Vergonzosa abdicación de soberanía en Yacyretá

Como hace diez años, nuevamente el director paraguayo de Yacyretá, ingeniero Ángel María Recalde, ha vuelto a lanzar el “cháke” de que la deuda de la usina hidroeléctrica binacional aumenta a razón de US$ 1.000 millones por año, sin explicar qué hacen él y los miembros paraguayos del Consejo de Administración del ente para impedir tal catástrofe financiera, cuya mitad afecta a la economía de nuestro país. Por el Tratado, él y sus consejeros tienen la responsabilidad de velar por nuestros intereses, en absoluto pie de igualdad que sus pares argentinos. Pero estos hacen lo que quieren allí, la manejan a su entero arbitrio, operacional, administrativa y financieramente, sin que nuestras autoridades amaguen siguiera impedir sus abusos. Una imperdonable abdicación de soberanía. A estar por la anodina actitud del director paraguayo y los consejeros, pareciera que solo están para avalar las trapisondas de los argentinos y tomar cuenta del constante aumento de la deuda. Los ciudadanos y las ciudadanas deben reclamar pública y sostenidamente que se aparte como negociadores a los traidores de la patria que, por chauchas y palitos, venden los beneficios que corresponden al pueblo paraguayo en las binacionales.

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Como hace diez años, nuevamente el director paraguayo de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), ingeniero Ángel María Recalde, ha vuelto a lanzar el “cháke” de que la deuda de la usina hidroeléctrica binacional aumenta a razón de US$ 1.000 millones por año, sin explicar qué hacen él y los miembros paraguayos del Consejo de Administración del ente para impedir tal catástrofe financiera, cuya mitad afecta a la economía de nuestro país. Por el Tratado, él y sus consejeros tienen la responsabilidad de velar por nuestros intereses en la entidad binacional, en absoluto pie de igualdad que sus pares argentinos. Esto implica que todo lo que se hace y se deja de hacer en la EBY es asunto de responsabilidad compartida con sus pares de la otra margen. ¿Cómo, entonces, es que los argentinos hacen lo que quieren en la usina sin que los nuestros sean capaces de interponérseles de alguna manera en el camino para defender nuestros intereses con los mecanismos legales de que disponen? La única explicación plausible es que en vez de fungir como socios, fungen como cómplices. Y la complicidad nunca es gratuita.

“No es tan fácil, como muchas veces se lo quiere pintar”, arguye con total irresponsabilidad el director paraguayo del ente binacional con relación al arreglo de cuentas en la binacional, esquivando así el bulto a la responsabilidad que les compete a él y a los consejeros paraguayos en cuanto a velar por los intereses de nuestro país en la misma. Mientras tanto, sus pares argentinos la manejan a su entero arbitrio, operacional, administrativa y financieramente.

Mientras los nuestros se distraen con sus jugosos sueldos y coimas disfrazadas de las más diversas formas, los argentinos sobreelevan tranquilamente la cota del embalse de la represa, sin importarles los destrozos que causan en nuestras infraestructuras viales y ecosistemas; sobrecargan la operación de las turbinas para generar más energía eléctrica para su país, dañándolas, para luego cargar a cuenta del Paraguay la mitad del costo de reparación de las mismas; no nos pagan las compensaciones que nos deben por territorio inundado y por la destrucción de infraestructura ferroviaria inutilizada por las aguas del embalse, así como tampoco por nuestra electricidad que se llevan a precio vil. Hacen lo que quieren, sin que nuestras autoridades amaguen siquiera impedir sus abusos. Una imperdonable abdicación de soberanía.

