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Ferrocarril en el Paraguay (Cont.)

De mano en mano. De conformidad con la ley de 1871, que autorizaba la venta del ferrocarril, el 17 de marzo de 1876 se llamó a licitación para la concesión de la empresa ferroviaria, que fue otorgada a la firma Travassos, Patri y Cía. por 1.000.000 de pesos oro, con la condición de que prolongaran las vías hasta Villa Rica. La escritura de compraventa se firmó el 27 de marzo de 1877.

Debido a la imposibilidad de la concesionaria de cumplir cabalmente con sus compromisos, la Travassos, Patri y Cía., en 1878, se asoció a la Rohe y Cía., de Nueva York.

Esta empresa solicitó al Gobierno una concesión para prolongar la línea férrea desde Paraguarí hasta Villa Rica, con la condición de que lo haría en 18 meses. Pedía que se les otorgara en propiedad, a título gratuito, dos millas de tierras a cada lado de la vía y en todo el trayecto de su prolongación, y en cada uno de los pueblos por donde pasara, los terrenos necesarios para la instalación de estaciones, desvíos, etc. Asimismo, requería la liberación de los derechos aduaneros para todos los elementos y materiales necesarios a importarse a tal fin, como también los enseres, herramientas, útiles, etc., de propiedad de los colonos que traería para poblar las tierras de la concesión. Todo le fue concedido.

Mientras tanto, el ferrocarril venía prestando importantes servicios, especialmente en el transporte de diversos rubros económicos, como maderas destinadas a la exportación –de gran volumen ya en esos días– que llegaban a Asunción en jangadas y vagones del ferrocarril. Los que venían en estos llegaban al puerto en los mismos vagones que los de la campaña. Las locomotoras de entonces no tenían “chisperos” y las “brasas” que despedían –según decían los diarios de la época– ocasionaban no pocos casos de incendio de casas.

Para la solución de dichos inconvenientes, la Junta Municipal notificaba, por entonces, a la compañía del ferrocarril para que suprimiera de algún modo las chispas tan peligrosas de las locomotoras.

Autoridades municipales sanlorenzanas

En 1884 se creó la Junta Económico–Administrativa de la ciudad de San Lorenzo del Campo Grande.

Para presidirla fue nombrado el señor Reyes Chamorro, a quien sucedieron en los años siguientes: Ramón Cabús, Camilo Zuluaga, José María Castro, Fermín González, Tristán Recalde, Luis Duarte, Felipe Meyer, Paulino Ortiz, Juan E. Enciso, Ítalo Pirovano, Nicolás Frizzola, Sebastián Patiño, Félix Babañoli, Benjamín Aceval, Antonio Aguilera y Norman O. Brown

Luego de 40 años, en que la ciudad estuvo gobernada por la Junta Económico-Administrativa, se creó la Intendencia Municipal.

El primer intendente municipal fue don Prudencio R. Morínigo, a quien sucedieron en el cargo hasta la actualidad: César Ferrari, Felipe Meyer, Juan Ángel Benítez, Francisco Barboza, Ramón Almada, Juan Amarilla Ortiz, Juan Speratti, Simeón Lombardo, Alberto Meister, Carlos Benítez, José Sardi Resck, Ramón Frizzola, Felipe Salomón, Alberto Sánchez Benítez, Ovidio Meyer Colombino; Osvaldo Ferrás Morel, primer intendente electo por voto popular; Miguel Ángel Curiel, Eladio Gómez Rolón, Germán I. Villalba y Albino Ferrer Araújo.

El descubridor del estero

El jesuita Gabriel Patiño fue el primero en realizar una tentativa seria de exploración del río Pilcomayo, en 1721, cuando el gobernador Urízar junto con los jesuitas de Córdoba y el Paraguay acordaron hacer una exploración combinada del río.

Una parte de la expedición debió salir de Tucumán, siguiendo aguas abajo, mientras que la otra iría remontando el Pilcomayo desde su desembocadura. La única que se realizó fue esta última, dirigida por el misionero jesuita Gabriel Patiño.

La expedición del padre Patiño exploró parte del río Pilcomayo con 71 hombres, de los cuales 60 eran indígenas guaraníes. El 14 de agosto de 1721, la expedición salió del puerto asunceño en un “barco grande”, de 85 ton., pero por el tamaño de su embarcación la expedición no pudo avanzar mucho.

Los datos proporcionados por el padre Patiño dejan más dudas que aciertos acerca de su viaje de exploración, a tal punto que hasta se duda de que haya sido realizado, por las inexactitudes de los datos anotados en su momento. Por ejemplo, dice que recién luego de haber navegado “nueve leguas río abajo” entraron el 19 de agosto –cuatro días después– en la boca del Pilcomayo.

Según observaciones de otros exploradores posteriores, el padre Patiño exploró otro río y no el Pilcomayo, o este había cambiado su curso, porque en la época de dichas observaciones desembocaba “unas tres leguas aguas debajo de Asunción”. En homenaje a su descubridor, esa gran zona anegadiza es conocida hoy como Estero Patiño.

surucua@abc.com.py

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