¡Dale! ¡Vamos...!

Luego de las fiestas de fin de año, en que abusamos un poco de todo, las toxinas -de a poco- van abandonando nuestros cuerpos. En estos días de tantos calores, nada como refrescarnos y desintoxicar nuestros cuerpos con un tereré.¡Dale!, ¡Me encanta!...

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Todos sabemos que a las diversas culturas que florecieron en el continente americano se las conocía como las civilizaciones del maíz. Pero, además de ello, no estaría de más denominarlas también como las civilizaciones del mate, pues este vegetal era conocido por numerosos pueblos sudamericanos, como los guaraní, los tupí, los charrúa, los pueblos pámpidos (querandí, puelche, picunche, taluhet, diuihet, chechehet, entre otros), aimará, mapuche.

En todos estos pueblos consumidores de yerba mate, este era el elemento común, el vector de la unión entre el fuego (el hogar), el agua y las relaciones interpersonales, traducidas en corrillos donde se compartían experiencias comunes y se traspasaban los valores culturales de generación en generación.

En nuestros días, en cada casa no falta la caja boba que le llaman, el televisor. Pero él no cumple el papel del tataypy, pues, si bien reúne a la gente alrededor, no permite el diálogo, interfiriendo negativamente en la convivencia familiar, totalmente al contrario del tataypy de antaño, alrededor del cual se reunía la familia o, por lo menos, la pareja para meditar acerca de la vida, de las actividades del día o de las proyecciones futuras, generalmente en una ronda de mate.

Una de las costumbres paraguayas y que constituye uno de nuestros íconos culturales es el "mate frío" o tereré, nombre tomado de la onomatopeya de la infusión al sorber cada cebada final.

En estas cuestiones materiales -o tereriles- se habla más apropiadamente cuando se dice cebada, porque el mate o el tereré se ceba. Sí. Se ceba, no se sirve, como el café o el té. Se ceba, porque el mate y el tereré necesitan de una permanente atención de la calidad de la infusión: de tener el recipiente adecuado, de colocar adecuadamente la bombilla en el porongo o en la guampa; de verter convenientemente el agua, de mantenerlo espumoso y sabroso, cosas que no se hacen con el té, el café o cualquier otra infusión o bebida.

El mate -cebado con agua caliente- es de amplia difusión en toda la región rioplatense y parte del Brasil. El tereré, por su parte, si bien también era conocido desde antaño, no se generalizó sino hasta hace unas décadas.

Fue la guerra paraguayo-boliviana el crisol de donde salió la costumbre tan paraguaya de tomar la infusión fría, un poco para paliar el tórrido clima chaqueño y otro poco para hacer más bebible los pútridos líquidos de las aguadas de la Región Occidental.

El regreso de los combatientes a sus lugares de origen -y con ellos las costumbres adquiridas en el frente de guerra- fue el vehículo que llevó a generalizar el consumo del tereré y a convertirlo en una pasión nacional.

Como dijo alguien, "en este país nadie toma tereré porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse".

"El tereré -dicen- es exactamente lo contrario que la televisión.

"Te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es hola y la segunda ¿un tereré? Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico o entre los adolescentes, mientras estudian".

"El tereré es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse nada en cara. Colorados y liberales ceban tereré sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos. Los buenos y los malos".

"Cuando tenés un hijo, le empezás a dar tereré cuando lo pide, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando ese pedacito de tu carne, por la que corre tu sangre, empieza a tomarlo, que se te sale el corazón del cuerpo... Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón".

Cuando conocés a alguien por primera vez, siempre decís: si querés venite a casa y tomamos un tereré. Es la fórmula social por excelencia. Forma parte del protocolo amistoso.

Forma parte de nuestras vidas, tanto, que los teclados de las computadoras, en sus resquicios, tienen las letras llenas de yerba. También se puede encontrar en el tapizado de los autos, en documentos manchados de un color verdoso de accidentales tropezones. En fin, la yerba del tereré, definitivamente está en nuestro entorno. Y cuando no lo está, nos sentimos tan inútiles, tan débiles, tan pusilánimes... Por eso, algo que siempre hay en una casa es la yerba, para el mate o el tereré, "con inflación, con hambre, con dictaduras, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas...".

Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te la da, sin problemas. Le pedís y está todo bien, porque la yerba no se le niega a nadie.

El tereré tiene el enigmático sentido de constituir un rito iniciático. Nuestros ancestros aborígenes llevaban a sus hijos púberes hasta lo más profundo de los montes, donde les abandonaban por varios días. Si lograban sobrevivir, se convertían en hombres. Pues, bastándose a sí mismos, estaban ya preparados para enfrentar la vida. Entre nosotros, gente urbana, con el tereré también pasa lo mismo.

En nuestra sociedad, como lo dijo alguien, la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular: Nada de pantalones largos, de servicios militares, de circuncisiones, universidad o vivir lejos de la casa de los padres: "Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez un tereré, solos.

"No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico toma su primer tereré sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es porque ha descubierto que tiene alma. O estás muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.

"Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un tereré solos. Pero debió haber sido un día importante para cada uno.

"Alrededor del tereré ronda todo un mundo de valores: Es la solidaridad de aguantar esos mates lavados porque la charla es buena, la charla, no el tereré.

"Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar: vos hablás mientras el otro toma y viceversa. Es la sinceridad para decir: cambiá la yerba o arreglalo un poco. Es el compañerismo hecho momento. Es el cariño para preguntar, estúpidamente, ¿está rico, no? Es la modestia de quien ceba el mejor tereré. Es la generosidad de dar hasta el final. Es la hospitalidad de la invitación. Es la justicia de uno por uno. Es la obligación de decir gracias, al menos una vez al día. Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones más que compartir".

O sea que, amigo, el tereré no es solo agua, yuyos, hielo, yerba y bombilla. Es más que eso. Es una manera de mirar la vida. Así que, hoy domingo, dejá de remolonear y andá a preparar un tereré, mientras seguís leyendo el diario, que ya habrá tiempo de preparar el asado.

Buena compañía

Además de agua, yerba, un poco de hielo, un tereré que se precie debe tener algún yuyo para darle sabor y para beneficiarnos con sus cualidades medicinales.

Algunas de estas plantitas generosas son:
Cedrón: Es una verbenácea y existen diversas variedades. Sirve para calmar los nervios, para la digestión, los dolores de estómago, así como -en mate- contra la gripe y el resfrío.
Cepacaballo: La raíz de esta planta es diurética.
Culantrillo: Es un helecho que crece a la vera de arroyos o en la parte interna de brocales de pozos. Tiene facultades pectorales, diaforéticas y para combatir la acritud en la garganta.
Ka'apiky: Hierba anual. Su hábitat natural son las cercanías de cursos de agua. En lugares urbanos crecen en los resquicios de muros humedecidos. Por sus principios activos, se utiliza como febrífugo y para combatir trastornos hepáticos y estomacales.
Karaguata: Es una bromeliácea que se emplea para catarros, afecciones pulmonares y tos.
Menta: Existen diversas variedades. Es buena en trastornos gastrointestinales y hepático-biliares.
Mburukuja: Enredadera que medicinalmente posee un principio activo denominado pasiflorina -que se encuentra principalmente en la raíz y, en menor grado, en las hojas- y que tiene mucha analogía con la morfina. Sirve para calmar los nervios y disminuir la presión arterial.
Ruda: Existen tres variedades. Es muy amarga; diurética, sedante, vermífuga o sudorífera. También se usa para calmar dolores estomacales. La ruda silvestre es venenosa.
Yerba de lucero: Sus principios activos son efectivos en enfermedades de la vesícula biliar, malestares hepáticos y malestares del estómago.
Además de las citadas, hay todo un abanico de alternativas: Koku, kapi'i kati, perdudilla, santalucía, mbokaja rapo, etc.
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