A estar por la anodina actitud del director paraguayo y los consejeros, pareciera que solo están para avalar las trapisondas de sus pares argentinos y tomar cuenta del constante aumento de la deuda de la binacional con el Tesoro argentino, sin preocuparse mínimamente de verificar los asientos contables que la sustentan al menos, eso es lo único que hasta ahora ha sabido informar a la opinión pública el director paraguayo. De hecho, siendo tanta la irresponsabilidad de nuestras autoridades en el manejo de la usina binacional, no tienen la más mínima participación en el control operacional, administrativo ni financiero de la entidad. Los libros contables están guardados bajo siete llaves en las oficinas de la EBY en Buenos Aires, a la que los nuestros no tienen acceso ni por equivocación; sin que, por otra parte, esto parezca importarles un comino.

Realmente, resulta inconcebible hasta qué punto nuestras autoridades han entregado a sus pares argentinos el usufructo de nuestra soberanía en la EBY. No solo no saben con exactitud la cantidad de energía que la central produce y, por consiguiente, la cantidad de megavatios-hora que Argentina se lleva diariamente, sino que, más vergonzoso aún, ni siquiera saben a ciencia cierta a qué tarifa la EBY le factura a la Argentina la electricidad de la usina que ella consume, ni el flujo de caja concomitante. Al parecer, lo único que el director paraguayo sabe es que cada año la deuda de la entidad con ese país aumenta exponencialmente. Todo indica que los nuestros se contentan con el jugoso sueldo que obtienen arrastrando en forma humillante su dignidad delante del presidente para obtenerlo, y los “gastos sociales” –coimas disfrazadas– con que los argentinos compran su complicidad para robarnos escandalosamente.

En el 2006, el ingeniero Recalde hablaba de una deuda de US$ 6.218.863.454 de la EBY con el Tesoro argentino. Ahora, habla de que la misma ronda los US$ 18.000 millones. En aquella oportunidad, como director de la EBY impulsó a todo trapo el famoso “Preacuerdo Técnico”, pergeñado por los argentinos para supuestamente “sanear” Yacyretá, al decir del entonces presidente argentino, Néstor Kirchner. Como se sabe, en ese acuerdo iba el Caballo de Troya de la “novación”, propuesto por el ingeniero Recalde y aprobado rápidamente por el expresidente Nicanor Duarte Frutos, otro que bien baila. Por el mismo, la EBY pagaría su deuda con el Tesoro argentino, no con el dinero proveniente de la venta de la energía eléctrica producida –cuyo costo aumenta con el correr del tiempo–, sino con un equivalente al 40 por ciento de la producción total de energía eléctrica de la usina durante 42 años. Por suerte para el Paraguay, ante la inminencia del rechazo por el Senado de este irracional acuerdo, el gobierno de Duarte Frutos lo retiró del Congreso, salvándose así nuestro país de traspasar cuasi definitivamente a la Argentina su soberanía en Yacyretá.

Para tener una idea de la monstruosidad de traición a la Patria elucubrada en aquella época por el ingeniero Ángel María Recalde y aprobada por el presidente Nicanor Duarte Frutos, basta considerar que la cantidad de energía eléctrica que se entregaría a la Argentina durante 42 años como pago por los US$ 6.218 millones adeudados, era de unos 350.700.000 MWh (equivalente en promedio a tres años y medio de la producción de Itaipú). El precio de la tarifa resultante sería de apenas US$ 17,73/MWh, monto ínfimo comparado con los más de US$ 100/MWh que Brasil le cobra actualmente a la Argentina, por la electricidad paraguaya de Itaipú que le vende a través de la estación transformadora de Garabí, en horas pico de consumo nacional.

¿Hasta cuándo se va a continuar entregando nuestra soberanía en las usinas binacionales? Los ciudadanos y las ciudadanas deben comprender que un manejo honesto de los intereses paraguayos podría aportar los recursos para la salud, la educación y las obras de infraestructura, tan desatendidas por nuestras autoridades. Por eso deben reclamar pública y sostenidamente que se aparte como negociadores a los traidores a la patria que, por chauchas y palitos, venden los beneficios que corresponden al pueblo paraguayo en las mismas.

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