El arte del fuego

El arte efímero de las llamas, los candiles y las estatuas vivientes se renuevan tras el camino andado año a año en el Yvaga Rape, por el que transitan miles de visitantes que acompañan la procesión de La Dolorosa en pleno Viernes Santo al encuentro del Cristo crucificado. La fe y el arte se unen para mostrar una parte de la comunidad de Tañarandy, a más de 200 km de Asunción, y surgen como evidencia de que la religión, el arte y el turismo confieren un movimiento y una nueva identidad a esta parte del sur del país.

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Son un poco más de las cinco de la tarde, el cielo presenta un particular color rosa-naranja como a tono con la tierra en llamas con 20.000 candiles y antorchas. Estamos –una vez más– en Tañarandy, una comunidad de la ciudad de San Ignacio, Misiones, a unos 225 km al sur de Asunción.

En La Barraca, propiedad del artista Koki Ruiz, todo es expectación y las escenas transcurren en tres escenarios distintos, en los que todos esperan la hora clave. El menos visible es el backstage, en el que unos 60 actores y actrices del Instituto de Bellas Artes, del grupo de teatro Jakaira y del teatro El Molino de San Ignacio, vestidos y maquillados, subliman la ansiedad en una sucesión de selfies entre ellos mismos y, también, con los visitantes que se animan a pedirles una foto para el recuerdo.

El segundo escenario será, en unos minutos más, el centro de todo. Miles de visitantes del interior del país, la capital y extranjeros rodean la laguna en la que los voluntarios terminan de colocar los últimos candiles, y en el montículo de tierra –que hace una especie de isla– aguarda el Cristo crucificado. En la laguna, las estatuas vivientes asoman y una canoa discurre con una actriz que más tarde será una de las dolorosas. A lo lejos se oyen los lamentos hechos canto… son los estacioneros, quienes le ponen sonoridad a la procesión de la Dolorosa acompañada de cientos de visitantes, quienes portan sus candiles y se desplazan a lo largo del camino de tierra iluminado con antorchas y velas de apepú dispuestas en la senda del Yvaga Rape (camino al cielo). El círculo se cierra cuando la Virgen llega al encuentro de su hijo. Ahí comienza el espectáculo en el que Koki Ruiz y su hija Macarena Ruiz han puesto toda su energía creativa para mostrar a los presentes una nueva versión de un arte en el que el fuego es el hilo conductor de toda la jornada del Viernes Santo. Así se ven: el descenso de Cristo de la cruz y el encuentro con su madre, María; las reproducciones de El expolio de Cristo, de El Greco; la Última cena de Salvador Dalí y, finalmente, la Última cena de Leonardo Da Vinci, como obra complementaria.

El momento más esperado es el encendido de las luces del retablo, que esta vez muestra a la Virgen de Caacupé formada con santos, estampas y cuadros donados por la feligresía católica paraguaya, y adornada con trabajo de artesanas con alfarería. La nota emotiva la dio la cantante Marisol Rodas, oriunda de San Ignacio, quien interpretó la canción Tupasy Caacupé al son de la guitarra de José Gómez Goiburú. El coro Artamendi también dio nota musical a la velada artística.

El acto cierra de manera progresiva, en tanto se van extinguiendo las llamas para dar paso al humo de los recuerdos… y a la luz de la luna llena de Semana Santa. Así hasta el año próximo, con el mismo ritual de acompañar a la Dolorosa, encender el fuego, y cerrar con arte efímero y el cántico sentido de los estacioneros.

mescurra@abc.com.py

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