Chipero en la Costa Atlántica

El mar, con la olas que están muy activas, levanta cortinas de sal en el aire y la gente, pese a que la temperatura ya baja al llegar marzo y aproximarse el otoño, sigue merodeando la playa en la Costa Atlántica argentina. Los vendedores de alimentos alargan también su estadía: ofrecen choclo, churros rellenos con dulces y, aunque parezca increíble, chipá “elaborado por paraguayos”.

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Se puede decir que se trata de una exquisita profesión: chipero en la Costa Atlántica. Merecería figurar en la larga lista de “roles” que cita el consagrado cantautor español Joaquín Sabina en su canción La del pirata cojo.

“A vivir otras vidas / a probarme otros nombres / a colarme en el traje y la piel / de todos los hombres / que nunca seré: / Al Capone en Chicago / legionario en Melilla / pintor en Mont Parnesse / mercader en Damasco / costalero en Sevilla / negro en Nueva Orleans / viejo verde en Sodoma / deportado en Siberia / sultán en un harén / ¿Policía? Ni en broma / triunfador de la feria / gitanito en Jeréz / tahur en Montecarlo / cigarrillo en tu boca / taxista en Nueva York / el más chulo del barrio / tiro porque me toca / suspenso en religión / confesor de la reina / banderillero en Cádiz / tabernero en Dublín / comunista en Las Vegas / ahogado en el Titanic / flautista en Hamelin”.

Sabina agrega otros papeles imaginarios de buen culto, algunos de buena fama y otros de no tanta: “Billarista a tres bandas / insumiso en el cielo / dueño de un cabaret / arañazo en tu espalda / tenor en Rigoletto / pianista de un burdel / bongosero en La Habana / casanova en Venecia / anciano en Shangri La / polizón en tu cama / vocalista de orquesta / mejor tiempo en Le Mans / cronista de sucesos / detective en apuros / conservado en alcohol / violador en tus sueños / suicida en el viaducto / tío guapo en un culebrón / morfinómano en China / desertor en la guerra / boxeador en Detroit / cazador en la India / marinero en Marsella / fotógrafo de Playboy”.

En los coros, el cantautor revela su real preferencia: “Pero si me dan a elegir / entre todas las vidas / yo escojo la del pirata cojo con pata de palo / con parche en el ojo / con cara de malo / el viejo truhán, capitán / de un barco que tuviera por bandera / un par de tibias y una calavera”.

El mar en común

Si algo tienen en común el pirata de Sabina y Melanio Bautista Benítez González (25), el paraguayo oriundo de Encarnación que elabora y vende chipá en las playas argentinas, es que de alguna forma ambos viven del mar. Melanio recorre diariamente en la temporada veraniega, posiblemente, unos 30 km/día o más, haciendo el trayecto de ida y vuelta con su canasta chipera (un ajaka de respetables dimensiones) por las amplias playas de Pinamar, Ostende, Valeria del Mar y Cariló. “Son a 60 pesos cada una y dos por 100 pesos (G. 15.000, aproximadamente, al cambio actual)”, informa cuando se le pregunta por el precio. Sus chipás son del tamaño del tipo “argolla”, que se venden por aquí a G. 5000. El sabor no dista mucho tampoco de las elaboradas por aquí, en Barrero o Caacupé; mantiene su esencia de almidón, huevo y queso, aunque es algo diferente, quizá por el origen de los ingredientes y el tipo de queso que utilizan en la Costa Atlántica argentina.

Melanio lleva el ajaka sobre la cabeza y no lo baja ni siquiera para conversar; mientras habla, sigue con el equilibrio de su mercancía y se emociona un poco al contar que vino hace unos seis años desde la capital del Itapúa, en principio, para buscar a su padre, a quien no lo veía desde muy niño, desde antes de ir a la escuela, y como había pasado tanto tiempo y el progenitor no daba señales, se aventuró a buscarlo y lo encontró. “Mi padre reside en Mar de Ajó (a unos 55 km al norte de Pinamar, también sobre el mar), pero luego decidí venir aquí y, en principio, trabajaba con otra persona, pero ahora yo mismo elaboro mis chipás”, cuenta mientras muestra su remera, en la que se puede ver las banderas de Argentina y Paraguay, la imagen de san Miguel y una aclaración: “Elaboración, por paraguayos”.

Para recordar su nombre, argumenta, no hay más que recurrir al del monseñor Mario Melanio Medina, quien por mucho tiempo tuvo su sede episcopal en San Juan Bautista, Misiones. Y para los apellidos, los dos más numerosos del Paraguay: González Benítez.

Variada clientela

Melanio vende a cada paso; por un lado, a unas damas echadas en la arena y, por allá, a un grupo familiar y otros que se disponen a tomar el mate. Tiene bastante clientela por lo observado, dice que no se puede quejar, su producto tiene buena aceptación y puede vivir dignamente todo el año en esa localidad turística, que ya tiene buena cantidad de habitantes, incluso fuera del verano.

A propósito del chipá en Pinamar, en internet se puede encontrar un comentario que data de principios de enero del 2016: “La venta ambulante se reinventa (o importa hábitos de otros países). En Pinamar, ahora, el chipá compite con los churros”. Quién sabe si no hablaba de los productos de Melanio Bautista Benítez González.

Hacia Ostende y Valeria del Mar, playas vecinas a Pinamar, aparece otro vendedor con la misma remera que Melanio y confirma que vende el mismo chipá que elabora el paraguayo, aunque aclara que él es argentino. En lo único en lo que no está de acuerdo es en que la remera lleve la imagen de san Miguel. “Mejor san Cayetano, que da trabajo”, bromea, sin dar su nombre, acompañado por un niño, quien sigue sus pasos en la arena.

Melanio lleva las “zapatillas” (ojotas) sujetas a las rodillas y recorre descalzo la playa. Va como orgulloso de ser paraguayo y chipero en la Costa Atlántica. La verdad es que, por lo menos, su “lugar” de trabajo es envidiable. El aire salado del mar llena saludablemente los pulmones y las largas caminatas dan otro sentido a la vida. Y ver los chipás allí también. (FIN).

jobenitez@abc.com.py

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