayas, comprobar su decadencia es extremadamente entristecedor. Pero por la otra, también ver hoy como adultos a nuestros jóvenes campesinos tan atrasados, tan marginados intelectualmente, tan ajenos al desarrollo cultural del mundo y, por tanto, quedando fuera por su ignorancia de la posibilidad de competir en ningún oficio o profesión razonablemente remunerada hasta dentro de nuestro propio país, es un hecho igual o más doloroso.

El guaraní, o el yopará, deberían así ser protegidos de su decadencia y posible desaparición; pero no conservándolos como piezas de museo lingüístico, o como nota pintoresca para uso turístico, sino como lenguas vivas, operativas, útiles y prácticas en los ámbitos de las actividades económicas, del arte y del pensamiento abstracto. ¿Cómo hacerlo? En verdad, no lo sabemos.

Hasta ahora, lamentablemente, al cabo de casi un siglo, la política oficial para fomentar y proteger el idioma guaraní fue un fracaso. Los sentimientos encontrados de quienes amamos el guaraní advertimos su casi inevitable decadencia, la que hasta el momento parece no tener ninguna luz de esperanza.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...