Don celestial

Renato Bellucci, concertista y profesor de guitarra, hace un repaso de sus años en el Paraguay y los éxitos cosechados pulsando cuerdas, sacando sonidos increíbles, brillantes y cristalinos.

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Cuando habla de su vida en el Paraguay, Renato recuerda a sus padres. “Fueron ellos quienes vinieron desde Italia a esta tierra cuando era un adolescente. Inicialmente estuvieron en el Brasil y, luego, por una serie de coincidencias llegaron a este país, pero, claro, fue decisión mía adoptar esta tierra como propia”, admite.

Bellucci realizó estudios en nuestro país. “Obtuve títulos en Filosofía y Letras, a la par de mi carrera musical. Tengo posgrados en música y muchas otras capacitaciones. Estoy cumpliendo 50 años de carrera”, cuenta sonriendo.

¿Cómo se dio este transitar por las cuerdas y melodías? “El tema es así: mi abuelo, cuando yo tenía siete años, me regaló un bandolín muy antiguo, en una de las tantas visitas a su casa, como una forma de tenerme quieto. Se volvió mi juguete favorito... Seis meses más tarde, mis padres me compraron mi primera guitarra, ya que el bandolín estaba un poco maltrecho y necesitaba un instrumento ‘tocable’. Fue el comienzo de varios estudios y viajes con este instrumento”. 

Su primera incursión fue a los ocho años en Taranto, Italia, con el maestro Vicenzo Calsolaro. Hizo su debut en público, por primera vez, en 1970, cuando solo tenía nueve años, en el teatro Piccinni de Bari. Cuando su familia se mudó a nuestro país, completó sus estudios de conservatorio con el maestro Felipe Sosa y se graduó con honores en 1980.

Como resultado de ganar el concurso Agustín Barrios, dos años más tarde, accedió a una beca con el maestro Andrés Segovia, en Madrid, España. Años siguientes, asistió a clases de Sila Godoy, Narciso Yepes, Andrés Segovia, Ernesto Bitetti, Alirio Díaz, David Russel, Eliot Fisk, entre otros.

En 1986 realizó una gira por el Paraguay y, a finales de esa década, conoció a su esposa, Belén Angulo, pianista. Juntos decidieron caminar por la música y afianzó una trayectoria imparable, gracias a una capacidad técnica y dotes para el instrumento sobresalientes. De hecho, para él, la música es bondad, inspira paz y armonía. “Te acerca a Dios”, afirma.

La música se escribe en notas y tiene que vivir en sonido, en energía para ser activada, pero realmente vive cuando la persona que la escucha se siente inspirada y esperanzada.

Renato hace que la música llegue al alma, a través de sus enseñanzas, ya sea por internet o particulares. Para él, transmitir conocimiento es una forma de ser feliz y una retroalimentación con sus alumnos. “La magia pasa cuando hay comunicación con la audiencia, cuando se logra un sentimiento conjunto, cuando la persona recibe ese contenido mágico y vive en otra persona”, asegura.

En el dominio mangore.com se puede acceder a sus instrucciones con la guitarra, en más de 80 países. O en San Bernardino, donde también instruye en forma personalizada. Se queda sin palabras cuando trata de transmitir sus impresiones y sentimientos sobre este instrumento. Busca que se comprenda la totalidad de su belleza sin dejar de admirar cada pieza de genialidad que de ella emana. Por ello, desde el 2004, creó su propia marca de guitarra clásica con algunos de los mejores lutieres. La suma de sus innovaciones de obras en construcción estableció a Bellucci Guitarras como uno de los instrumentos más buscados. Está en más de 190 países y en los planes figura contar con un local propio de venta. 

Los conciertos no faltan en su carrera. Para noviembre, tiene varias presentaciones previstas. “Estamos ajustando detalles, fechas, lugares, pero siempre están las apariciones para pulsar cuerdas y sacar bellos sonidos”.

Renato tocó en numerosos programas de radio y televisión. Realizó numerosas giras durante los años 80 y 90, que recibieron las más altas aclamaciones de críticos en más de 20 países. 

Para él, la música da vida, y la guitarra, unos sonidos increíbles, cristalinos y brillantes. “Hay que amar la cultura, porque contribuye de manera eficaz y positiva a la sostenibilidad ambiental, la convivencia, la paz, la armonía y la seguridad”, expresa.

De sostenibilidad ambiental, Renato sabe mucho, porque trabajó incansablemente en la recuperación del lago Ypacaraí. “Era mi deber como ciudadano. No me puedo mantener ajeno a lo que ocurre en mi entorno. Si bien no me afectaba, porque vivo en una altura, no me podía quedar de brazos cruzados. Es el deber de todo ciudadano combatir lo que está mal”.

Confiesa sentirse contento en el Paraguay. “Rescato la generosidad de sus habitantes. Es mucho más difícil ser generoso que mezquino y el Paraguay es un país desprendido. La gente te va a dar lo que no tiene para que te sientas cómodo”, resalta.

Finalmente, aconseja mantenerse enfocado en la pasión, sea cual sea; comprometerse con la búsqueda de la excelencia y perseguir implacablemente los objetivos. Siguió ese camino y subió a la cima.

ndure@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Roberto Zarza.

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