Un enemigo de Paraguay en Itamaraty

Comentarios de diversos matices ha suscitado alrededor del mundo y en particular en la región la suspensión en el ejercicio del cargo de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y la asunción en su reemplazo de Michel Temer como presidente interino. En lo que hace a Paraguay, la nominación del señor José Serra como ministro de Relaciones del Brasil echa una sombra de duda sobre las relaciones bilaterales con el país vecino, habida cuenta de su pública desafección hacia el gobierno del presidente Horacio Cartes y el Mercosur, lo cual podría afectar negativamente la futura agenda entre ambos gobiernos, con una diplomacia abiertamente antiparaguaya. La calidad de la relación que el Gobierno paraguayo pueda tener en el futuro con el brasileño dependerá, en gran medida, de la actitud que asuma con relación a nuestro país el nuevo jefe de Itamaraty.

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Comentarios de diversos matices ha suscitado alrededor del mundo y en particular en la región la suspensión en el ejercicio del cargo de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y la asunción en su reemplazo de Michel Temer como presidente interino. En nuestro país, como era previsible, el canciller nacional Eladio Loizaga se limitó a reiterar lo obvio: “La posición del Paraguay es no interferir en cuestiones internas de otros Estados”. En realidad, lo que el canciller Loizaga debió expresar con directa franqueza diplomática es que el Gobierno paraguayo desea cultivar con el gobierno del presidente Temer una constructiva relación buscando acomodar intereses y objetivos, tanto dentro del Mercosur como en Itaipú. Esto no lo ha podido lograr con el gobierno de su antecesora por disentir con su política exterior volcada hacia la consolidación regional del Socialismo del Siglo 21, impulsado por Hugo Chávez con los petrodólares del hoy empobrecido y hambriento pueblo venezolano.

Por su parte, empresarios y analistas económicos compatriotas han coincidido en que el cambio político será beneficioso para la recuperación de la credibilidad del Brasil y de su dinamismo económico, lo que tendrá impacto positivo sobre toda la región, en particular sobre el alicaído intercambio comercial entre los países que integran el Mercosur. No obstante, esta visión optimista acerca de las futuras relaciones entre ambos países se ve empañada por una sombra de duda con motivo de la nominación del señor José Serra como ministro de Relaciones Exteriores, habida cuenta de su pública desafección hacia el gobierno del presidente Horacio Cartes y el Mercosur. Vale decir, contra el Paraguay, directa e indirectamente, lo cual podría afectar negativamente la futura agenda entre ambos gobiernos, con una diplomacia abiertamente antiparaguaya por parte de Itamaraty, peor que la sustentada bajo el gobierno de la presidenta Rousseff.

En efecto, en un seminario sobre contrabando realizado el año pasado en São Paulo, el flamante ministro de Relaciones Exteriores, José Serra, calificó al presidente Horacio Cartes de ser el principal contrabandista de cigarrillos que ilegalmente entran en Brasil, enfatizando que el mismo (Horacio Cartes Jara) era propietario de una fábrica que producía dichos cigarrillos.

Además, con brutal cinismo, calificó a la usina hidroeléctrica binacional de Itaipú como “filantropía brasileña”, cuando que de la mitad de la electricidad generada en la usina y que corresponde a Paraguay, el 90 por ciento es consumido por Brasil a precio miserable indexado como “compensación”, eufemismo que disimula el escamoteo de nuestra riqueza por parte de nuestros socios en el único emprendimiento binacional que Brasil tiene hasta ahora con un país limítrofe.

El señor Serra tampoco ve con buenos ojos el Mercosur. “El Mercosur fue un delirio megalómano, y las miradas se cruzaban entre los gobiernos que buscaban promover una unión aduanera entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. ¿Usted sabe qué es una unión aduanera? Es una renuncia a la política comercial de la soberanía”, dijo el 4 de marzo del año pasado.

De mantener el señor Serra esta óptica crítica en su gestión como jefe de la diplomacia de su país, su voz no tendrá el peso que históricamente tuvo Brasil en el mundo como el país líder de la América del Sur. En cuanto a nuestro país, el flamante ministro no debiera ignorar que, independientemente del concepto que pueda tener del presidente Cartes, Paraguay es un socio indispensable para Brasil. Le guste o no, al igual que ellos, en Itaipú tenemos una palanca geopolítica capaz de comprometer los intereses estratégicos de su país, dado el caso.

La calidad de la relación que el Gobierno paraguayo pueda tener en el futuro con el brasileño dependerá, en gran medida, de la actitud que asuma con relación a nuestro país el nuevo jefe de Itamaraty, tanto para acomodar objetivos divergentes de interés común como para superar prejuicios y evitar conflictos. Aunque el Paraguay es incapaz de influir en la diplomacia brasileña, no por eso debe dejar de insistir en la justa relación comercial que prescribe el Tratado en Itaipú, especialmente en lo relativo a la energía paraguaya que el Brasil se lleva a vil precio. Por otra parte, debe seguir reclamando que el Mercosur retorne a los objetivos primigenios de su creación, con énfasis en lo económico antes que en lo político, a diferencia de lo que ha venido ocurriendo.

Es de esperar, pues, que ahora que nuestro Gobierno no tiene diferencias ideológicas o políticas con el nuevo Gobierno de Brasil, la relación bilateral entre ambos países socios sea más fructífera. De hecho, el Gobierno paraguayo apuesta a que el éxito económico y político que el presidente Temer pueda lograr en su país tendrá un efecto positivo para el Mercosur y para el Paraguay, siempre y cuando el ministro José Serra no cometa el desatino de llevar a su alto cargo los prejuicios asumidos, por alguna razón, en el pasado.

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