Ferrocarril en el Paraguay
Siguiendo los antecedentes del sistema ferroviario paraguayo, recordemos que, al contrario de la mentira que siempre se escucha de que tuvimos “el primer ferrocarril de América”, el primero que existió en el continente americano fue el de Albany, EE. UU., que empezó a circular el 9 de agosto de 1831. A ese primer ferrocarril americano, para la circulación de locomotoras a vapor, le siguieron los de Cuba, en 1834; Perú y Chile, 1851; Brasil, 1854; Colombia –en actual territorio panameño–, 1855, y Argentina, 1857.
En ese tiempo, también, nuestro país estaba empeñado en contar con su ferrocarril, además de numerosas otras obras públicas, entre las que destacaban caminos, astilleros navales y la primera planta siderúrgica del Río de la Plata.
En 1856, el Gobierno paraguayo empezó a planear la instalación del servicio ferroviario. Ese mismo año se adquirieron materiales necesarios para 13 leguas de vías, de la casa Blyth de Inglaterra, por valor de 200.000 pesos oro. Los planos fueron realizados por el ingeniero inglés William Whitehead.
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Los materiales adquiridos fueron rieles, planchas, asientos de riel, y tres locomotoras completas y tres vagones, que se utilizaron para modelo de los que después se fabricarían en los arsenales y talleres de la planta siderurgia de El Rozado, en Ybycuí. Estos materiales llegaron en el transcurso de los años siguientes, inclusive, siguieron llegando nuevas partidas adquiridas con posterioridad.
La primera vía férrea de nuestro país (para uso de zorras estiradas por caballos), de unos 400 m de longitud, fue construida en 1856. Unía los Arsenales con el murallón del puerto capitalino y fue construida bajo la dirección del ingeniero Whitehead. Posteriormente, fue extendido hasta la Aduana Central, según el informe del presidente Carlos Antonio López al Congreso Nacional de 1857:
“Queda concluido y en uso corriente un camino de fierro de quinientas varas desde el Arsenal hasta la gran muralla de la ribera, con el fin de facilitar los transportes del muelle y los terraplenes de los muros.
En breve se construirá otro ferrocarril desde el muelle hasta la Aduana Central.
Se han comprado en Inglaterra los materiales necesarios para un ferrocarril de quince leguas, desde el muelle hasta Paraguarí: en parte quedan recibidos en esta ciudad y siguen llegando los buques conductores de los rieles” (Cont.).
Toponimia mbayá
Aproximadamente, un siglo estuvieron los mbayá en la zona norte del país, en el actual departamento de Concepción.
Al ser un pueblo insumiso, fueron extinguidos por los españoles y paraguayos, pero, pese a ello, dejaron su impronta en la zona, por medio de la toponimia lugareña.
Fueron cuatro grupos los que pasaron desde el Chaco a la región oriental: los apacachodegodegis, los lichagotegodis, los eyibegodis y los gotocogegodegis.
Esta centenaria permanencia en la zona comprendida entre el río Jejuí, al que llamaron Matilipe, y el Tepotí, al que nominaron Apa, tuvo como resultado los nombres característicos de dicha zona.
Algunos nombres de la toponimia mbayá son: Niguigui eliodi, Ypané, río; Aquidabán, río, Piray; Napegue, río afluente del Aquidabán; Negla, río, afluente del Aquidabán; Ecaleneca, río, conocido como Corrientes; Eguilechigó, arroyo, conocido como Itapucú.
Arroyos Laboná, Nabocó, Tagatiyá y Quiloba, conocido como río Tremantina; arroyos Acapitiago, Pitabodaga…
Cerros Enagua, Apacanigó; campos de Agaguigó, campos de Godizidigó, lugar donde se asentó la ciudad de Concepción, etc.
La primera ley monetaria
El 27 de noviembre de 1842 se dictó la primera ley monetaria paraguaya: “Queda autorizado el Supremo Gobierno para mandar acuñar monedas de plata con el escudo y armas nacionales de la República, observando el monetario antiguo como más usual y conocido”. Con esta autorización, el Gobierno contrató la acuñación de las primeras monedas paraguayas. El 1 de marzo de 1847 fue decretada la emisión de los primeros billetes nacionales. El Tesoro Nacional se encargó de crear el modelo de los billetes e ir lanzándolos a la circulación de tal manera a no dañar la circulación de monedas metálicas existente en plaza.
Pero así como el Gobierno se preocupaba de poner a disposición del público los instrumentos de cambio monetario, no faltaron inescrupulosos dispuestos a hacer de las suyas y, en los primeros años, se registraron falsificaciones de monedas en el país: el 24 de febrero de 1854 se descubrió, en Itauguá, que el ciudadano Francisco Mendieta había falsificado seis billetes de un real cada uno y seis de dos reales. Su condición de “amonedero falso” casi le costó la vida. La pena capital fue conmutada por 100 azotes, amarrado a un poste en la vía pública, y a prisión.
Poco después se había descubierto otra falsificación y sus autores, Benito Hortelano, Juan Moreno y José María González, quienes fueron ejemplarmente castigados.
La Guerra contra la Triple Alianza tuvo serias y graves consecuencias en el sistema monetario paraguayo, ocasionando la ruina.
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